sábado, 13 de abril de 2019

Estepa


Y sobre el mar entero el cielo en llamas.

Un día más del tiempo,
de este abril de promesas, lento turbión de sal
que vibra entre bandadas de siempreverdes.

Está la tarde tiritando en la mirada.

Y llega el sur del mundo,
un reflejo feroz de una cala sin nombre
donde se posa el cuerpo del cansancio,
el cuerpo de cien leguas trajinadas 
a lomo de un mítico animal, todo de fuego.

Crece el polvo a lo lejos, sin frontera:
un murmullo de odios la llanura,
una avidez que repta,
un vendaval de sangres que no existen,
muertos sin vida,
fechas ansiosas de hazañas que no fueron.

Más lejos, sabe a milenios la estepa que me guarda de la furia.
Su sayal gris de piedra
cobija la memoria entumecida de un corazón que late,
un vero corazón de miel y trigo,
gavilla de un otoño,
que mana sus recuerdos en el frío arrebol de esta tarde sin viento.

La luna de la noche va creciendo sin sombra.

Me miro en su esperanza renacida
y sueño que florece su resplandor plateado
y baja sobre el llano de estos días
en rayos protectores como el manto de una virgen.