martes, 23 de abril de 2024

Mathoms de Jorge N. Ferro



Dentro de unos días, el próximo 29 de abril, Jorge habría cumplido 75 años. 

Como era costumbre entre los hobbits en el día de su cumpleaños, eran ellos los que hacían regalos a los amigos e invitados; a esos regalos, como casi todos saben, los llamaban mathoms. De modo que, siguiendo esa noble tradición, será Jorge Ferro el que regalará el día de su cumpleaños dos sonetos dedicados a Faramir y Galadriel, entre varias cosas valiosas más.

El 13 de marzo pasado, unos días después de su muerte, publiqué aquí mismo su poema Los Puertos Grises, un homenaje a su maestro John R. R. Tolkien.

Pasó que ayer, revisando por otros motivos los archivos de la revista El Druida, donde publicó ese poema, encontré entre decenas de originales el original manuscrito de Faramir, soneto fechado en 1990, de Jorge también y que es el que ilustra esta entrada al final. 

Y fui a revisar la edición de la revista (vicios de letrólogos) para cotejar el original de Faramir con la publicación y recordé, primero, que había otro soneto, A Galadriel, en una sección –Tolkieniana–, que tenía la Revista y en la que publicábamos poemas Jorge y un servidor.

Pero eso no es todo.

Una cosa lleva a la otra y de allí fui a dar con que hay un número, en parte inédito: el N° 5, de junio de 1995 (de la Revista que con gracia irónica el P. Alfredo Sáenz llamaba "la revista anual, porque sacan un número por año..."). Y digo en parte inédito porque 14 años después, en 2019, preparé una edición publicable que dejé aquí mismo (El druida 5: un regalo de aniversario), aprovechando la zoncera de los aniversarios, porque hacía por entonces 25 años que la Revista no salía... Por eso ese número es en parte inédito (y por eso el venerable P. Sáenz ya no podrá decir que la revista era anual, porque se transformó en...secular, casi).

En ese número 5, Jorge no publicó nada propio. Sin embargo, en su calidad de fundador, había insistido  desde el principio en incluir una sección en la Revista: De Maria numquam satis, en la que aparecerían poemas dedicados a la Virgen, pero tomados de fuentes no típicas y de autores que, algunos, podían no haber sido necesariamente piadosos. Y eso ocurrió a partir del segundo número de la Revista. De paso, se vería así que, efectivamente, de Maria numquam satis, según dicen que dijo San Bernardo de Clairvaux y San Alfonso María de Ligorio cita. 

Esa sección estuvo a su cargo y eso explica que, en el número casi inédito, Jorge incluyera unos versos a la Ssma. Virgen del Rimado de Palacio, de Don Pero López de Ayala, texto del siglo XIV del que sacó mucho provecho y sabor, además de tenerlo fascinado, y además de haber sido su objeto preferente de estudio en sus trabajos como investigador, en un centro de crítica textual de textos medievales en el Conicet.

Volvamos un poco atrás. En el segundo número, inició la sección mariana con la traducción de Hymn, un poema de 1835, obra de Edgar Allan Poe, que, dicen, nació por la inspiración de una anécdota callejera, curiosa para un no católico. Iba caminando por ahí cuando escuchó las 12 campanadas de una iglesia cercana a las 12 del mediodía. Se asombró de que la iglesia hiciera eso y entró a preguntar y fue un jesuita que estaba adentro quien le explicó que tocaban las campanas a las 6 de la mañana, a las 12 del mediodía y a las 6 de la tarde para llamar a la gente a rezar el Ángelus y le explicó qué era esa salutación a la Virgen y qué sentido tenía. El poema de Poe, hay que decirlo, tiene precisamente doce versos.

Ya en el tercer número, Jorge quiso el testimonio de Rafael Alberti, que habló a través de dos sonetos, de los tres que, bajo el título de Triduo del alma, incluyó en su libro de poemas de 1924, Marinero en tierra. Y Jorge publicó entonces el segundo y el tercer soneto: Días de Tribulación y Días de amor y bonanza.

