Sicilia en flor (I)
1. El camino a Agrigento
El naranjal me abruma.
A tu costado, brilla la noche
y brilla el viento cálido
que trae liviano el aire
en ese potro de albahaca de las islas.
Viene del mar el viento;
trae de más allá del mar arenas de silencios.
Caminemos la noche de este día
que el naranjal me abrumará de salvia,
cuando lleguemos a Agrigento.
2. La fuente de Selinunte
¿Recuerdas?
En el invierno,
junto al fuego de encinas y naranjos,
reías con mis manos callosas y ateridas,
mientras el viento
silbaba entre columnas y ruinas.
Volví a Selinunte en esta primavera.
Y vi una fuente.
Oí sus aguas breves, puras,
refrescarme los ojos
de la sal de estos mares.
Y recordé tu risa,
simple y clara
como esta fuente en Selinunte.
3. Viñas de Naro
Subí hasta Naro en junio
con pies de promesante.
Camino de san Giovanni,
entre almendros y olivos,
las tímidas majadas en los montes,
el corazón del cielo
entre huertas y piedras de milenios,
y el dolor y la paz de catacumbas.
Nada me dijiste de las viñas de Naro,
y me escondiste el rojo de sus vinos.
Ahora, en la tarde de un día,
miro Naro desde la altura
del inexpugnable Chiaramonte.
Y bebo, en una escudilla de madera,
y disfruto el tiempo en que, sonriendo,
pueda decirte
que he descubierto el vino de Naro.