domingo, 11 de febrero de 2007

La montaña

El evangelio de san Lucas que se leyó hoy habla de tres cosas. Las más notables son la elección o institución de los doce apóstoles y las bienaventuranzas, cuatro aquí y ocho en san Mateo (nueve leen unos y no son).

Pero hay un asunto más y sobre eso predicó el padrecito que celebró.

Y es eso de que Jesús, subiendo a la montaña, había pasado toda la noche en oración con Dios.
Podemos ver esto de dos maneras, dijo. Dios pudo haberle dicho allí la verdad a Jesús, y es probable que eso haya ocurrido. Pero mejor es verlo de otro modo: Jesús bajó de la montaña y vio la verdad en sus hermanos, en la cara de los desposeídos, de los pobres, de los marginados... Mejor es verlo así, es preferible, porque eso hizo Jesús y eso tenemos que hacer nosotros...
Y siguió por allí, más o menos.

Ahora bien.

¿Por qué elegir? En primer lugar. Y en segundo, ¿qué quiere decir 'verdad'? ¿Cuál 'verdad'? Para eso tenía una respuesta: la verdad del cristianismo.

Pues, no es necesario lo primero, ni verdad lo segundo. Y menos aún la imaginación que nos propone el padrecito.

Parece que está bien relacionar la montaña, la oración, la elección, la misión y las bienaventuranzas (que son parte de la misión, en el caso de los enviados...)

No está bien la oposición vertical-horizontal. No está bien la oposición entre la comunicación directa de Dios con Dios y la comunicación de la misión y de la verdad entre Dios y Dios a través de los desposeídos, pobres y marginados.

Acaso es para nosotros así, a veces, no necesariamente. Acaso necesariamente a veces en la concepción de las cosas y en la obra, porque sólo vemos lo invisble habitualmente por lo visible. Pero la acción frente al prójimo no es causa sino efecto de la gracia, y efecto de la 'verdad', por usar los mismos términos. No es el amor al prójimo lo que causa la gracia, ni causa la 'verdad'.

Si todo esto se lo invierte en la comunicación entre Dios y Dios, y aun entre Dios y el hombre, bien podría invertirlo uno en la relación entre el hombre y el hombre. Pero está mal. Porque no es verdad.

No sé.

Supongamos que se tratara de una forma de decir, de un composición algo coloreada y desmañada. Un especie de 'explique con sus palabras...' y que uno no supiera excplicarse bien con sus palabras. Podría ser, aunque no lo parecía.

Se me ocurren varias razones, pero, en definitiva, ¿por qué razón un sacerdote en asunto tan importante haría esa torción mental e imaginativa -y sugeriría hacerla- para decir que Dios toma sus ideas de la cara de los hombres, de la situación de los hombres?