lunes, 24 de noviembre de 2008

Entretiempo

Claro que no: a usted, mi amigo, no tiene por qué interesarle el asunto.

Pero a mí sí, qué tanto...

¿Usted se cree que es fácil acertar a la distancia con el pie -chino o malayo o qué sé yo de qué reino sudesteasiático- de un purrete de 10 años en crecimiento que clama por calzado deportivo?

No, no es fácil. Pero acerté (a la tercera, claro, ¿y qué...?)

¿Usted se cree que, para un humilde docente bonaerense con veleidades intelectuales, es sencillo caminar las veredas de eucaliptus del viejo y venerable club, cada sábado y domingo de estos tiempos de fin del año de las crisis de los dineros y las almas?

No, mi estimado, no es sencillo. Pero allí anda por estos findesemanas un servidor.

¿Usted acaso estima llevadero el folklore de campeonatoinfantildefutboldelregatas, al que se somete manso como cordero el autor, feliz como un niño?

No, caro mio, no es llevadero. Pero, este hombre sobre las ruinas de una civilización lo lleva y sobrelleva (y nadie ve la furia, nadie...)

Y al fin, cuñao, ¿usted cree que con un historial de tres derrotas y un empate -mísero poroto en la cuenta del equipo-, Gregorio el batallador alcanzaría alguna vez las mieles de la victoria, sufrida, calurosa de mezzogiorno, ardiente de esfuerzo y de pasión, sudada de gloria?

No, mi cuate, no lo cree. Pero así fue y el joven vio tan luego este domingo a sus adversarios como escabel de sus botines.

Eso, cumpa, se llama alegría: a-l-e-g-r-í-a.

Pero, ¿y la Davis...? Sí, sí..., ya sé; ¿y a mí qué?

Pero, ¿y el penal trunco de Riquelme, aunque haya ganado el Xeneize? Ja: filfas, compadre...

El batallador salió del field con un triunfo entre los tapones de sus botines. Y listo.

Y entonces ahora, caballero, podemos seguir con lo que veníamos diciendo.