domingo, 7 de noviembre de 2004

En tren de distinciones, me parece que lo primero que hay que distinguir es el principio de las distinciones.

Porque el primer obstáculo en una conversación sobre estos temas de los que voy a hablar, es cierta tensión, cierta bipolaridad. El síndrome River-Boca, en un campeonato donde no hay otro equipo y donde, si acaso lo hubiera, tendrá que ser uno que necesariamente juega -debe jugar- para River o para Boca: o conmigo o contra mí, tertium non datur.

Yo mismo, por ejemplo, soy de Boca. Y cuando Racing (cuando cualquiera) le gana a River, tiendo a sentir satisfacción.

Ahora bien, allí están para explicar estas cosas las variantes de aquel antiguo tópico:
a. Los amigos de mis amigos son mis amigos
b. Los enemigos de mis enemigos son mis amigos
c. Los enemigos de mis amigos son mis enemigos
d. Los amigos de mis enemigos son mis enemigos


En un sentido general y relativo (es decir, en cuanto relaciones -prudenciales, por ejemplo-) estos tópicos tienen validez. No son de esa especie como el todo es mayor que la parte, o quien puede lo más puede lo menos, cuya validez es universal.

Son tópicos que no mandan nada, no rigen ninguna necesidad. En este caso es como si dijéramos por ejemplo que los enemigos de mis enemigos son mis amigos pero eso sólo según y conforme, y si realmente podría considerarlos tales, en tal o cual asunto y por tal o cual acotada razón oportuna, y por tales o cuales buenos o malos motivos, y toda otra serie de distinciones de este tipo.

Si es que en algún caso valen en sí mismos, no será sino en alguno muy matizado y circunstanciado. Se necesita fundamentalmente de la relación, de establecer alguna relación, de relativizar algo, para que valgan. Sin poner las cosas en relación con otras cosas -natural o forzada-, estos tópicos pierden fuerza. Ahora bien, las cosas no se miran ni sola ni primeramente bajo la categoría de relación.

Una conversación no progresa en absoluto hacia la verdad, me parece, si ésta es la única o la principal categoría con la que se puede pensar la realidad. Y sé que es una tontera recordar aquí que la primera categoría es la de substancia y que las restantes nueve se llaman accidentes. Y que la relación es un accidente.

El asunto es, entonces, Estados Unidos. Y en ocasión de dos episodios: La guerra en Irak, por una parte; las elecciones últimas, por otra parte.

Voy a decir lo que sigue pensando, primeramente, en la Argentina y 'desde' la Argentina. No creo que le importe esto que digo a los que tienen partido tomado. Y yo mismo creo que debería descartar a aquellos que se sienten ciudadanos de Estados Unidos, no importa el país en que hayan nacido o vivan; como también a aquellos a quienes les da igual ser cristianos o musulmanes, pues no tienen apego a ninguna religión. Pero también debería descartar a aquellos para quienes las cosas solamente tienen algún sabor si vienen en relación con otras, según el momento y el punto de vista. Los descarto no porque prefiera. Presumo que ni siquiera me oirían o que jamás nos pondríamos de acuerdo.
ver

Veamos, entonces, por lo menos un primer asunto.

De gentes que en otro plano y en ciertos registros detestan a los Estados Unidos y lo que los Estados Unidos significan, así como tienen enormes argumentos contra los musulmanes y el Islam, he oído defensas más o menos 'circunstanciales' pero igualmente encendidas de Irak en ocasión de la guerra (y del entero mundo islámico y árabe), defensas y encomios hiperbólicos, fundados en el tópico que dije antes, básicamente en su forma b. Como oí críticas feroces contra los Estados Unidos y sus aliados, fundados principalmente en el mismo tópico en su forma d.

Pero, mirando el supuesto combate entre Bush y Kerry, la mayoría de estas gentes sintieron que se alegraban porque perdió Kerry.

Entiendo esa polaridad, digamos que aparentemente contradictoria. Parecería que se trata de las mismas cosas pero no exactamente bajo el mismo aspecto.