Para el cuarto número de la Revista, Jorge eligió una especie de coplillas gallegas de Ramón María del Valle Inclán, compuestas en Santiago de Compostela y publicadas inicialmente en el periódico El Compostelano de La Coruña, en noviembre de 1933 y más tarde, en 1936, aparecidas en libro, que es la fecha que apuntó Jorge en la Revista. El poema se llama En el Camino.

Con Los Puertos Grises ya publicados aquí, se completa así la presencia literaria de Jorge Ferro en la Revista El Druida, una obra cultural que lo llenaba de gozo y que fundó e impulsó sin más interés que ese mismo gozo. 

De modo que, finalmente, en estos mathoms que les quedan aquí, de su parte (y con los que festejaremos su cumpleaños el próximo 29 de abril), están juntos tres amores de Jorge Ferro: Tolkien, el Rimado de Palacio y Nuestra Señora, hechos literatura los tres por el puro gusto de hacerlos belleza.


Tolkieniana

Faramir

                                          A A.I.E.

Mi señor Faramir, si yo pudiera
tener tu estribo y afilar tu espada,
y entre la niebla, alguna madrugada
velar frente a la Sombra, campo afuera.

Si estuvieses aquí , junto a mi hoguera,
los ojos grises y la voz cansada,
reiría el fuego, y con solo tu llegada
mejor sería el arder de la madera.

Tal vez en un reflejo, en una sombra,
en un crujir de avíos y de cuero
me pareció que adiviné tu paso.

O es la llama brillando en el acero
cuando el fogón amigo, en un ocaso,
revive con la voz del que te nombra.

(El Druida , Año II, N° 2, septiembre de 1992)


A Galadriel

No ya porque el destello, que en tu mano
–estrella de otro ayer y de otras vidas–
alivia el tiempo y cura las heridas
con un saber que duerme en el arcano.

Ni ya por el rocío, que temprano
enciende ramas y hojas ateridas,
ni por el oro y luz de atardecidas
canciones que iluminan el liviano

aire de Lórien, pues si yo te viera
apartada del bosque bendecido,
sin anillo, Señora, y sin las flores

que vencen al invierno del olvido,
por sólo ver tu pelo y sus colores
en páramo y espinas te sirviera.

(El Druida , Año III, N° 3, diciembre de 1992)


De Maria numquam satis

Hymn

AT morn—at noon—at twilight dim—
Maria! thou hast heard my hymn!
In joy and wo—in good and ill—
Mother of God, be with me still!
When the Hours flew brightly by
And not a cloud obscured the sky,
My soul, lest it should truant be,
Thy grace did guide to thine and thee;
Now, when storms of Fate o’ercast
Darkly my Present and my Past,
Let my Future radiant shine
With sweet hopes of thee and thine!


En la mañana, a mediodía, en el ocaso,
¡María, has escuchado mi himno!
En el gozo y la pena, en el bien y en el dolor;
¡Madre de Dios, quédate conmigo!
Cuando las horas volaban brillantes
y no ensombrecía el cielo nube alguna,
si mi alma se extraviaba
Tu gracia me guiaba hacia tu Reino;
ahora, cuando las tormentas del destino
oscurecen mi presente y mi pasado
haz que se encienda mi mañana
con dulces esperanzas de tu auxilio.

Edgar Allan Poe

(Traducción de Jorge N. Ferro)

(El Druida , Año II, N° 2, septiembre de 1992)



Día de tribulación

¡Oh Virgen remadora, ya clarea
la alba azul sobre el llanto de los mares!
Contra mis casi hundidos tajamares,
arremete el mastín de la marea.

Mi barca sin timón, caracolea
sobre el tumulto gris de los azares.
Deje tu pie, descalzo, sus altares,
y la mar negra verde pronto sea.

