sábado, 31 de agosto de 2024

Juan Luis, el gallardo




Uno de los peligros de la muerte es que puede bañar de bronce ardiente a una persona. Y eso es una gran pena. Sobre todo cuando la persona en cuestión no lo necesita, porque es una persona buena y se notó en vida que era una persona buena.

Fui amigo de Juan Luis. Pero lo que me dejó su amistad queda para mí. Y él ya lo sabe.

Confieso, por otra parte, que no me gustan las biografías, ni me gustan para nada los panegíricos, ni menos las lecturas del CV y los logros que suelen decirse antes de una presentación.

Solía decir Juan Luis que en este país "sos lo que fuiste", con una ironía mansa y feliz; y entonces, lo que dice el CV o el panegírico, congela, falsa o verdaderamente, lo que alguien fue y es en realidad. Por eso, ¿para qué? Además, ya habrá quienes lo vayan a hacer, así que, ¿qué podría agregar, si lo que me dejó antes de irse, me importa a mí y a nadie más, creo?

Una cosa digo: Juan Luis era gallardo, eso sí. Incólumemente gallardo, y entero, íntegro. Un hombre honorable, que merece su honor por ser quien es. Y valiente y para nada afecto a los respetos mundanos, a los que suelen ser tan afectos los "hombres de la palabra", los intelectuales que viborean escapándole a la jeringa. De eso, nada. Y generoso y piadoso, genuinamente ambas cosas.

Y era un tipo normal, gran cosa. Apto para los salones elegantes tanto como para el parrillón de las inmediaciones de Tribunales. Y eso es gallardía, a mi ver. Y del tipo de gallardía que no necesariamente da la carne o la sangre, sino fruto de la aristocracia del espíritu, que sabemos que es la más noble.

Y era argentino, producto escaso desde hace tiempo, por lo que se abre un hueco fiero con su partida. Podíamos discutir sobre las opciones políticas, no mucho, algo. No había forma de discutir sobre la Patria, ni modo de dudar de su amor a la Patria. Encarnó bien eso de Castellani: "Amar la Patria es el amor primero / y es el postrer amor después de Dios...".

Pero, basta. A ver si tropiezo y caigo en el abismo de las lambidas.

Creo que tanto para los que no lo conocieron en persona y sólo lo leyeron, como para los que apenas saben de él, lo mejor es que él hable de sí mismo. Porque, como gallardo que fue, es transparente y cabal. Lo que dice que le gusta, le gusta. Lo que dice que no le gusta, no le gusta. Lo que celebra, lo celebra. Lo que detesta, lo detesta.

Y para eso, un buen principio es leerlo (o releerlo). Hasta para jugar a cotejar lo que dice con lo que conocieron de él los que lo conocieron. Y para principiar a leerlo, elijo Las Cosas y Más Cosas. Y no porque no tenga otras obras valiosísimas, y amenas, ingeniosas, que alguna hasta profética y lúcida fue en su momento. Pero, si me equivoco en mi criterio, que Juan y los lectores me lo demanden.

Querido Juan, tengo muchas cosas que agradecerte y más cosas que conversar contigo. Espero que haya ocasión de hacerlo cara a cara y frente a frente, porque creo que sé dónde podría encontrarte cuando me toque pasar la puerta, Dios y su misericordia queriendo.

________________________________

Las Cosas.

Más Cosas.

________________________________