sábado, 23 de diciembre de 2006

Feliz Navidad

La Navidad no tiene ningún problema.

Nosotros, acaso. Ella no.

Por ejemplo, pienso en algo que he oído muchas veces. Gentes que para ocasiones o fiestas como la Navidad, se entristecen, desesperan, sufren. Como si la ocasión -particularmente la de una fiesta- fuera una conmoción lo suficientemente fuerte para desequilibrar, para hacer temblar el mundo y a los hombres con él. Y no querer que ocurra, y no querer que nos ocurra estar en ese día en ese momento. Podrá ser patológico o moral. Puede ser fantasmagórico, pero para algunos es un fantasma ominoso y opresivo. Su tristeza es real y a veces fatal.

Pienso por otra parte también en que al poner Feliz Navidad aquí, pasa algo bueno y algo no tan bueno.

Está el augurio, la conmemoración, el reconocimiento, la piedad. Y a través de ello pasa la alegría.

Pero está el diario, también, la percepción periodística o noticiosa del asunto, la efímera novedad y una insana actualidad y la voracidad de actualidad insana: nomás el 26, al augurio le adviene la obsolescencia. Y la propia Navidad parece ponerse rancia con el augurio obsoleto.

Tan acostumbrados estaremos al tempo de la información. Tan temporales seremos que apilamos sucesiones. Y lo pasado, pisado...

Podría uno hacerse a la idea de que 'Navidad es y tiene que ser cada día...' y cosas así. Pero mejor no. Porque es tan endeble como formulario y tiene una eficacia tal vez más epitelial que entitativa, creo. Hay variantes más o menos del estilo que usan al 'hermano', al 'prójimo', al 'pobre', con el mismo objeto de escaparle al punto tratando de convertirlo en línea.

En todo hay un poco de verdad y algún fundamento real. Pero desafío a quien dice que obra de ese modo a que piense efectivamente en los exactos términos navideños (con los contenidos y hasta con la forma exterior, incluso, ¿por qué no?) un 4 de mayo o un 17 de septiembre.

No.

Tiene que haber un modo por el que feliz signifique algo más que las buenas y usadas maneras. Tiene que haber un modo por el que no se enmohezca Navidad, apenas a la tarde del 25.

Es verdad que el cristianismo es algo para los hombres. Pero un secreto potente que guarda el cristianismo es ciertamente el poder renovar todas las cosas. Incluso a los propios cristianos para que entiendan y sepan y saboreen de qué modo Jesucristo hace nuevas todas las cosas.