viernes, 7 de marzo de 2014

La venganza será terrible

Parece que hablar de amor impide usar la palabra venganza. A veces. Porque hay veces en que ambas palabras se juntan fatalmente en ocasión de amores y más precisamente de desamores.

Pero hay otras veces en que una circunstancia fortuita permite -exige, podría decir también- que ambas caminen de algún modo juntas.

No tengo devoción especial por Alejandro Dolina. Habitualmente me hace gracia, eso sí. Es un decidor en ocasiones consistente y hasta con ciertos raptos de ingenio elogiables. En dosis homeopáticas y en varias cuotas. Y siempre y cuando se pueda distinguir el modo de hablar de las cosas dichas.

Para decirlo rápido, creo que muchos de sus admiradores, con más y mejores lecturas que él, exageran las virtudes de un posromántico, escéptico sin agresividad, que le tiene más aprensión a lo burgués (entendido en el sentido típico que tiene en ámbitos culturales) que adhesión a lo espiritual en sentido amplio y no solamente religioso.

El caso ahora es que, a propósito del amor y su relación con la literatura provenzal y en lengua occitana -asuntos literarios que me roban unas horas en estos días-, Dolina habló una vez en un programa de radio de su ciclo La venganza será terrible, que se emitió esa vez desde Montevideo. El eje fue el amor cortés y siguió para desarrollarlo un ensayo sobre el amor en occidente de Octavio Paz, La llama doble, y más precisamente el capítulo IV, La dama y la santa (al que aludió sin precisar), aunque al parecer y por lo que dice alrededor leyó el libro completo. Dije que siguió el libro y debería haber dicho que simplemente tomó un capítulo y lo pasó a su dicción y lo resumió en términos dolinescos, a veces como trivializando el asunto, más allá de que el tono sea de a ratos solemne y sentimental o jocoso.

El capítulo, como dije, es el cuarto y está dedicado al amor medieval en general y a la expresión de esto en términos de poesía provenzal y dantesca, en particular, y esto siempre en relación con la naturaleza del amor cortés. Y aquí está.


Tal vez el problema esté en que, con mínimas aportaciones propias, siguió el texto de Paz servilmente aunque con menos erudición y algo más simpáticamente.

Pero.
No es extraña la confusión: sexo, erotismo y amor son aspectos del mismo fenómeno, manifestaciones de lo que llamamos vida. El más antiguo de los tres, el más amplio y básico, es el sexo. es la fuente primordial. El erotismo y el amor son formas derivadas del instinto sexual: cristalizaciones, sublimaciones, perversiones y condensaciones que transforman a la sexualidad y la vuelven, muchas veces, incognoscible. Como en el caso de los círculos concéntricos, el sexo es el centro y el pivote de esta geometría pasional...
Esto, por ejemplo, es del capítulo I del libro de Octavio Paz. Y es un hilo conductor y una cierta como matriz en sus elucubraciones.

El amor es tema difícil, amigo Alejandro.

Hay que tener cuidado.

Puede que don Octavio, con mucha más "cultura" y lecturas y años, haya llegado a esa conclusión (el libro es de 1993 y Paz murió en 1998) o esa haya sido su experiencia. No es ni un punto de partida novedoso ni una conclusión inédita, concedamos. Pero no por eso deja de tener su peso a la hora de saborear esos asuntos.

Mire, don Alejandro, que el amor es cosa tan delicada como peligrosa, aun el elusivo amor cortés...

Mire que del amor y de las cosas del amor (desde Platón a san Juan de la Cruz) hay que hablar con cuidado y con tino. Por amor al amor, por ejemplo.

Mire que hay cosas que el amor exige distinguir, siquiera algunas cosas. Para no llamar amor a cualquier cosa y de cualquier manera.

Mire que la venganza puede ser terrible.







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Por si hubiere interesados, dejo este enlace a La llama doble.