lunes, 14 de noviembre de 2005

Viento

Días atrás, por aquí estuvo soplando viento. Rugiente, poderoso, extraño. Feliz.

Pero, ayer domingo, a la noche, un amigo me reclamó: ¿Por qué no dijiste nada? Ése era un viento malo.

No.

No creo. Para nada. Al revés.

Le debo un desagravio.
Viento

Eras el aire en guerra. Tú eras, viento.
Eras el viento, entonces. Me llevabas
en la fragua del aire. Tú me dabas
espíritu y pasión. Eras el viento.

Eras la noche en armas. Tú eras viento
rugiendo. Y a mi vera consolabas
en la noche, en la fronda. Tú me hablabas
y eras la voz, sin más. Eras el viento.

Y esta calma de nada, nada en calma,
inmóvil, silenciosa y aterida
de esta tibieza que quedó en el alma:

me reclama tu furia, enfurecida.
La calma está en el viento. Porque el alma
respira si él expira. Y no lo olvida.