viernes, 6 de septiembre de 2024

El parto de los montes (III): El gato y el ratón





Es comprensible que a los ratones el asunto no les haga mucha gracia. Pero si es así, es así.

Donde hay ratones, lo más seguro es que haya gatos. Es instinto. En cuanto los gatos huelen ratones, salen de caza.

Y los gatos salieron de caza porque olieron ratones. Al principio creyeron que eran "grandes felinos" (o hicieron que creían que lo eran...), hasta que los ratones tuvieron que sacarse el disfraz, sacarse la cabezota con melena de león, limarse los dientes de tigre, hacerse la manicure en las garras postizas y acostumbrarse a ir dejando de rugir. Pero los gatos empezaron a darse cuenta de que un ratón es un ratón. Y no hay metamorfosis para eso.

Los ratones podrán ser astutos, pero los gatos no se fijan en eso. Lo llevan en las venas: cazan ratones. Y no son tontos tampoco, también son astutos. Y silenciosos, pacientemente silenciosos.

Ahora bien.

Que los libertarios son como si dijéramos ratones, es un hecho (es curioso, en otro sentido, que además de "cuatro gatos locos...", luzcan como unos pelagatos y hasta unos "gatos"...).

Entonces. Volvamos.

Hay ratones. Pero la cuestión es ¿quién cazará a los ratones? ¿Quién es el gato que los cazará? ¿Será uno solo? ¿Serán Don Gato y su Pandilla

Repasemos.

Está Mauricio Macri, que les tiene un hambre notable a los ratones. Muestra un acecho paciente, cada tanto gruñe un poco, un poco ronronea. Podría ser él (y su pandilla). Es de los que comen frío el plato de la vendetta.

Está el peronismo ("los peronismos", hay que decir: porque está visto que cada peronista es muchos modos de peronismo... a la vez, incluso). Puro, virgen, extravirgen o "blend", tanto da. Cristina Fernández, Pichetto, Massa, Firmenich, Moreno, Randazzo, Quintela, Kiciloff, et ainsi de suite... Porque, attenti: hasta Patricia Bullrich es una peronista "teñida", por decir algo. Y no me apuren que lo pongo a Eduardo Duhalde, a Sergio Berni y hasta a... Alberto Fernández. Están seguros de que son gatos. Y están seguros de que los que no son gatos, son ratones. Y están seguros de que ellos son los únicos gatos que comen ratones.

Están los radicales, sí. Pero de habitual son "gatas de compañía" siempre, para decirlo rápido. Cuentan (mientras cuentan...), hasta que ya no los tienen en cuenta.

Está la izquierda. Pero con los gatos salvajes es difícil saber. En estas pampas, al menos. Están para el desmán y el maullido rabioso. A veces se asocian con otros o se mandan solos y toman unas baldosas de la vereda (para no exagerar y decir que "toman la calle"...); también les gusta la gimnasia revolucionaria, más que el dulce de leche. El problema con eso es que entrenan y entrenan, pero la medallas se las llevan otros. En estas pampas, al menos. Les hicieron el favor más de una vez a las botas. Son como esos que decía Chesterton: asaltan el Olimpo, como los Titanes, y no llegan al cielo, pero dejan a su paso tierra arrasada. Mientras tanto, su "cultura" prospera y muchos que no son de izquierda se tragan esas viandas como si fueran nutritivas.

(Pero, no nos olvidemos de que también "las derechas" se tragan sapos sin saber de dónde vienen y adónde van. No es patrimonio del progre por disciplina o por pánico al mundo y al discurso prestigioso. Si no me creen, miren las apostasías de los derechosos quemando incienso en el altar de Javier Milei y de Victoria Villarruel...)

Y ya que se mentó (en voz baja) a la vicepresidenta, hay que anotarla en la lista de los cazadores felinos. No es exactamente ella, claro, que no es jefa de nada: serán los que la auparon a ese lugar que ocupa (empujando desde abajo, pero más que nada levantando desde "arriba").

Y está la Iglesia, no se asombren ni se pongan nerviosos, que ya estamos grandes. La de este cuarto de hora de la historia, por ejemplo. Ríanse de la SIDE. Si quieren conocer operadores omnipresentes, silenciosos y felinos como gatos, si quieren "inteligencia" planetaria en todo rincón del orbe, miren para ese lado también.

Claro que no hay solamente gatos pampas. Muchos de ellos son apenas el apéndice de arrabales más "pesados",  a la izquierda, al centro y a la derecha; felinos de número de otras pandillas de gatos más gordos y potentes, que casi ni saben bien quién es el "Don Gato" que los manda. Gatos con más poder, más astucia, más paciencia. Muchos de los cuales ni siquiera comen ratones, pero que tienen igual el instinto de cazarlos, porque sí, porque les conviene o por lo que quieran.

¿Y los gatos anónimos? ¿Los gatos de la calle? ¿Los gatos comunes?

Qué puedo decirles. Muchos (una mayoría que vaga, populosa y desangelada, por las calles...) se acostumbraron y, domesticados, comen comidas enlatadas "con sabor a pollo, carne o pescado". Pero que el instinto lo tienen, lo tienen. Claro que se acuerdan de eso cuando faltan las latas "con sabor a pollo, carne o pescado". Una pena. Esos gatos pierden bastante de su dignidad: no están hechos para comer latas y hacer "sus cosas" en una camita de plástico con piedritas blancas. Pero ahí están, los pobres.

¿Y los ratones?

Por raro que parezca, los ratones se defienden como "gato entre la leña"

¿Zafarán?

No sé eso. 

Sé que son ratones, no gatos. 

Y que los gatos cazan ratones.

Y que los ratones no cazan gatos.