De los que aparecen, me gustó mucho este soneto que copio. Juega barrocamente con la antítesis de la apariencia y la realidad interior y, aunque al modo conceptista, alcanza a dar la esencia (que aprendo allí deberá llamarse táurica, como la poesía de Morales.)
A un toro blanco
Este fuego que habita tu osamenta
se lamenta sonoro, bravo y ciego,
pues no comprende que se llame fuego
mientras la nieve de tu piel sustenta.
Esta llama febril, alta y violenta
que da a tu vida rumoroso riego
no comprende que finja tal sosiego
el fiero corazón de la tormenta.
El asta silenciosa y elevada
libera de tu invierno reposado
la ardiente plenitud de la cornada.
¡Oh, rayo blanco, incendio congelado,
agosto disfrazado de nevada,
por el bronco mugido delatado!