jueves, 7 de diciembre de 2006

La luna

¡Qué linda luna hubo esta noche! Baja en el horizonte y enorme al salir, bien al este, sobre el río color de león.

Si se anda tarde por las afueras, volviendo a casa, o yendo y viniendo de cosa en cosa, tarde, se la ve. Aunque, estando tan al este y tan grande y baja, no sé por qué me la imagino sobre el mar y me da grande alegría. O sobre la meseta, allá en el sur. Reina. Reina de Plata, perlada.

Todo el día pasé pensando en los dichos de Rosas. En parte porque sí, en parte por el sabor a cosa conocida.

Igual no está mal lo que repite Rosas en sus Consejos, claro que como lo dice él...

Y digo repite porque todo lo que dice -de un modo u otro- está, por ejemplo, en el Libro de los Proverbios. Hay que buscarlo y allí está.

Lo de la mujer, si vamos a ver (y ya que estamos de luna...)

Braulio Anzoátegui (otro que tal... y de lo más pariente de Rosas, para colmo) en un aforismo que cito de memoria dice algo así como que la peligrosa no es la puta sino la hija de puta. Y resulta que los Proverbios dicen también lo mismo y más extensa y crudamente, acaso.

Busque, mi amigo, si no lo cree.

El capítulo 5, el 6, y mucho más en el 7, o en el 12. En fin, por todas partes en el Libro hay consejos y admoniciones a propósito de este asunto.

Como en el caso del hermano mayor proverbial de aquel último consejo 'socrático-rosista':
mejor es habitar en el desierto
que con mujer litigiosa y triste
que mismamente dice Proverbios 21, 19; y como tal parece que era de furibunda y mal llevada la doña Xantipa de Sócrates, lo cual no impidió que tuvieran 3 hijos (cosa que Sócrates apreciaba) y vivieran algunos cuantos años juntos, hasta en la celda de la muerte juntos.

Las lenguas insidiosas dicen que la señora estaba harta de los pelandrunes de sus amigotes platónicos y alcibiádicos, con lo que el tipo finalmente se escapaba de la mujer y de allí su peripatética filosofía agorística... Se cuenta que Sócrates casó grande (entre los 50 y los 60, según algunos) y que sus hijos eran chicos todavía cuando murió envenenado. Ella, dicen también, era bastante más joven que él. También decían que había tenido otra mujer además de Xantipa: Mirtó, hija de Arístides el justo, cosa que creía Aristóteles (parece que tratando de explicarse las pocas luces de Lamprocles, Sofronísco y Menéxeno, que así se llamaban los muchachos), pero según parece cierto, no es verdad.

En fin.

El caso es que, advertencias más o menos, y para hacerle entera justicia al asunto, es verdad que la mujer del Libro de los Proverbios -la 'gran mujer', se entiende- se asocia a la Sabiduría, máximo asunto y grave, y a ella alude abundantemente; así como es verdad que allí la relación de la mujer con el varón es figura del amor y la fidelidad humana a su Señor.

Todo está dicho en ese magnífico acróstico final del capítulo 31 del Libro de los Proverbios, que siguen las letras del alfabeto hebreo, espléndido poema sobre la mujer perfecta que, no porque sí, comienza diciendo
Una mujer completa ¿quién la encontrará?
Es mucho más valiosa que las perlas...

Perlas, sí. Del color de la luna.

Con lo que vuelvo al principio.

Y no está mal.

No hay cosa en el cielo y en la tierra en la que la mujer y la luna no anden juntas.