jueves, 15 de agosto de 2013

Aquiles, Toti y la mala loca

Había llevado el auto a la mañana temprano. Problemas con el termostato, creo, y bastante mugre en el radiador. Serían las 3 y media cuando entré al galpón del taller a buscar la máquina.

El radiólogo recién jubilado ya estaba ensillando el mate y un espontáneo industrioso cargaba leña en una carretilla para alimentar la chimenea. Hacía frío. El Negro, junto a la enorme boca de fuego, se gloriaba del matambre y los chorizos que allí mismo había sacrificado para el almuerzo, el dueño del taller operaba sobre el único auto que tenían para arreglo y Toti, apoyado en el guardabarro, holgazaneaba displicente y cazurro, como es su talante, y zahería al resto con comentarios graciosos.

Me vieron entrar a pie, la silueta a contraluz. Me esperaron en la oscuridad del galpón y saludaron con bromas en cuanto estuvimos en rueda. Me reprocharon no haber estado para el sacrificio de las carnes; pero, por lo que se vio, en todo caso lo urgente era que necesitaban un juez de raya.

- Ah..., a usted lo estábamos esperando. A ver qué le parece, porque estamos discutiendo acá..., dijo el Negro que es habitualmente el maestro de ceremonias.

- No me haga hacer de jurado...

- Bueno, bueno... pero seguro usted tiene alguna opinión..., amainó Toti.

- A ver...

- Esta mujer, Cristina, ¿no? -iba el Negro tanteando-, ¿está loca o es mala? Porque yo digo que algo no le funciona bien en la cabeza y ellos dicen que nada más es una hija de puta...

- Ah, qué sé yo... Pero, mire, en principio, no se puede ser gordo y flaco a la vez. Pero se puede ser a la vez flaco y morocho, por ejemplo. Quiero decir que, según se mire, esta mujer podría ser ambas cosas. Hay gente mala que está un poco loca, como hay gente loca que es buena. Según se miren la locura y la maldad. Sin ir más lejos, a la vuelta de casa, a cincuenta metros uno de otro, viven dos tipos que están un poco locos: Tito, un tipo oscuro y medio dañino, y el Cholo, una especie de santo y niño, que supo ser mecánico él, fíjense...  

- Pero si está mal de las tejas no importa que sea un poco mala, porque no se da cuenta de que hace mal, porque está loca, ¿no?, reflexionó el radiológo impecable.

- Claro. Pero. Hay locos y locos. Y hay gente que hace cosas de locura por maldad. Ustedes, me parece, están pensando en la cabeza. Están pensando en cables quemados del cerebro. Y es verdad que hay locuras que son eso. Un poco inexplicables, misteriosas, desconexiones, química, electricidad, vaya a saber uno de qué vienen. Es verdad. Pero hay otras locuras, me parece. Nadie decide que le falte litio o potasio o que se le queme un lóbulo de la cabeza. O su genética. Pero se puede ir decidiendo apartarse de la realidad, se puede decidir ser caprichoso, vanidoso, egoísta, avaro, soberbio. Y eso puede, digamos así, enfermar. Por eso digo que, en cierto sentido, se puede ser loco y malo, a la vez. Porque hay locuras que vienen del cuore y no de la testa. Chesterton, un inglés, decía eso: un loco no pierde la razón, pierde más que nada el contacto con la realidad. El asunto es cómo se pierde el contacto con la realidad. Un ejemplo. ¿Vieron la Ilíada? Todo el mundo dice que la Ilíada habla sobre la guerra de Troya. Todo el mundo menos Homero, en todo caso. Porque el poema empieza diciendo de qué trata: Canta, oh diosa, la furia loca de Aquiles el hijo de Peleo, una ira funesta que le causó tantos males a los griegos y a los troyanos. La primera palabra en griego de la Iliada es locura furiosa, ira. Aquiles se volvió loco, digamos así, por muchas razones: de vanidad, por furioso de soberbia, y llevó su soberbia hasta la locura, digamos así, de hacerle mal a los amigos, a los suyos, a los más queridos y por supuesto a hacerles un mal cruel y despiadado a los enemigos, cuando le llegó el turno de vengar a los griegos que habían muerto por la propia culpa de la furia de Aquiles. ¿Qué era Aquiles, malo o loco? Se enojó, sin mucha razón, se sintió ofendido (aunque lo obligaron a cumplir una ley que le impuso un tipo peor que él pero que tenía derecho a hacer la ley) y entonces Aquiles aplicó toda la fuerza que tenía -que era mucha y la aplicó con furia y locura- contra los suyos; y después la retaceó perjudicando a los suyos y la volvió a aplicar, contra propios y extraños, y todo haciendo daño.

- Mirá vos..., dijo Toti que hacía rato ya no entrecerraba los ojos pícaros y oía con una especie de raro interés la épica griega.

El Negro y el radiólogo, que parecían saber del asunto, siguieron el tema con aportes y preguntas. El radiólogo, por ejemplo, sabía algo de la cuestión homérica y preguntaba si era o no el autor de la obra y cómo podía ser el autor de la Odisea. El Negro, que había visto la última película sobre el tema, de un plumazo olímpico defenestró la elección de Brad Pitt: Aquiles no era así, seguro...

Al final, la cosa derivó hacia otros rumbos porque insistí en que en la obra se habla más que lo que se pelea, como lo muestra el primer capítulo ya de arranque. Y de allí salieron más cosas por decir.

El patrón del taller sonreía de tanto en tanto, sacando la cabeza de entre fierros y mangueras del Peugeot que había cortado la cadena de distribución.

Ya desmadrada del cauce primero, en algún momento y como pasa, la conversación anduvo por todas partes. El radiólogo, hablando de locuras, nos explicó algunos efectos de los rayos y el Negro volvió a su ranking de carnicerías locales y a la receta mágica para elegir los mejores chorizos. Pero también circularon la Roma de Francisco, el Egipto de Mursi, Independiente en la B, Víctor Hugo Morales, si sigue el frío, por qué los chicos no leen más, cómo cambiaron las comidas de los argentinos, historias de clientes raros, qué lindo era el pueblo hace 30 años y así, durante casi hora y media. Todo alrededor del mate y la boca de fuego, que el persistente espontáneo silencioso había ido haciendo arder, mientras apenas levantaba la cabeza de la madera y nos oía como a la radio del taller, sin prestarnos la más mínima atención.

Había que irse. Yo, al menos. Era media tarde y quedaba tiempo para mimar a la salamandra de casa haciendo leña de algunos otros árboles caídos y para ocuparse de esto y aquello en la cueva.

Toti se había quedado callado en los últimos doscientos metros de la conversa. Apenas intervenía, apenas alguna de sus bromas filosas.

De la nada -y no tanto, porque siempre con ellos es una misma conversación ininterrumpida-, sentenció pensativo mientras caminábamos hacia el auto.

- Claro. Seguro que además de tener mala entraña la cusifai ésta está un poco loca. Pero lo que está bueno es eso de Aquiles, ¿no?

- Claro, Toti. Eso es verdad. Pero en algo se parecen, fíjese: locos furiosos o hijos de puta, pueden hacer y hacen mucho daño. Por eso Homero hizo la Iliada, creo.