domingo, 20 de noviembre de 2005

Dies irae

Hay ira.

El aire está caliginoso, además del calor de este noviembre.

Drums & Pipes.

Suenan tambores de guerra, sí.

* * *


Como hizo calor hoy, también calor hizo ayer, por ejemplo.

Con 30º, cuanto menos, y a las 2 de la tarde, hubo que estar al costado de la cancha de fútbol para que Gregorio (7) -su equipo, claro- ganara un partido increíble contra la furia institucional de los organizadores de esta forma arrebañada de congregar la tilinguería, la frivolidad con algún profit, por supuesto y con los niños de rehenes. El nombre oficial es Campeonato de Fútbol Infantil y ya llevan unos 35 años de esta patraña.

Farabutes. Estafadores de alegrías. Traficantes de amateurismos.

Salí, al fin, del club. Contento porque Gregorio había ganado, iluso de mí. Por él y porque el triunfo había sido un poco de justicia poética.

Él no se enteró jamás.

Mientras caminando a mi lado sudoroso y feliz comía su ritual helado 'giraboca' del final de cada partido -donación de su hermano mayor y padrino-, el tipo me preguntó: Papá, ¿quién ganó? Porque nosotros empatamos, ¿nop?...ñam... ñam

Pobre, feliz. Ni idea. Mejor.

Yo, apenas.
ver


Porque exactamente en ese momento oí por los altavoces que andaban rastreando un referí. El sujeto tenía que laudar, según dijo la habitual voz gangosa y anodina, un partido en "la cancha donde juegan las madres..."

¿Las qué? ¿Las madres? ¿De verdad?

Sí, en efecto. Allí estaban ellas, peloteando la previa. Justo delante de mí, en cuanto me di vuelta para mirar una cancha.

Y no va la mala suerte y quiere que justo entonces la arquera robusta y casi cuarentona reciba en ese mismo momento un pelotazo 'padre' en su pechera, mientras le practicaban unos tiritos...

Solía decirme hace añares un autorefugiado chileno, una frase acuñada: "Mira, po'huevón, tú comprendes mi dolor, pero yo sólo lo siento..."

Pues, no fue el caso. Porque sentí yo mismo el dolor de esa pobre Dama de Elche golpeada brutalmente, ante los ojos bovinos de su marido, sentado en las raíces de un eucaliptus con su niñito en brazos -tal vez uno de los realmente damnificados por la contusión pectoral de su arquera madre-, detrás del arco así vapuleado, espectador complaciente de la furia deportiva de su mujer.

* * *

Para cuando llegué a casa, el cielo -este cielo, el terreno- prometía en lluvia un desahogo a la ira y al calor.

Alivio, ja. ¡Cómo no!

En la tele, unas filas de más bien jóvenes hoplitas protegían el templo de Sodoma de la furia de la guardia de corps de los sodomitas que marchaban su orgullo por la ciudad, porque les toca marchar para esta fecha cada año, costumbre yanki, me dicen los que saben, desde el '69 (vaya cifra de años...)

Y los sodomitas, buscando con previsibles propósitos tal vez a los ángeles de Lot, avanzaban en medio de la algarabía y el contento, montados en emperifollados carromatos ad hoc, rockeando, bailando, exhibiendo orgullosamente sus identidades.

Es verdad que algunas caminaban con identidades propias y otros con identidades implantadas. Pero en la medida en que el constructivismo sea ley, poder construir, se puede.

Allí estaba entonces la 14º marcha por el orgullo sexual y allí estaba el ya mítico e infaltable tópico furioso de tocarle el traste a la catedral en Plaza de Mayo, en una manifestación indudable de que, más allá de todo y todos, el hombre es siempre un animal simbólico.

Los cronistas de Crónica TV celebraban, pese a todo, la algarabía pacífica de los viandantes. Con una curiosa y completamente inadvertida habilidad para la paradoja, notaron el contraste de que en un costado de la plaza "grupos de violentos" se enfrentaban en torno a la catedral, mientras que en la marcha del orgullo no había violencia alguna, sólo alegría, ganas de cantar y bailar y de pasar un momento agradable, festejando y con orgullo sus identidades sexuales.

Había unos católicos en las escalinatas de la catedral. Algunos de ellos rechazaron, con algo más que oraciones y piedad, dos o tres intentos de aproximación de los pretorianos de la marcha.

