jueves, 27 de junio de 2024

La corona del inocente




No puedo decir una sola palabra respecto de qué pasó, qué pasa, qué pasará con Loan Peña. 

En primer lugar, porque no lo sé. Ni tengo modo de saberlo.

En segundo lugar, porque no quiero. 

Y no quiero porque no quiero sumarme a los coros de periodistas hiperexcitados, expertos fallidos, especialistas dudosos en trata de personas, peritos en odorología canina, en cibercrimen, opinólogos a la violeta irresponsables e indecentes. No quiero seguirles sumisamente los gestos de actores de cuarta compungidos a los funcionarios municipales, provinciales, nacionales, a los políticos que tironean a Loan Peña sin empatía genuina ninguna, como quien tironea agua para sus molinos partidarios, impúdicamente a favor o en contra de no sé qué. No sé qué pensarán ganar con eso, pero seguro es algo repugnante a favor o en contra de no sé qué. 

Lo que sí sé es que cualquiera de esas cosas es en contra del único inocente en todo este balurdo inmundo e infame, que lleva semanas de interés excluyente y exclusivo y que quién sabe cuándo y cómo terminará. O cuándo y cómo se disolverá. 

Llevan semanas de locura y de tirar sobre las mesas de paneles y redacciones y despachos de funcionarios, toda la gama posible de excrecencias y de horrores ocultos, que ahora resulta que existían y todos conocían. Semanas de una exposición tan furibunda y omnipresente que sigue manipulando, desesperando, exacerbando, deprimiendo, enfureciendo a quienes hipnóticamente no pueden despegarse de las pantallas sembradas de primicias huecas, de conjeturas vacías, de detalles falsos, de descubrimientos inminentes de nada de nada. Y así.

Pero dénme una hora y unas hojas de papel y yo mismo les hago el discurso de cada uno de todos ellos. Porque el olor es nauseabundo y cualquier discurso político tendrá que ocultar esa peste, desviarla, manipularla, tirársela a cualquier adversario como munición inmundamente política, para el caso de los funcionarios de gobierno que asoman las garras carroñeras para manotear lo más pingüe del asunto, para el caso de políticos de cualquier banda que, en la carne de Loan Peña, se ceban en sus enemigos.

Ni siquiera voy a molestarme en decir algo sobre la tristemente miserable y patética Patricia Bullrich, porque ella se dice sola. Ni voy a molestarme en hincarle el diente a Javier, el ausente, porque su ausencia grita. Ni una palabra sobre la venta de ocasión de esta desgracia que el peronismo o la izquierda hicieron en el Congreso.

Todos asomándose frívolamente al abismo perverso y putrefacto de los sótanos de la sociedad argentina, como si de pronto lo descubrieran y con paso viril y decidido fueran prestos a enfundarse en sus armaduras brillantes para ir tras el dragón y matarlo.

Loan no es Jesús. Pero todo sufrimiento de un inocente le pertenece por derecho propio al Doliente mayor, al mayor Inocente.

Por eso me atrevo a decir que en las sienes inocentes de Loan Peña han clavado una corona de espinas y que cada púa lleva el nombre, en primer lugar, de cada infame que se haya cebado en él directamente: desde quienes pudieron haber tenido cualquier participación en el daño que pudo haber sufrido, pasando por quienes no hicieron nada para que ese daño fuera evitado, juzgado, castigado en justicia. También aportaron sus púas a la corona aquellos que trivializaron su vida buscando primicias sobre su desgracia o su posible muerte. Los del "hablando sin saber". Y, claro, los del "agua para nuestro molino", disfrazada de compunción, de celo por la justicia, cuando en realidad es solamente el deleznable juego político oficial para aparecer impolutos y el igualmente deleznable juego político opositor para parecer indignados por la injusticia vil, por la desidia apática.

Una exhibición descarnada y purulenta del estado de alma de una sociedad envilecida por crímenes, atropellos, esclavitud de las conciencias, compras de vidas (no sólo de la abominable compra de infantes...), una sociedad macerada en "grietas", sazonada con infamias y avideces, con corrupción y miseria, postrada la conciencia por substancias, pero sobre todo por discursos, estupefacientes...

¿Corrientes? ¿Chaco? 

No: la Argentina. Toda.

Loan Peña no es Jesús, claro que no. Pero es "de " Jesús.

¡Y ay de nosotros todos, ay de la Argentina!

Porque Loan Peña tiene un protector terrible. 

Como todo inocente.