Vale la pena repasarlo (no, no ahora...), no sólo para quienes se interesen por la historia de la 'cultura' en la Argentina, porque la publicación es una de las bisagras ineludibles, sino incluso para quienes se ocupan de otros asuntos, si acaso -y en un sentido bien preciso- política y literatura no son parientes, claro.
Entre varias cosas, vi una de las encuestas que solía hacer el periódico. Formulaba preguntas y recibía respuestas que después publicaba.
En este caso que digo, las preguntas eran:
1.- ¿Cree Vd. en la existencia de una sensibilidad, de una mentalidad argentina?Hay respuestas de todo tipo y entre ellas las de escritores, pintores, músicos: de Leopoldo Lugones, Ricardo Güiraldes, Pedro Figari, Oliverio Girondo, Ricardo Rojas, Mariano Barrenechea, Samuel Glusberg, Luis Roldán, Roberto Mariani, Pablo Rojas Paz, Andrés Caro, Pablo Della Costa.
2.- En caso afirmativo ¿cuáles son sus características?
El poeta Pedro Juan Vignale contestó esto:
La meditación de la encuesta de MARTÍN FIERRO me ha torturado el espíritu. Me encuentro más solo; completamente desorientado: Por todas partes adivino ciudades improvisadas como acampados de circo. No existen los árboles milenarios. Somos un pueblo que no tuvo aristocracia. Nuestras pampas están despobladas de hombres y de mitos; si existen los primeros se cobijan bajo ranchos deleznables: no hay castillos. En nuestras construcciones no se han empleado piedras: todo es ladrillos y cemento inglés o noruego...
Jamás nos ha trastornado ninguna fe religiosa: ni somos ateos ni creyentes; en nosotros todo es indiferencia. Si hemos ido a la guerra fue por razones políticas: nunca una causa sentimental nos hizo disparar un máuser.
Nos hemos visto pequeños: apresuramos por todos los medios de elevarnos. Lo hicimos, pero en un solo sentido: económico. Intelectualmente somo Francia, somos Italia, Alemania, Inglaterra. Nos falta sacrificar a nuestras multitudes como lo hacían los Emperadores romanos o, mejor, las dinastías de los Faraones. Hay que construir carreteras costosas; pirámides donde mueran cien hombres diarios; puentes maravillosos; catedrales que sean un monumento de fe y sacrificios; provocar diez revoluciones románticas porque sí, con fusilamientos y deportaciones; luchar por la imposición de un Dios nuestro, auténtico, y, dentro de centurias, nuestra varia y cosmopolita sensibilidad de hoy comenzará a dibujarse única como las caderas de una mujer adolescente.