miércoles, 19 de julio de 2023

Sonata: III. Rondó: Allegro


Cuando ya no es la noche silenciosa
y el día la conjura,
tu gloria, tu frescura,
tu silencio, tu paso mariposa, 
tu presencia amorosa,
disuelven con fragancia
cada huella en el polvo y la distancia,
cada herida, la espina de la rosa...
Mi corazón escancia
el vino de tu voz. Y es apacible
despertar así amado,
y verse traspasado
por el gozo que das. Es invencible
el manantial de luz inconcebible
que tu voz ha sembrado:
todo amanece cuando soy nombrado.
Te llevo como un peso delicioso
en mi pecho, adornada
con flores, coronada
con la corona de mi amor, gracioso
por la gracia del aire rumoroso
que tiene tu mirada.
Libre en el lecho tibio de tu cielo,
tu reino soberano,
tomado de la albricia de tu mano
camino sin andar, me alzo en tu vuelo,
se acalla todo anhelo
innecesario, vano,
y rasgas mi nostalgia con su velo
y dejas que tu cálido y temprano
resplandor cotidiano
me ilumine de ti y de tu consuelo.