miércoles, 18 de octubre de 2023

Fenomenología de la guerra




Por supuesto: es impresionante y terrible. La guerra, el humo, el sonido y el olor de la guerra, siempre es impresionante y terrible. 

Presidentes, ministros, militares, milicianos, periodistas, opinadores, escritores, dirigentes de esto y de aquello, cuando hay guerra, hablan del humo, del sonido y del olor de la guerra. Humo de proyectiles y demoliciones, olor de combustibles y armas, mezclados con estallidos y con ayes de heridos y hedores de muerte. La guerra es siempre un catálogo de heroicidades y atrocidades en medio del humo, del sonido y del olor de la guerra.

Pero esa es la fenomenología de la guerra. Contar pertechos y armamentos, contar metros y kilómetros de territorio, contar víctimas de combatientes, víctimas de inocentes, contar destrucciones y victorias y derrotas. Contar números. Y en general números con adjetivos. Números que hacen las veces de substantivos de la guerra y adjetivos que aportan los bandos en guerra, según lo ven o lo dicen ellos mismos: buenos que son malos frente a malos que son buenos. Dialécticas de guerra, municiones verbales. Adjetivos y números.

Pero todo eso, con todo y lo impresionante que puede ser y es a la vista y al oído y a las pituitarias, es ciertamente el catálogo fenomenológico de la guerra. Terrible catálogo fenomenológico.

Y por supuesto que están las cuestiones que, más o menos hipócritamente, los que hablan de la guerra que también son los que hacen, promueven, alientan las guerras tantas veces, llaman "las cuestiones humanitarias". Y claro que esas cuestiones humanitarias –que tampoco interesan demasiado en tiempos de paz– son dolorosas y dolorosísimas. Y son dolores reales y fieros. Y lastiman a los muertos y a los heridos y a los que ven a los muertos y a los heridos y hasta a los que hablan de los muertos y los heridos. Pero también eso entra en la categoría de fenomenología de la guerra. Como tantas veces pedir por la paz es pura fenomenología, asentada sobre cadáveres y mutilados y destrucción. Y el fenomenológico humo, sonido y olor de la guerra.

Pero en la guerra presente, que es pasada y que promete ser futura hasta que ya no sea, la fenomenología de la guerra no alcanza.

Porque está el misterio.

Y está el misterio porque, mucho más allá de la fenomenología de la guerra, está Abraham. Y está Ismael. Y está Isaac. 

Y está Cristo.

Y con Él está el misterio de la historia y de la metahistoria.

Pero de eso no se habla. De eso no hay que hablar.

No hay fenomenología para eso.

No hay números ni adjetivos para eso.

Es políticamente correcto hablar de la fenomelogía de la guerra y del horror de la guerra.

Pero hablar del misterio de la historia no es políticamente correcto.

No hay fenomenología para eso.

No hay números ni adjetivos para eso.

Porque es demasiado substantivo.