Por una parte, si uno pregunta, están mirando a los Estados Unidos, su origen y su modo de ser, sus acciones en el mundo, su 'filosofía de vida', su 'teología de la historia', su encarnación del capitalismo, su calvinismo, su desprecio por las razas inferiores, su modo 'wasp', su inmanentismo, su defensa de un peculiar sentido de la libertad, su voluntad de encarnación de la democracia (sea esto lo que fuere), su individualismo, su imperialismo (no dije voluntad imperial, advierto a los quisquillosos), su plutocratismo, su arrogancia, su mesianismo, su perverso sentido de la propiedad del mundo, su sentido de que no hay límites para la voluntad humana, su voluntad prometeica, su religiosidad preceptista, su hipocresía religiosa.

Gentes que podrían ven en la Coca Cola y en un McDonald's la encarnación de la guaranga omnipresencia yanqui. Se erizan sólo de ver las barras y las estrellas, abominan de Bill Gates y de Rockefeller, como de Woody Allen y John Wayne, detestan desde el cine americano medio con su estigma de cow boys vs. indios, hasta la tiranía del chicle y del slang. Gentes que odian que los norteamericanos hagan películas de guerra en las que siempre ganan, incluso cuando pierden. O que pierdan pero porque tenían razón pues cada norteamericano es la mismísima estatua de la libertad, que nadie defiende mejor que ellos. Gentes que detestan que los norteamericanos norteamericanicen todo, desde el Quijote y Hamlet, hasta la escena de David y Goliat. Gentes que se mofan con disgusto del turista yanqui, y del yanqui en su casa. De su casita prolijita, de jardín impecable, las cercas blancas, niñitos (a lo más dos) rubitos, comiendo su avena matutina y a los codazos para ser el mejor. Que se mofan y se amargan de ver su modo calvinista de pensar que ser rico y tener una dentadura brillante, es señal de que Dios te prefiere. Les endilgan desde la vida color California beach hasta la despiadada cultura Wall Street. Deploran Nueva York, pero tampoco se llevan bien con el farmer cuáquero o el hippie de Berkley.

Ahora bien, aun cuando admitieran que Estados Unidos no es sólo eso, de todo esto y más cosas creo que tienen la noción de que no son accidentes, sino que eso está en la substancia de los Estados Unidos. Cosas que no se hacen más amables por el hecho de que ganen los republicanos o que pierdan los demócratas, o viceversa, simplemente porque los que ganan o pierden elecciones son norteamericanos.

Ciertamente, parece que estas cosas se hacen más insolentes e insoportables cuando Bush le declara la guerra a Irak, a Afganistán, o se pone del lado de los israelíes frente a los palestinos. O cuando invade una isla, o sacude Panamá o se pone del lado de los ingleses en la guerra de las Malvinas.

Muchas de estas mismas gentes, como he dicho, parados si acaso en la vereda del catolicismo (aunque no todos, ni necesariamente por ello), son más o menos consistentes o sinceros admiradores de, digamos, Lepanto y de las Cruzadas contra el Islam, aun sin decirlo. Aun sin saberlo.

Muchos de ellos, en clave de fenomenología simbólica, se mofan del abstencionismo alcohólico de los musulmanes y del velo de sus mujeres, creen sinceramente que es una crueldad cortarle la mano a un ladrón para que muera de hambre y que hasta el mismo entero modo de ver el mundo de los musulmanes es de una crueldad fanática. Si miran la historia, tienen un rosario de páginas negras, desde la Hedschra del 622 para acá. Y aun admitiendo las páginas blancas (la filosofía, las ciencias, la poesía, la arquitectura, algo de la mística espiritual), se sienten enemigos o por lo menos extraños. Y, cuando menos, sienten que esa visión del mundo excluyente de los musulmanes es un fanatismo intolerable e inadmisible. Lo piensan, creo, también en defensa propia.

Y de todo esto tienen la noción de que no son accidentes sino que está en la substancia del Islam.

Por otra parte, pero ahora en una visión relativa o relacional, y hasta política (en cualquier sentido de la palabra), allí están las múltiples convergencias sobre algunos asuntos que inquietan hoy las aguas del mundo como, por ejemplo, el de los homosexuales (casados o no), el aborto, la manipulación genética, el divorcio, el papel de la mujer, los contenidos de los medios, o hasta los límites del capitalismo, los abusos de la libertad y los abusos contra la libertad.

Y digo que se trata de asuntos que no pueden ser considerados, sola y principalmente, como moneda de intercambio en el marco de las relaciones de poder internacionales.

