domingo, 24 de agosto de 2014

El año de lo oscuro

Desde la madrugada estábamos en medio del temporal.

Hubo rayos y relámpagos y truenos y ráfagas y mucha agua, casi toda la noche. Amaneciendo, el cielo estaba gris cerrado y el aire bastante frío. Por todas partes había hojas y ramas. Pero la tormenta hacía falta y se la esperaba.

A eso de las 10 de la mañana empezó a llover otra vez, más fría el agua, más viento. Media hora más tarde, y durante minutos, una lluvia de infinito granizo uniforme, esférico, de mediano a chico. Calles, veredas y jardines de pronto y por más de una hora (que fue lo que duró en tierra) quedaron blancos de granizo helado. Lindo, fiero. Mucho viento desde entonces y más ramas, hojas, brotes y barro por todas partes.

Quise saber cómo había pasado la tormenta mi madre y entonces la llamé. El tiempo y las plantas son nuestros temas principales, más urgentes y serios que Griesa, la inflación o las elecciones.

Hablamos de cosas. Varias y graciosas. Le pedí, por ejemplo, una receta de tallarines amasados, secreto de familia. Retaceó un poco bastante y terminó concediendo. Claro que cuando cuenta algo nunca es la cosa misma y sólo ella. Vienen incisos y relatos paralelos, historias de familia, cosas de gentes de aquí y de allí, recuerdos. Nunca pude hacer que contara el solo hecho de una vez.

Esta vez fue igual a siempre. Pero así me enteré de dos cosas terribles.

Hablábamos de tormentas.
- Hojas de olivo y una vela..., eso hacía tu abuela.

- ¿Olivo? ¿Allá, en el campo? ¿De dónde lo sacaba?

- Olivo, hombre... De dónde lo iba a sacar. Por supuesto que había que ir al pueblo todos los años y traerse las ramitas del Domingo de Ramos. De ahí salía el olivo. Tenía que estar bendito, claro.

- ¿Y la vela?

- Es que cuando aparecía una tormenta así, de golpe, mamá prendía una vela y rezaba, mientras quemaba en la llama de la vela las hojas de olivo. Y nos hacía rezar a nosotras, a mis hermanas y a mí.

- ¿Qué rezaban?

- Y..., en general era el Padre Nuestro, Avemarías...

- ¿Y? ¿Resultaba?

- Mirá lo que te digo: muchas veces sí, vieras vos... Quemaba las hojitas y la tormenta paraba. Andá a saber... Y otras, no, claro  (risas de ella). Pero era una cosa seria porque estaban los campos sembrados muchas veces y los brotes ya afuera de la tierra..., para esta época, por ejemplo...: el trigo ya levantó apenitas, pero levantó... ¿te imaginás si le llega a caer una piedra como ésta? Se pierde todo...

- Mirá vos...

- Pero nada como l'anno dell'oscuro, así decía mi abuela, la mamá de mi padre...

(Era Mariana, terrible sureña, dicen, de origen siciliano, pero afincada en Calabria. Terrible, mi bisabuela. Mujer dura y brava. Casada con Saverio, hombre buenísimo, dicen; con fama de santito, dice siempre mi madre...)

- Ah..., epa..., ¿qué es eso de l'anno dell'oscuro?

- Así decía ella, que casi siempre se negaba a hablar en castellano. Parece que fue ahí por 1920 y tantos, no sé bien, yo no había nacido, pero poco antes; mis hermanos mayores se acordaban. Y fue un año en que hubo tres días enteros en los que el día y la noche fueron negros, tres días oscuros. Oscuro todo, día y noche. L'anno dell'oscuro, así decía ella. Qué sería, no sé, pero así decía: l'anno dell'oscuro...