lunes, 28 de agosto de 2006

Honestas superficialidades

También Eduardo Aliverti está pensando en que hay ciertas profundidades que atender en esta cuestión.
El punto de cuándo empieza la vida, de si un embrión es un ser y de a partir de qué instancia podría definírselo como tal, implica consideraciones científicas y filosóficas que exceden o podrían exceder la capacidad de estas líneas. Pero además, no es ésa la intención. Porque un debate vale cuando lo rige la honestidad intelectual, y éste no es el caso. En consecuencia, lo primero que debe hacerse es quitar la paja del trigo para recién después inmiscuirse en otras profundidades.
Pero precisamente se ve allí cómo son las cosas en este mundo y en estos tiempos.

Le tengo simpatía a Aliverti, no pocas veces lo sigo por la radio. Y me pasa con él como con este pasaje de su nota: allí donde estamos de acuerdo es donde más en desacuerdo estamos. Y casi siempre estamos de acuerdo...

No es una cuestión de 'agenda', de cuáles son los temas que importan. Porque muchas veces su agenda es necesariamente marxista y ajustada a los cánones de la tristemente manoseada 'defensa del campo popular'. Y así, es medio difícil: su reduccionismo materialista e historicista lo obliga a llamar pecado original a cosas de las que hablarían los contadores públicos y le hace llamar gracia o redención a cosas de las que hablaría un fabricante de armas o una nutricionista. Con todo, a mis papilas estragadas les da que el hombre es honesto en su furia, aunque esté por completo equivocado.

Alguna vez dije que la izquierda no puede con el escándalo que le produce el mal en el mundo.

Ahora bien, no me importa lo que digan los diccionarios de términos políticos con respecto a la izquierda. Digo yo que un hombre se revela de izquierda no sólo cuando siente un deseo irrefrenable de destruir el mundo con tal de destruir el mal (de la injusticia visible, sobre todo) que lo aqueja. También es de izquierda cuando no distingue que parte del mundo es modificable y cuál no, y quiere que todas sean modificables hasta que él decida que son inmodificables. O, tal vez peor aún, cuando lo que es verdad solamente vale si le sirve para destruir algo que no le gusta o solamente vale para sostener algo que le gusta.

Me dirán que, así puestas las cosas, hay una buen cantidad de derechistas de izquierda.

Y, sí. De hecho, alguno que otro conozco.