Toquen mis manos el cuadrado anzuelo
–tu escapulario–, Virgen del Carmelo,
y hazme delfín, Señora, tú que puedes...

Sobre mis hombros te llevaré a nado
a las más hondas grutas del pescado,
donde nunca jamás llegan las redes.


Días de amor y bonanza

Que eres loba de mar y remadora
Virgen del Carmen, y patrona mía,
escrito está en la frente de la aurora,
cuyo manto es el mar de mi bahía.

Que eres mi timonel y eres la guía
de mi oculta sirena cantadora,
escrito está en el frente de la proa
de mi navío, al sol del mediodía.

Que tú me salvarás, ¡oh marinera
Virgen del Carmen!, cuando la escollera
parta la frente en dos de mi navío,

loba de espuma azul en los altares,
con agua amarga y dulce de los mares
escrito está en el fiero pecho mío. 


Rafael Alberti

(El Druida , Año III, N° 3, diciembre de 1992)



En el Camino

Madre Santa María,
¿en donde canta el ave
de la esperanza mía?

Y vi que un peregrino
bello como santiago,
iba por mi camino.

Me detuve en la senda,
y respiré el ingenuo
aire de la leyenda.

Y dije mi plegaria,
y mi alma tembló toda,
oscura y milenaria.

Seguí adelnate... Luego
se hizo luz en la senda...
y volví a quedar ciego.

¡Ciego de luz de aurora
que en su rueca de plata
hila Nuestra Señora!

¡Orballiño fresco,
nas pallas d'o día!

¡Orballino, gracia
d'a Virgen María!


Ramón María del Valle Inclán

(El Druida , Año IV, N° 4, diciembre de 1994)


(Del Rimado de Palacio)

Dios te salve, preciosa reina de gran valía,
esfuerzo e conorte de quien en Ti se fía;
a Ti viene tu siervo ofrecer este día
una pequeña prosa do dice «Ave María».

María muy graciosa, tu nombre es loado,
así te llamó el ángel que a Ti fue enviado
cuando te saludara e te traxo recado
que Fijo de Dios e omne en Ti serié encarnado.

Gracia de Dios contigo fue aquella sazón;
maguer hobiste espanto en el tu corazón,
con mucha humildanza e firme devoción
dexiste: «Dios lo compla según el tu sermón».

Llena de Espirtu Santo fueste, Señora mía,
e fincaste preñada del Salvador Mexía,
Virgen siempre e doncella, que atal parto cumplía
al nacimiento santo de quien esto facía.

Señor Dios que crió el cielo e la mar,
te quiso de tal don e de tal gracia doctar
que Tú fueses la madre del que venía salvar
el humanal linaje, que fizo Adán pecar.

Contigo Trinidat allí fue ayuntada:
la corte celestial en Ti fizo morada;
Madre de Dios, Esposa, Fija, fueste llamada,
así eras de los santos antes profetizada.

¡Bendita Tú, la madre, que a Dios concebiste!
¡Bendita la mujer, que tal fijo pariste!
¡Bendita la doncella, que nunca corrompiste!
¡Bendita e loada, que tal fijo nos diste!

En las mujeres todas, Tu fueste escogida
sola, Señora mía, por quien hobieron vida
los que yacían en pena e en cuita dolorida,
en los baxos abismos, por la culpa debida.

Bendito es el que ayudas e en Ti tiene esperanza;
los que a Ti se acomiendan, acorres sin dubdanza;
por Ti llegan al puerto de toda buenandanza:
¡Señora, Tu me vale en esta tribulanza!

 

Pero López de Ayala, Rimado de Palacio (S.XIV)

(El Druida, Año V, N° 5, junio de 1995)







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Una parte de todo esto apareció aquí en 2005, por otros motivos. Pero pasó mucho tiempo y casi ni yo mismo lo recordaba. De modo que, como ahora es cuando corresponde dejar junta toda esta obra de Jorge en la Revista, se repiten algunos textos.

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