La policía, por su parte, parecía armada para repeler contundencias mayores que las de los profilácticos inflados a lo globo que repartían los festejantes.

Había, claramente, banderas de movimientos liberadores y revolucionarios. Así como detenidos, corridas, algún policía herido, capuchas, palos, gomeras, botellazos, piedras, insultos.

En una frase -también paradojal- que resumía su aspiración a un mundo democrático y en paz, el cronista sentenció: "En esta marcha no tiene por qué haber violencia. Los violentos no tienen nada que hacer en esta marcha..."

Pues bien.

Llover, un poco llovió.

Miraba por la ventana de mi cuarto caer una lluvia fina, casi veraniega. Inútil para aplacar, pensé.

El calor. Las iras.

Un poco de viento. No mucho. Tampoco bastante.

Pensaba si no había que ocuparse de Sodoma, también. Y de los sodomitas.

Pensaba.

Asunto difícil, sí. ¿Quién se va a ocupar de Sodoma?

Uno, al final de cuentas, tiene que admitir que conoce bastante de todas estas cosas. Mal que pese, además, que ya querría uno a veces no saber algunas cuantas y muchas cosas.

Y por eso mismo, creo, me acordé entonces del último documento de los obispos. Y de otros documentos.

Y de lo flojos que son.

Los documentos y los obispos.


* * *


Pasó el sábado.

Y llegó el domingo.

El sermón del párroco sobrevoló con inocuidad y serafismo optimista -es decir, culpable- cualquier cosa que hubiera podido centrar la historia, su sentido, su misterio.

Y por eso fui a dar a Ezequiel. Y a san Pablo. Y a san Mateo.

Porque si uno se queda con la homilía, le vale lo que le valdría si hubiera leído a Jorge Bucay.

Y fue el caso que di con ese capítulo 34 del profeta Ezequiel, de donde está tomada esta figura del Pastor Santo y Fiel.

Y vi que tiene -inmediatamente antes- una diatriba contra los malos pastores.
Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y di a los pastores: Así habla el Señor Yavé:
¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! Los pastores, ¿no son para apacentar el rebaño? Pero vosotros os coméis la leche, os vestís de su lana, matáis la oveja cebada, no apacentáis al rebaño. No confortasteis a las flacas ni curasteis a las enfermas. No habéis vendado a las heridas, ni habéis hecho volver a la descarriada, ni habéis buscado a la perdida, sino que las habéis dominado con dureza y con violencia. Así andan perdidas mis ovejas por falta de pastor, y están expuestas a ser devoradas por todas las fieras del campo. Han sido dispersadas; mis ovejas andan errantes por montes y collados. Mis ovejas han sido derramadas por toda la faz de la tierra, y no ha habido quien se preocupe de ellas ni quien las busque y las congregue.
Oíd, pues, pastores de Israel, la palabra de Yavé:
Por mi vida, dice Yavé, que pues mi rebaño ha sido depredado y han sido presa mis ovejas de todas las fieras del campo, por no tener pastor, y mis pastores no se preocuparon por mis ovejas, sino que los pastores las abandonaron y se apacentaron a sí mismos y no apacentaron a mi grey; oíd, por tanto, ¡oh pastores!, la palabra de Yavé: Heme aquí contra los pastores para requerir mi rebaño de su mano. No les dejaré ya rebaño que apacienten, no serán más pastores que a sí mismos se apacienten. Les arrancaré mis ovejas de su boca, no serán ya más pasto suyo

Porque así dice el Señor, Yavé: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré.


Me resultó consolador, después de todo.

Está claro que Él tiene decidido ocuparse de aquello de lo que no se van a ocupar los pastores.

Está claro que Él se va ocupar de lo que no se ocupan los obispos, ni los párrocos.

Está claro, incluso, que Él se va a ocupar hasta de lo que no se ocupan los pastores civiles (presidentes, chupamedias con ministerio o ad honorem, maradonas, cronistas de Crónica TV, y esas cosas...)

Y de lo que no se ocupan los dirigentes católicos o casi o pseudo.

Y hasta se va a ocupar incluso de aquello de lo que no me estoy ocupando yo mismo y debería.

Sí.
Porque así dice el Señor, Yavé: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré.

* * *


Sí.

Pero, ay de mí y nosotros y de todos ese día.



Dies irae.