viernes, 28 de marzo de 2014

Un amor nuevo

Dice di lei Amor: "Cosa mortale 
come esser pò sì adorna e sì pura?" 
Poi la reguarda, e fra se stesso giura 
che Dio ne 'ntenda di far cosa nova. 

Dante Alighieri, Vita nuova, I, XIX*


Y aquí estamos.

Dejamos el Ojalá algo envenenado de Silvio Rodríguez y Emilia Sánchez y nos vamos a la Toscana de Dante Alighieri y Beatrice Portinari.

No estamos muy lejos, no crean. Hay coincidencias.

Dos hombres jóvenes, dos hombres políticos y de política consecuente, aunque uno esté del lado del poder y el otro haya vivido perseguido y desterrado. Dos líricos también, más allá de las dimensiones y las honduras de sus talentos y de su arte. Dos enamorados, al fin, también, aunque ni amor, ni mujer, se digan igual en el dialecto de cada cual.

Y dos mujeres jóvenes. Ambas despertaron en sus respectivos varones un amor durable, más allá de que amor y tiempo no se entiendan del mismo modo en cada caso. Ambas, también, fueron finalmente ajenas a esos amores y su extranjería y distancia (incluso, en el caso de Bice, la distancia lacerante de la muerte), le dieron tinta a la pluma que las canta.

Y dos obras, por qué no. Es el caso, precisamente. La mujer y el amor del poeta, a su modo, escribieron las obras que les están dedicadas.

Sin embargo.

Hay mujeres y mujeres. Y amores y amores. Y hombres y hombres. Y poetas y poetas. Y no hay que comparar. Pero...


Dante vio a Bice a los 9 años, ella, probablemente, tenía 8. La volvió a ver a los 18 y tan sólo se saludaban. ¿Tan sólo? Para el Dante del amor cortés, del Dolce stil nuovo, ese saludo era la felicidad. Y más. La existencia de la Dama lo era. De dónde viene eso, cómo es, qué hace, es largo de explicar ahora. Lo cierto es que eso mismo es algo que ni Alejandro Dolina ni Octavio Paz -por lo menos ellos- ni entendieron ni sé si podrían, en cierto sentido, porque para entenderlo habría que entender otras cosas más sencillas.

Bice -si Bice es realmente la Beatrice Portinari de las historias, que no lo sabemos con certeza, aunque casi- murió a los 24 años. Estaba casada y no con Dante. No hubo más relación entre ellos que la que se conoce, es decir, casi ninguna. Pero su muerte dejó a Dante devastado y por influjo de eso mismo se lanzó a un desenfreno absoluto, como quien se emborracha de dolor y para mitigarlo.

Los trajines políticos lo llevan a Dante lejos de Florencia a la que no volverá, ni siquiera después de muerto, porque aunque hay una tumba en Florencia que después de siglos le rinde homenaje, esa tumba está vacía: su cuerpo descansa en Ravenna, no muy lejos, aunque a la distancia infinita del destierro.

¿Y Beatriz?

No hay que decir que en homenaje a Beatriz Dante haya escrito al menos dos de sus grandes obras, la Vita Nuova y la Commedia. Porque no son un homenaje. Son puro amor puro.

Hay que leerlas para entenderlo. Pero bastaría el canto segundo del Inferno o los tres últimos del Purgatorio o el Paradiso completo, para ver qué hizo Beatriz por Dante, qué hizo con el hombre Dante Alighieri, y cómo movió la pluma del poeta y en qué vino a dar ese movimiento. Eso no es un homenaje. Ni siquiera es la sangre con la que escribe habitualmente el enamorado o el doliente. Hay más que sangre allí.

Y por cierto que no hay veneno.

Beatriz es el amor mismo que el Amor hace encender en Dante. Beatriz, dice él en el canto XXVIII del Paradiso, es
quella che ’mparadisa la mia mente  
Aquella que mi mente emparaísa....



Ya quisiera un hombre conocer mujer tal. Ya quisiera un hombre sentir ese amor y que ese amor hiciera en él y con él lo que una mujer que lo emparaísa puede hacer.

Ya quisiera una mujer ser, si no ella misma, al menos el instrumento amoroso que logra semejante estado.



En fin, ojalá.




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*
De ella dice Amor: "Cosa mortal
¿cómo puede ser tan bella y pura?"
Después la mira, y dentro de si jura
que Dios intenta de ella hacer cosa nueva.