miércoles, 9 de abril de 2008

En el cielo, las estrellas

Hay que ver lo que dice el libro II del tratado acerca del Cielo de Aristóteles, ya que -como se ha visto- santo Tomás dice hablando de la ubicación del Paraíso:
Por lo tanto, el Paraíso, tal como escribe Isidoro en el libro Etymol., es un lugar situado en las regiones del Oriente y cuya palabra griega equivale en latín a Huerto. Correctamente es colocado en el oriente, ya que hay que asignarle el lugar más digno de la tierra. Pues, según el Filósofo en II De Caelo, el oriente está a la derecha del cielo, y la derecha tiene más dignidad que la izquierda. Por lo tanto, fue conveniente que el Paraíso terrenal fuera situado por Dios en oriente.
No digo que sea del todo sencillo de entender o de seguir, pero se entiende bien, creo, leyendo con cierta atención. Aunque es verdad que hemos perdido el aprecio por cierta forma 'científica' de hablar que suponía saber cosas que ignoramos y que hoy nos suenan más a literatura que a saber cierto.

De cualquier modo, me parece que hay que notar que, como quien no quiere la cosa, también aquí Aristóteles argumenta a favor de la eternidad del mundo y de la centralidad cósmica de la Tierra.

A la primera ya le contestó el propio santo Tomás en varias partes (incluyendo el propio comentario al opúsculo de Aristóteles), lo que ahora no viene al caso. La segunda es, si se quiere, más interesante y permite mayores especulaciones de todo tipo. Algo que tiene no poca relación por cierto con los ángeles también y que le permitió, por ejemplo, a C. S. Lewis pergeñar el argumento y la trama de su trilogía novelística. Asunto que, no está demás decirlo, también toca a la Encarnación y no lateralmente.

Más allá de que las novelas de la Trilogía de Ransom estén logradas literariamente o no, la obra de Lewis, hay que decirlo, no parece haber sido aceptada tal y como fue concebida. Basta ver qué pasa cuando tratan de decir de qué trata todo el asunto. Digo 'aceptada' y no digo que no haya sido entendida. Porque es frecuente que se la presente como 'ciencia-ficción', aun cuando se entienda que su contenido es teológico substancialmente. Y se ve quizá claramente por qué le retacean su naturaleza a la obra cuando se dicen cosas como que

En la tercera (novela de la Trilogía), "Esa horrible fortaleza", situada toda ella en Gran Bretaña, Ransom encabeza la lucha de un grupo de personas contra unas fuerzas totalitarias que desean dominar la Tierra.
¿Fuerzas totalitarias? ¿De veras? ¿Llamó usted a los enemigos de Ransom "unas fuerzas totalitarias"? Ay, muchacho...

Por esos caminos, pensando y hablando así, se hace más difícil entender la centralidad de la Encarnación, no solamente en relación con el cristianismo, sino en relación con la historia de todas las cosas, desde la creación hasta el final de los tiempos.

Como si no se pudiera hablar de nada sin hablar a la vez de política.

Sí, 'política' dije, así como suena, con minúsculas.

(Ahora que lo pienso: a más de un paspado pudo habérsele ocurrido apurarse a poner en un altarcito -a favor o en contra- la exaltación aristotélico-tomista de la 'derecha'. Y sin embargo, ambos la exaltan, es verdad; y con ello se alegrarán los derechosos, satisfechos; y con ello trinarán los zurdos, confirmados en su más que sospecha de que este par de tíos son nazis... Y sin embargo, es tan otra cosa lo que están diciendo...)

No sé por qué, pero creo que para cuando haga algún comentario sobre los dichos del rabino Riccardo Di Segni sobre Cristo, habrá que volver a recordar algo de todo esto.