(Aire de fandangos de Huelva)
En el portal de tu casa
hay un jardín florecido
y hay una rosa encarnada,
que parece tu cariño,
de orgullosa y espinada.
* * *
Está diciendo el torero:
"con la muerte de este toro,
se está muriendo el toreo
en esta arena en que lloro
su sangre brava y de fuego".
* * *
Para darte mi cariño
me bastaba con saber
que no había más motivo
que el perfume de clavel
de tu pelo renegrido.
* * *
Un ángel bajó del cielo
para hablarle a la doncella.
Y ella cantó un cante nuevo
feliz por lo que le oyera
decir a un ángel tan bello.
* * *
Por la nostalgia del mar
llorando está la gaviota
que está sin poder volar.
Tiene sus dos alas rotas,
y sus ojos lloran sal.
* * *
Que no te puedo querer
me dijo mi madre un día
y no pude obedecer
pues yo tanto te quería.
Y me arrepentí después.
* * *
Vive esperando la muerte
el hombre que está en la vida
y se enfrenta con su suerte,
como sea que sea venida.
Ella es lo que tiene enfrente.
* * *
Es como vara de nardo
el talle de tu cintura,
que lo medí con mi abrazo
en una noche sin luna.
Y florecieron mis manos.
En el portal de tu casa
hay un jardín florecido
y hay una rosa encarnada,
que parece tu cariño,
de orgullosa y espinada.
* * *
Está diciendo el torero:
"con la muerte de este toro,
se está muriendo el toreo
en esta arena en que lloro
su sangre brava y de fuego".
* * *
Para darte mi cariño
me bastaba con saber
que no había más motivo
que el perfume de clavel
de tu pelo renegrido.
* * *
Un ángel bajó del cielo
para hablarle a la doncella.
Y ella cantó un cante nuevo
feliz por lo que le oyera
decir a un ángel tan bello.
* * *
Por la nostalgia del mar
llorando está la gaviota
que está sin poder volar.
Tiene sus dos alas rotas,
y sus ojos lloran sal.
* * *
Que no te puedo querer
me dijo mi madre un día
y no pude obedecer
pues yo tanto te quería.
Y me arrepentí después.
* * *
Vive esperando la muerte
el hombre que está en la vida
y se enfrenta con su suerte,
como sea que sea venida.
Ella es lo que tiene enfrente.
* * *
Es como vara de nardo
el talle de tu cintura,
que lo medí con mi abrazo
en una noche sin luna.
Y florecieron mis manos.