Todos estos asuntos son, sin embargo, moneda de intercambio y ocasión de alianzas variadas entre estadounidenses (más bien republicanos, o evangélicos fundamentalistas), musulmanes (de casi todas sus denominaciones o ramas) y católicos (más bien tradicionalistas.) Mucho me gustaría pensar que estas convergencias son en nombre de la cosa tal como es y por las razones por las que es. Pero mucho me temo que no es así, en muchos casos, si no en todos.

Curiosamente, vale la pena anotarlo por otro lado, fundamentalismo (más allá de su origen) es en estos tiempos de pensiero débole una palabra que suele usarse para el evangélico recalcitrante (católico o no) así como para el talibán.

Tampoco juega un papel menor en todo esto el hecho de que Israel esté en el medio de la cuestión. Tan identificado con los Estados Unidos y sus motivaciones como opuesto a los árabes y musulmanes. Allí el tópico funciona a pleno también, en todas sus variantes.

Soy consciente de que hasta aquí no he dicho aquí nada sobre la masonería, el poder del dinero, la Kabala, nada sobre la escatología ni el Apocalipsis, ni del gobierno mundial; no he dicho nada sobre la reconstrucción del Templo de Jerusalén, ni sobre el odio práctico al cristianismo, específicamente católico, por parte del judaísmo por unas razones y del Islam por otras, como nada se ha dicho del desprecio al catolicismo, por ser la Bestia y por ser latino, por parte del protestante anglosajón de tomo y lomo. Ecumenismos al margen, claro. Tampoco he dicho, demasiado explícitamente, nada sobre los progresismos, sobre la izquierda que, por ejemplo, detesta a Israel cuando -y porque- es nazi y amigo de Estados Unidos, o a Estados Unidos cuando es explotador de los subdesarrollados, de los países pobres, o cuando es fascista por impugnar, desde una visión de la fe y de la moral conservadoras -que no necesariamente está pensando en la naturaleza humana-, los hitos de la modernidad y de la posmodernidad religiosa (o areligiosa) y moral (o amoral.) O de los progresismos a los que se les arma un matete entre la defensa de los derechos humanos avasallados por el capitalismo fundamentalista o por el Islam fundamentalista del Tercer Mundo.

Y no sé por qué no he dicho nada de todo eso, si todo eso es parte de la historia también.

Pero, allí está lo que está, en todo caso.

Con esto planteado, se que todavía me quedaría por decir por qué -en sí mismas consideradas las cosas, en primer lugar- no me gustan ni la guerra de Bush ni la paz de Bush ni las razones para una cosa u otra; ni la paz de Kerry ni su guerra ni sus razones para una cosa u otra; ni la guerra del Islam ni la paz del Islam ni sus razones para una cosa u otra; ni la guerra de Israel ni la paz de Israel ni sus razones para una cosa u otra. No he dicho por qué no me gustan las guerras del capitalismo ni me gusta la paz del capitalismo, ni el republicano ni el demócrata. Ni por qué no me gustan la guerra de las izquierdas ni la paz de las izquierdas. Ni he dicho del todo tampoco por qué no me entusiasman los entusiasmos en clave puramente relativa, oportuna. Ni los odios en la misma clave.

Sé muy bien que, en el mundo puramente humano sublunar, al menos, nada es tan una sola cosa separada de todo lo demás, que no se mezcle con otras a la vez. Y que los puntos de mira existen y que se mezclan a veces, como sé que a veces se ven las cosas bajo un punto de vista sin mencionar los otros posibles o reales y ni siquiera mencionando lo que las cosas son en realidad, antes que nada.

Sé también que las relaciones y las relatividades existen y por ello mismo hasta cierto punto deben formularse y sé que hay cierta acción, digamos política, que a veces obliga retóricamente a mirar las luces de algo oscuro y no su oscuridad, o a mirar la oscuridad de algo luminoso, sin decir nada de la luz.

Pero creo también que la mayoría de todas estas cosas y posiciones deben formularse como lo que son: relaciones y relatividades. Como creo también que en tal caso debe aclararse que ciertas afirmaciones respecto de estos asuntos son simplemente un uso del tópico amigo-enemigo, en cualquiera de sus variantes y a efectos más bien inmediatos y oportunos.

Esto es lo que me parece. O, como ya dije, una parte de lo que me parece respecto de los Estados Unidos, de los Estados Unidos cuando van a la guerra, cuando van a la paz, o cuando van a las urnas o salen de ellas.