miércoles, 3 de octubre de 2012

Partir quiero yo

En modo alguno soy especialista (y que Dios me guarde de llegar a serlo...) pero sí soy gustador esporádico de la poesía que llaman de Cancionero.

Son decenas de poetas y escribidores españoles entre fines del siglo XIV y el siglo XVI. Hay de todo, por cierto. Pero es una buena cantera de modos y estilos que resumen muchas líneas y fuentes, que son a la vez raíz de mucho de lo que vino en el Siglo de Oro y hasta mucho después. Entre los que bebieron de allí está ni más ni menos que nuestro finísimo Enrique Banchs, de feliz e infrecuente memoria.

La cuestión es que, repasando Cancioneros, encontré a un Pedro de Cartagena, frecuentemente llamado Cartagena a secas, que parece era de una familia de conversos ennoblecidos, oficiales de la corte de los Reyes Católicos -algunos de Enrique, antes, y otros de otros, después- y él mismo, según dicen, un valiente guerrero, además de elegante poeta, que dizque se llamaba Gonzalo Franco y que murió en otra de sus heroicidades en la guerra de Granada a los 30 años.

Si es él el Cartagena de los Cancioneros, no lo sé, y aunque es cosa que parece bastante probable, no acuerdan, precisamente, los especialistas. Allá ellos, no es asunto mío.

Dos composiciones del tal Cartagena son la que siguen.

En una, razona con su amiga que le mostró una paloma blanca que por allí volaba, y él le explica lo que eso significa.
El ave que me mostrastes
dos diferencias figura
que me ponen división;
que si vos bien la miraste,
su blancura y mi tristura
dos contrariedades son:
mas yo pierdo la querella
de mí, pues mi mal m'alegra;
aunque mi ventura es negra
no lo es la causa d'ella.
La otra, es un llamado Villancico de Cartagena.
Partir quiero yo
más no del querer
que no puede ser.

El triste que quiere
partir y se va,
adonde estuviere
sin sí vevirá:
mas no que porná
en otra el querer,
que no puede ser.

D'aqueste partir
sin dubda procede:
partiendo morir
la vida bien puede,
mas no que no quede
con vos el querer,
que no puede ser.

Despídese con esta copla

En no veros en mí, veo
de vevir sin confiança;
cuanto s'alarga el deseo
se m'acerca el esperança.
¡Oh sin ventura nascido!
pues no hay medio
del que fasta que os vea
a mi mal mal gradescido,
¿qué remedio
daré sin vos que lo sea?.