lunes, 21 de abril de 2008

Zapatero, a tus prédicas...

¿Conocen a Pablo Picasso? ¿A cuál Pablo Picasso? ¿A Pablo Picasso a secas?

Sí, a secas; pero también empapado de otros nombres: Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno Crispín Crispiniano de la Santísima Trinidad Ruiz Picasso...

¿Y por dónde se llamaba Crispín Crispiniano este señor malagueño? Sencillo: había nacido el 25 de octubre de 1881, fiesta de nuestros hermanos mártires.

Así que allí tienen una más de estos dos jóvenes romanos a los que, según cuentan las hagiografías, no fue fácil matar. Tal vez en 285 ó 286, el corregente de Diocleciano, Maximiano, pasó por Soissons, adonde se habían refugiado de la persecusión del emperador. Los sacerdotes paganos del lugar se le quejaron de los muchachos que convertían muchas gentes y vaciaban los templos. Maximiano los hizo comparecer. Se impresionó, parece, tanto que se tentó de hacerlos volver a la religión imperial. Nada. Entonces los entregó a un tal Rictius Varus, gobernador, que se dice era contra los cristianos la mismísima pieldejudas. El tipo los torturó primero bonitamente: los estiró en el potro, les cortó la lengua, les clavó púas bajo las uñas. Trascartón, les ató unas piedras de molino al cuello y los tiró al Aisne. Pero nadaron hasta la orilla y no se ahogaron. Enfurecido, los hizo quemar, pero tampoco eso los mató. Maximiano -tal vez molesto por la inoperancia burocrática de Rictius-, y queriendo cortar literalmente por lo sano, los hizo decapitar. No es que eso haya servido de mucho. Parece que a la muerte de ambos hubo un furor de nuevos cristianos en el norte de la Galia, que también se atribuye a su martirio. Reliquias de Crispín y Crispiano hay en varias partes: Soissons, Roma (en la iglesia de san Lorenzo), en la nombrada catedral de Osnabrück a ellos dedicada. Y hasta hay quienes dicen que en Faversham, en el Kent de los ingleses, adonde incluso algunos sostienen que estuvieron viviendo y trabajando.

Y otra cosa más, que muestra que se los encuentra uno en todas partes y lo tanto que se los apreciaba otrora.

Resulta que después de varias idas y vueltas desde 1884, en 1985 se reabrió la sinagoga de la andaluza Córdoba, una casa no muy grande que se terminó de construir en el año 1315. Es de las tres medievales que quedan en España. En 1492, la sinagoga pasa a ser la ermita de Santa Quiteria y la casa adyacente un hospital de hidrófobos, es decir de rabiosos.

Pero he aquí que en 1588 pasó a ser una ermita de la hermandad de los zapateros, claro, bajo el patronato de nuestros amigos san Crispín y san Crispiniano.

Muy bien.

Lo que me llama la atención de todo el asunto es el modo cómo estos dos hermanos -para otros simples compañeros de fe y amigos- deciden hacerse zapateros. Hay quienes sostienen que ya lo eran en Roma, lo que es bastante poco probable porque se dice que eran de noble familia, y salvo que fuera un pasatiempo, difícilmente hubieran ejercido el oficio como comercio.

(No hay que olvidarse aquello que se ha dicho por allí acerca del camino greco-francés-latino-español que termina en el nombre Crispín asociado a los zapatos. No hay que olvidarlo pero tampoco hay que tratarlo ahora, aunque tiene lo suyo, como dije.)

Lo que sí suele decirse al respecto es, como ya apunté, que, en medio de la persecusión de Diocleciano y con unos cuantos bienes, salen de Roma y se refugian en la Galia. Y allí predican, lo que más bien hay que entender como que simplemente le hablan de Jesús a los lugareños. Lo hacen, se dice, con tal fuego, tal convicción y simpatía, que la gente se les agolpa. A la par, distribuyen sus bienes haciendo obras de caridad, limosnas, y lo que se llama hoy obras de misericordia material. Pero, por más que podría sostenerse teóricamente que el dinero puede multiplicarse indefinidamente, los dos muchachos lo gastan sin reposición.

Las hagiografías hacen notar que sus caridades eran consecuencia directa de su determinación de no discursear sin más, sino uniendo verdaderos hechos de caridad material a las palabras de caritativa verdad espiritual.

Con ese régimen, al tiempo quedan pelados y sin blanca, de modo que recurren a la conseja de san Pablo, cuando le dijo, por ejemplo, a los de Tesalónica (2 Tes 3, 7-12):
Ya sabéis vosotros cómo debéis imitarnos, pues estando entre vosotros no vivimos desordenadamente, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que día y noche con fatiga y cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de vosotros. No porque no tengamos derecho, sino por daros en nosotros un modelo que imitar. Además, cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A ésos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan.
Y así es como se determinan a aprender un oficio -o a practicar el que ya sabrían- haciendo zapatos, especialmente, pero no exclusivamente, para los pobres. Trabajan el cuero, hacen monturas, curten correajes, guarniciones. Y así se mantienen y tienen con qué seguir su prédica y sus obras, entre las cuales estaba aquella famosa que después se hizo refrán, la de hacerle zapatos a los pobres y regalárselos, poniendo también el cuero (el propio y el del zapato...)

El asunto tiene corolario y una aplicación, me parece, y cuando la ensaye tal vez debería volver sobre aquella cuestión del nombre Crispín.