miércoles, 26 de junio de 2024

Proteo o la eternidad del peronismo ( I )




Aunque hay menciones o alusiones al personaje y sus características por toda su obra, Borges compuso dos sonetos sobre ese hijo de Poseidón, y de una madre nunca dicha con certeza, que fue Proteo:

Habitador de arenas recelosas,
mitad dios y mitad bestia marina,
ignoró la memoria, que se inclina
sobre el ayer y las perdidas cosas.

Otro tormento padeció Proteo
no menos cruel, saber lo que ya encierra
el porvenir: la puerta que se cierra
para siempre, el troyano y el aqueo.

Atrapado, asumía la inasible
forma del huracán o de la hoguera
o del tigre de oro o la pantera

o de agua que en el agua es invisible.
Tú también estás hecho de inconstantes
ayeres y mañanas. Mientras, antes…

El más conocido de ambos textos también está, como el anterior, en La rosa profunda, libro de 36 poemas que apareció a mediados de los '70. 

Antes que los remeros de Odiseo
fatigaran el mar color de vino,
las inasibles formas adivino
de aquel dios cuyo nombre fue Proteo.

Pastor de los rebaños de los mares
y poseedor del don de profecía,
prefería ocultar lo que sabía
y entretejer oráculos dispares.

Urgido por las gentes asumía
la forma de un león o de una hoguera
o de árbol que da sombra a la ribera

o de agua que en el agua se perdía.
De Proteo el egipcio no te asombres,
tú, que eres uno y eres muchos hombres.

Parece curioso, o no tanto, pero ambos sonetos son consecutivos en el libro que los contiene. Pasa en realidad que el asunto, insisto, está presente en todo el libro de un modo u otro, obsesivamente diría, tal como Borges se pone con estos temas de lo que es y no es a la vez y es lo que parece pero es otra cosa más allá de lo que parece, y tal vez nada.

El tema de los dos sonetos fascina obviamente a Borges. El mismo nombre del libro –La rosa profunda– parece aludir a otro soneto, Blake (en La cifra, 1981), respecto del mundo casi místico de la alquimia que busca transformar las cosas o que muestra las sucesivas transformaciones que alejan las esencias de esas mismas cosas a distancias infinitas y les permite, a quienes profesan esas doctrinas, sospechar que tal vez nada exista, al menos con la certeza que solemos reclamarle a nuestro conocimiento o a las cosas mismas. Eso, más o menos, dicen ellos. Esto dice el soneto Blake:

¿Dónde estará la rosa que en tu mano
prodiga, sin saberlo, íntimos dones?
No en el color, porque la flor es ciega,
ni en la dulce fragancia inagotable,

ni en el peso de un pétalo. Esas cosas
son unos pocos y perdidos ecos.
La rosa verdadera está muy lejos.
Puede ser un pilar o una batalla

o un firmamento de ángeles o un mundo
infinito, secreto y necesario,
o el júbilo de un dios que no veremos

o un planeta de plata en otro cielo
o un terrible arquetipo que no tiene
la forma de la rosa.


*   *   *

Si hay algún peronista en la sala –nativo o por opción, de cualquiera de sus tribus partidarias– es posible que haya sentido un escozor al ver a Jorge Luis Borges mezclado en estas notas sobre asuntos del día y del peronismo, que asoma en los asuntos del día; hasta podría pasar que lo tomara como una afrenta.

En realidad, problema de ellos. Al no ser antiperonista (ni peronista), a su servidor no lo tocan con esas quejas, reclamos, o furias. La libertad que no tengan para mirarse, la tienen otros para mirarlos. 

De hecho, no es la primera vez –Borges más, Borges menos– que le asigno esa cualidad proteica al peronismo, no necesariamente como un elogio, no siempre como una descripción, y en varias ocasiones como un vicio de origen.

Así las cosas, la figura mitológica de este hijo de Poseidón, aunque no en todo, representa notas propias del peronismo. Pero aun eso no sería un asunto ahora, si no fuera porque creo que hay que revisar ese prontuario otra vez, por algunos signos que se van viendo.

Una de las consecuencias de los desmanes de Javier Milei y su troupe danzante y variopinta (que incluye tejido peronista, por cierto), es que despliega con esos desmanes un escenario político y social en el que se ve burbujear incipientemente la espuma primordial del peronismo, todavía en buena medida informe, pero dispuesta a cuajar en cuanto cuadre.

Tal vez, una especie de novedad que haga pertinente traer a Borges con sus doctrinas alquimistas y su fascinación mágica con la metamorfosis gnóstica, sea, precisamente, el que hayan empezado a mostrarse algunos peronismos que han estado durante tiempos como periféricos y larvados –nunca disueltos o inexistentes–, pero que desde hace no mucho vienen buscando un lugar bajo el sol.

Una línea algo subterránea del propio Perón y de su movimiento, siempre anduvo toqueteando estas doctrinas esotéricas cuasimísticas. Y, tal vez, si advirtieran las similitudes con algunas de esas doctrinas algo crípticas que hacen casi hermanos a ciertos peronistas y al mismísimo Borges, algunos hijos del General, especialmente los que se recuestan a su derecha, se ofuscarían menos. Aunque, como todo el mundo sabe, si –comúnmente dicho– derecha e izquierda son puntos relativos a la ubicación en el espacio, en el peronismo esa relatividad se vuelve la razón de ser misma no sólo del peronismo, sino como un arcano que gobierna el universo (y la historia Argentina, claro...).

Y lo de siempre. Porque siempre hay entre ellos algo tan tiernamente proteico, como aquella expresión inasible (como Proteo) que interesadamente le endilgan al finado Saúl Ubaldini: "No digo ni que sí, ni que no, sino todo lo contrario..."