lunes, 30 de abril de 2007

Éowyn revisitada

A propósito del asunto, por una vía extraña, aunque no fortuita, hubo ocasión de desempolvar algo que había olvidado por completo, escrito hace algunos años en ocasión de idas y vueltas alrededor de las figuras de la obra de Tolkien y sus cualidades emblemáticas.

Un fragmento de aquello viene a cuento. Así que, aquí viene...
...En lo que hace a Éowyn, no está de más repasar la verdad de la historia, tal como el propio JRRT la concibió. Al fin de cuentas, es la única verdad sobre Éowyn que hay a mano, si es que uno quiere fijarse en ella. Siquiera para usarla como metáfora de algo. O simplemente para entender.

Las palabras que se refieren a esa historia, en parte desdichada aunque como tantas otras en la obra es eucatastrófica, están en la novela bastante claras. JRRT, por otra parte, habló de ella en sus cartas, aunque mirándolo bien admite en una de ellas (la imprescindible Carta 131, en la cuenta de la edición de Carpenter-Tolkien), puntos que son los lindes de la importancia que tiene el amor:

Puesto que ahora intentamos tratar la “vida corriente” que mana siempre inextinguible bajo el pisoteo de los acontecimientos y la política mundiales, intervienen historias de amor, o el amor de modos diversos, del todo ausentes en El Hobbit. Pero con respecto a la más alta de las historias de amor, la de Aragorn y Arwen, hija de Elrond, sólo se alude a ella como a algo conocido. Se la cuenta en otro sitio en un cuento corto, De Aragorn y Arwen Undómiel. Creo que el simple amor “rústico” de Sam y su Rosie (no elaborado en sitio alguno) es absolutamente esencial para el estudio de este personaje (el del héroe principal), y para el tema de la relación entre la vida ordinaria (respirar, comer, trabajar, engendrar), las misiones, el sacrificio, las causas y el “anhelo de los Elfos” y la mera belleza. Pero no diré más ni defenderé el tema del amor equivocado percibido en Éowyn y su primer amor por Aragorn. No creo ahora que se pueda hacer mucho por enmendar las faltas de este largo cuento que abarca tanto, o volverlo “publicable” si no lo es ya ahora....

Una joven noble, de la estirpe de reyes de Rohan, jinetes y guerreros, hambrientos de gloria y hazañas. Hombres éticos, que diría Kierkegaard, no hombres religiosos, guerreros. Sensibles por lo tanto a las luces de estadios diferentes de los suyos.

De Éowyn se dicen varias cosas:

Estaba sujeta a Théoden, destinada y como condenada a cuidar a un hombre grande y viejo, en decadencia, que chocheaba y se obnubilaba con las palabras pérfidas de Grima Wormtongue.

Estaba, por su deseo de honrar su estirpe más que a su propia naturaleza femenina, deseosa de acometer las hazañas que sí podían los hombres de Rohan. Se diría un rasgo de masculinidad en su personalidad que empalidece su naturaleza femenina y confunde sus apetitos, sus pasiones y los motivos de sus acciones, aunque Gandalf entiende que en un cuerpo de doncella haya un espíritu magnificente no menor al de un rey. Esa es la razón que dan los sabios cuando explican por qué miraba como miraba a Aragorn, para ella el emblema de las hazañas, superior a los jinetes de Rohan.

Aragorn ciertamente ve su nobleza, su belleza, y los dones de su naturaleza más que los de su estirpe, aunque se da cuenta de la valía de aquella mujer semejante a un varón, por así decir, en su fiereza y orgullo; pero también percibe desde el comienzo la obscuridad en su corazón, cuando al darle una copa su mano roza la de ella que tiembla en su presencia. No bien ve esto, ya nunca más le sonríe hasta que ella no esté al fin curada. Y hace bien. Aunque, en esa distancia que él le impone, Éowyn vea al fin un motivo más de desesperanza.

Parece claro, y así se dice, que en su corazón ya había una semilla de oscuridad anterior al encuentro de ambos.

De ella se dice que sufre varios males. Uno de ellos, el último en el tiempo, es haberse enamorado de Aragorn. Pero lo principal no es esto, según explica bien Gandalf. Muy adentro de su corazón entraron también las palabras de Wormtongue, siervo del Saruman corrompido, siervo de Sauron, y esas palabras hicieron mella y huella. Su falta de esperanza y hasta su propio deseo decepcionado y frustrado de glorias guerreras, confundido con su enamoramiento.

"...En sus amargas vigilias de la noche, cuando sentía que la vida se le empequeñecía, cuando sentía que las paredes de la alcoba parecían cerrarse alrededor de ella, como para retener a alguna bestia salvaje...". Y fue allí que frustrada alimentó esa oscuridad, muy anterior al encuentro con Aragorn.

Ella lo llama finalmente su señor y curador, pero no fue Aragorn quien la curó de aquello más grave, de la sombra y de los efluvios de la sombra, del daño que mostraba aquel brazo que sostiene la espada y que era el que estaba lleno de tristeza y sin vida. Sí la curó de lo menos grave: su brazo roto, el brazo que sostenía el escudo en la batalla con el Nazgûl en los Campos del Pelennor y a la que ella fue con el deseo de morir, amargada por tantas decepciones y desesperanzas mezcladas.

"...Pocos dolores entre los infortunios de este mundo amargan y avergüenzan tanto a un hombre como ver el amor de una dama tan hermosa y valiente y no poder corresponderle

... Éomer, puedo decirte que a ti te ama con un amor más verdadero que a mí: porque a ti te ama y te conoce; pero de mí sólo ama una sombra y una idea: una esperanza de gloria y de grandes hazañas... Tal vez yo tenga el poder de curarle el cuerpo, y de traerla del valle de las sombras. Pero si habrá de despertar a la esperanza, al olvido o a la desesperación, no lo sé. Y si despierta a la desesperación, entonces morirá, a menos que aparezca otra cura que yo no conozco...", le dice lúcidamente Aragorn a Éomer.

