viernes, 22 de diciembre de 2023

Una respuesta de Antonio Caponnetto


Y primero, lo último. 

En los últimos 20 años, que son los que lleva esta bitácora ens a cuestas, no hice lo que ahora voy a hacer, porque, efectivamente, no es mi costumbre habilitar este tipo de interacciones de mis escritos con los lectores. Tampoco habilité nunca los comentarios y –con alguna larga experiencia en este mundo virtual–, creo que hice bien y que así quedará.

¿Por qué publicar esta carta de Antonio Caponnetto, entonces? Por las tres razones que contestan el último párrafo de su carta y que son las que le dí al responder a su pedido: "primero porque nobleza obliga; segundo, perché mi piace; tercero, porque me dará ocasión, no necesariamente de responder a tu discrepancia o a la información que me ofrecés, sino para exponer más acabadamente el sentido de mi escrito". Y esta última razón no será ahora sino que vendrá en otra ocasión.

Dicho lo cual, transcribo sus líneas.

Caro Eduardo:

He leído con atención una nota tuya reciente, a la que titulaste “¿Quién, cómo y por qué juzgará al nacionalismo católico argentino?”.

Quería hacerte llegar una gratitud, una discrepancia y una información. Para lo que sirviera.

La gratitud  es por lo que expresas en el párrafo 3. Sin duda hay una diferencia moral entre quien pone la cara, el pecho y el nombre para sostener una causa, y quienes amparados en el anonimato son capaces de escribir los peores disparates o las mayores bajezas. Ninguno de los agresores que me tocó padecer, a partir de las críticas de “Eutifrón”, estaban dispuestos a subirse a la pedana, que en buena hora invocas como símbolo. La consigna del tropel punitivo pareció nutrirse de una doble costumbre popular; a saber, la del “hablemos sin saber”, y la del “ring-raje”, tan propia de nuestros años infantiles.

La discrepancia es por el párrafo en que dices “habría preferido leer un panegírico leal detallando las virtudes del nacionalismo católico argentino por parte del seudónimo y, a su vez, un señalamiento agudo de las deficiencias del nacionalismo católico argentino por parte de Antonio Caponnetto”.

Amigo mío; la nota de “Eutifrón” fue y es equiparable a quien de repente, sin decir agua va, te sorprende emboscado en una esquina y te asalta con virulencia. No conozco a nadie que, en tales circunstancias, recuerde los Cantos XI y XII del Paraíso y haga una evaluación serena de los pro y los contra del atraco. “Eutifrón” no me invitaba a una evaluación equitativa del Nacionalismo Católico. Lo condenaba y maldecía por una serie de razones que creo haber probado que eran insostenibles. Tampoco conozco a ningún vituperador de oficio, que empiece su diatriba “detallando las virtudes” de aquello que considera pertinente borrar de la faz de la tierra. El consejo paulino “examinadlo todo, quedáos con lo bueno, desechad lo malo” (1 Tes. 5,21-23), no fue precisamente el que guió la pluma de “Eutifrón” y de sus  “espontáneos” adherentes. Desubicada hubiera sido mi reacción si en vez de levantar los cargos e infundios –que a tantas buenas almas lastimaron y confundieron- hubiera trocado la legítima y urgente defensa, por “un señalamiento agudo de las deficiencias del nacionalismo católico argentino”. Acaso tan desubicada esta reacción que me reclamas, como la que pudiera tener un abogado defensor que se subiera al estrado, no para garantizar la equidad en el trato al acusado, sino para recordar sus múltiples renuncios y discapacidades.

La información que deseo hacerte llegar es sobre tu deseo de que yo dé alguna “prueba” de que conozco “lo suficientemente bien al nacionalismo católico argentino” como para señalar sus deficiencias. No sé si te conforma saber que es algo que suelo ejercitar regularmente en rondas  amicales; y no porque me sobre el conocimiento sino porque me basta la vivencia, ya más larga de la que imaginaba acumular cuando era joven. Pero además –y Dios me perdone si esto es inmodestia- llevo escritos varios libros, en los cuales, al menos desde el punto de vista historiográfico, que se supone debería ser mi oficio, no he dejado de interpelar con dureza a ciertos nacionalistas y nacionalismos. Menciono, entre ellos; “Independencia y Nacionalismo”, “Respuestas sobre la Independencia”, “Notas sobre Juan Manuel de Rosas” y “Los críticos del revisionismo histórico”. Nómina que podría ampliar si se contaran mis cuatro libros objetando la postura pro democrática de viejos y nuevos camaradas, todos ellos adscriptos al Nacionalismo. Pero ya lo he dicho muchas veces: el nuestro debe ser el único país en el que se puede criticar a un autor y a sus libros sin haberlos leído. No  he tenido la suerte de ser la excepción a esta regla enloquecedora.

Por último, escribes que estás convencido “de que ese examen y esa revisión del nacionalismo católico argentino no solamente son posibles sino que se me hace que es necesario hacerlos”. Pues te aseguro Eduardo, que se cuentan por decenas y decenas  –y no es hipérbole- la cantidad de ensayos, tesis, tesinas, monografías, opúsculos o entrevistas, a través de los cuales, el nacionalismo católico ha sido colocado en el tribunal de los examinados que, casi sin excepción, termina siendo un cadalso indocto cuan inmisericorde. Si algo está faltando, caro amigo, no es la revisión examinadora que solicitas, sino el concurso de buenos, nobles, veraces y sabios defensores. Y una de las tristes razones de esta ausencia, es porque no pocos de aquellos que compartieron conmigo promesas juveniles de militancia fiel, hoy las consideran pecados de los años mozos; y para hacérselos perdonar, buscan alguna ocasión para atacar al Nacionalismo Católico, en nombre de la científica madurez analítica.

El punto 4 de tu artículo es un retrato logradísimo del mismo desconcierto que padecí y sigo padeciendo yo ante este repentino brote anti-nacionalista, surgido paradójicamente de aquellos a quienes -personalmente y puedo probarlo- tengo por personas cercanas a mis afectos, admiraciones y gratitudes. Nos dices: ”No tengo explicación para ese ataque en esos términos anónimos”.

Pues yo tengo algunas, que a modo de doliente hipótesis, dejé entrever en mi respuesta a “Eutifrón”. Y porque seriamente le pido a Dios estar equivocado, prefiero no andar repitiéndolas. Pero tamaño ataque ( y es todo cuanto diré), no se explica prevalentemente por discrepancias intelectuales, sino por ingobernables y sufridas reacciones psicológicas.

No sé si es costumbre en Ens, que se practique este tipo de interacciones entre tus escritos y sus lectores. Si lo fuera, me daría por bien servido que dieras a conocer estas líneas. Y si no, tengamos literalmente las fiestas en paz.

Un fuerte abrazo

En Cristo y en la Patria

Antonio Caponnetto