domingo, 10 de noviembre de 2019

Andrómaca recuerda a Héctor en las playas de Ftía


Bien lo conoce mi inteligencia y lo presiente mi corazón: día vendrá en que perezcan la sagrada Ilión, Príamo y su pueblo armado con lanzas de fresno. Pero la futura desgracia de los troyanos, de la misma Hécuba, del rey Príamo
y de muchos de mis valientes hermanos que caerán en el polvo a manos de los enemigos,
no me importa tanto como la que padecerás tú cuando alguno de los aqueos, de broncíneas lorigas, se te lleve llorosa, privándote de libertad, y luego tejas tela en Argos, a las órdenes de otra mujer, o vayas por agua
a la fuente Meseida ó Hiperea, muy contrariada porque la dura necesidad pesará sobre ti.
Y quizás alguien exclame, al verte deshecha en lágrimas: Ésta fue la esposa de Héctor,
el guerrero que más se señalaba entre los teucros, domadores de caballos, cuando en torno de Ilión peleaban.
Así dirán, y sentirás un nuevo pesar al verte sin el hombre que pudiera librarte de la esclavitud.
Pero que un montón de tierra cubra mi cadáver, antes que oiga tus clamores ó presencie tu rapto.

Héctor a su esposa, Andrómaca
Ilíada, canto VI.
Homero


La tarde interminable me separa de las costas de Ilión,
y mis pies prisioneros besan el agua
para rescatarte del mar que circunda tu memoria,
el monocorde mar que truena
alrededor del túmulo lejano en el que yace tu fama
y mi dolor,
y que te aparta de mí...


El viento suave del este cada día trae el perfume de Héctor amado,
orgulloso, montado en los caballos de los teucros indómitos,
con el penacho de su yelmo como crines oscuras de un garañón
y el bronce de su pecho atrevido,
surcando el aire del llano de su reino.

Invierno tras invierno, primavera tras primavera,

los dioses sempiternos me contemplan:

unos compadeciendo mis cadenas,
otros hostiles a mis lágrimas.

¡Ay, príncipe! ¡Ay, de tu esposa cautiva de los hombres
que mataron a mi padre,
que asesinaron a mi hijo,
que me dejaron sin tu abrazo y tu espada...!

Un día volveré a la tierra que te cobija.
ya no seré la esclava en las tierras de Ftía.

Seré la misma Andrómaca,
la flor del hombre que combate,
el pecho que amamantó a su hijo,
y vestiré las armas que te dieron la gloria en las batallas,
y empuñaré el escudo con el que te batiste,
y viviré contigo.

Y cabalgaré contigo,
solamente contigo entre los fresnos que nos guardan como astas de guerra.


Y ya no morirás.

Y yo viviré.