Efectivamente, otra cura aparece para ella de su trato con Faramir, quien se enamora de Éowyn y quien le explica cuál es, a su modo de verlo, uno de sus males, el que parece el mayor y que en su versión se mezcla en realidad con el dolor de la doncella por Aragorn.

En las palabras y en el amor de Faramir es donde ella encuentra la cura: "¡Ya nunca más volveré a ser una doncella guerrera, ni rivalizaré con los grandes caballeros, ni gozaré tan sólo con cantos de matanzas! Seré una Curadora, y amaré todo cuanto crece, todo lo que no es árido. –Y miró de nuevo a Faramir.– Ya no deseo ser una reina..."

Mejor, dirá él porque no quiere tampoco ser rey. Faramir es un hombre de Gondor, del mismo reino que Aragorn, aunque no es un rey ni un numenoreano. Es un hombre excepcional, sin duda, de la misma laya que Aragorn y merece por ello servirlo. Pero es un hombre a la medida de Éowyn y de lo que ella en realidad es. Su plan es vivir en los prados de Ithilien, junto a la Dama Blanca, por debajo de los altos asuntos de quienes pertenecen a un estadio distinto del de ambos, tal como bien lo entiende él.

Parece claro que Éowyn no sabe exactamente cuál es y cuál ha sido su mal. Ni siquiera una vez que ha sido librada de él. Su modo de mirar, en cierto sentido bidimensional como corresponde a su estadio, hace sí que perciba claramente su liberación y se alegre por ello. A la vera de su cama en las Casas de Curación, los hombres más sabios, Gandalf, Aragorn, y algo menos Éomer, deliberan y exorcizan la sombra que la inunda y la cubre. Ella, mientras tanto, duerme, lejos, ajena.

Una lectura rápida, y en parte podría parecer también culpa del mismo texto, hace la impresión de que su amor por Aragorn es el eje de sus tristezas y desesperanzas.

Sin embargo, visto con más detalle, Éowyn es simétrica con Boromir, dos caracteres épicos y éticos; de modo que, en cierta analogía, el anillo es a Boromir lo que la gloria y magnificencia que trasunta Aragorn es a Éowyn.

Del fondo de su corazón, esencialmente noble, Boromir saca el resto que le otorga una muerte digna. Así, Éowyn tendrá que recurrir a la femineidad y a la sencillez de su naturaleza para abandonar sus sueños de gloria y de consecuente asociación a la gloria de Aragorn.

"Ya no quiero ser una reina", es la frase que indica que su amor era finalmente una mezcla y mezcla impura y que su origen y motivo están más bien dentro de la propia doncella que afuera.

La historia es más que el ejemplo de un amor frustrado y no correspondido.

Es también, y sobre todo, una mirada sobre la naturaleza femenina en particular y sobre el corazón humano, en general, enfrentado a si mismo, a sus deseos, a lo que se propone más allá de lo que es.

Podrá ser más -digamos así- romántico, y eventualmente oportuno o rentable para otros fines (como, por ejemplo, los cinematográficos), considerarlo solamente una historia de amor y aun de amor cortés y nimbado de motivos épicos, y esto es posible porque en un gran relato siempre hay capas y capas de sentido. Pero no parece que sea la historia que pensó JRRT. Y tanto no lo es que el propio autor lo dice.

De modo que al mirar la figura de Éowyn habría que verla en relación con el asunto principal, con el más alto, antes que como una novela intercalada de asunto propio.

Las razones por las cuales Aragorn se entristece en presencia de la doncella, tienen solamente en parte origen en el hecho de que él vea que ella cree amarlo y en que él sepa que no va a corresponderle. La ventura que Aragorn le desea desde que la ve, no se refiere solamente al destino final de lo que Éowyn cree sentir por él. Y así lo dice él mismo. Y esto dicho no tanto en relación con él, sino respecto de ella y de aquello que Aragorn ve en ella, aquello que él desearía que fuera su felicidad, según ve Aragorn la distancia entre lo que ella cree y lo que ella es.

La novela no es una telenovela. Y, a cualquier efecto, siempre conviene mirar con atención los asuntos delicados que JRRT ve con mirada penetrante.

Bien mirado, a su vez, hay algo similar en "Brideshead Revisited", la mejor novela de Evelyn Waugh. Hacia el final de la obra, Julia Flyte vive en adulterio con el narrador Charles Ryder, cuando se reencuentran después de años. La historia romántica terminará por disolverse. Ninguno de los dos volverá sin embargo a sus respectivos matrimonios mal hechos primero, y deshechos después.

Julia, católica durante mucho tiempo alejada de la práctica religiosa, volverá a su fe, precisamente enfrentada a la posibilidad de unirse a él. Charles, anglicano de origen y escéptico en sus prácticas, se convertirá al catolicismo.

Los amores personales no solamente dejan paso a cuestiones más altas y graves, a amores más graves y altos. Son en realidad esos amores más altos y graves la cuestión importante.

Y eso mismo es, al fin de cuentas, lo que pone a prueba a los lectores, porque todo lo que se recibe, se recibe al modo del recipiente.

Y porque no solamente la inteligencia juzga de las cosas. También las cosas juzgan a la inteligencia.
En esto pensaba cuando decía que Peter Jackson, a mi gusto, había trivializado tanto los caracteres como la misma relación de Aragorn y Éowyn.