jueves, 1 de diciembre de 2022

Los abrazos del peronismo




Hace unos días, el Consejo de la Magistratura de la Nación, desestimó a través de una de sus comisiones y en votación dividida, una denuncia contra los jueces Javier Anzóategui y Luis Rizzi. Dejé aquí en su momento un Excursus de Anzoátegui que, en buena medida, lo puso en el ojo de esta tormenta, aunque a decir verdad sus fallos son homogéneos en materia de ideología de género. 

El peronismo fue derrotado en esa votación que, digámoslo también, tuvo más en cuenta la persona de los jueces que sus dichos y sus actos, porque, Ud. perdone, quienes con su voto los exoneraron de los cargos son, en algún caso, también peronistas y, en su mayoría, nada tienen en contra de las perspectivas de género, como se llama ese nuevo código moral universal. De modo que no se trató de discutir los criterios de fondo.

El peronismo anticipó –con la sangre en el ojo– que había y habría otras denuncias contra estos mismos jueces y que entonces allí tomarían revancha de esta derrota.

Ahora bien.

El gorilaje tiene en su diccionario básico la expresión "negros de mierda" para calificar a los adictos al General y a Eva Duarte. Allá ellos, pero creo que –por su conocida y típica ceguera partisana– se equivocan. 

El peronismo muestra más de una vez, cómo decirlo, una raíz que lo conecta al reconocido impulso de Roma por la organización del estado y la arquitectura legal y jurídica de la sociedad. Su raigal sentido práctico y su clara noción de lo que vale el poder en el gobierno de una sociedad le han permitido, a lo largo de ya vamos camino a un siglo, armar proteicamente con su voluntad política las fibras legales y jurídicas de la comunidad, así como ensamblar retóricamente lo oportuno para cada ocasión.

El juicio que esto me despierta ya lo dije más de una vez, pero ahora me limito a una descripción.

El peronismo puede abrazar, y abrazar con voluntad inquebrantable, lo que sea y por la razón que sea. 

También pasa que algunos militantes, refugiados en lo que atesoran como las 20 verdades peronistas, repudian lo que consideran desvíos a derecha o a izquierda. Si ese argumento libresco no prospera, aducen que el peronismo es un movimiento y que puede contener todos los colores del arco iris que haya menester. Si eso tampoco alcanza, elípticamente argumentan que para hacer política y gobernar hay que tener el poder y que para obtener el poder hay que tragar sapos, y así siguiendo.

Lo cierto es que, en materia de abrazos, en los últimos 20 años, el peronismo se abrazó a dos banderas, cada una como leit motiv tópico que signara el rumbo que había elegido por conveniencia o convicción, eso no lo sé. 

En tiempos de Néstor y Cristina Kirchner, el emblema fueron los derechos humanos y la defensa, en último término, de las guerrillas y la subversión, que derivaba en suculentas indemnizaciones que, hay que decirlo, habían sido planeadas en otros gobiernos peronistas de signo contrario. Como fuere, el giro a la izquierda se hizo con la misma aparente convicción (no puedo vislumbrar los fueros íntimos...) con la que se defendió carnalmente el capitalismo a ultranza de la época peronista de Carlos Menem una década antes.

En tiempos de Cristina Kirchner y Alberto Fernández, el peronismo se abrazó esta vez a la ideología de género global y al feminismo revolucionario al uso en el planeta entero, con más la difusión (debe leerse aquí la imposición...) de una concepción ideológica que pretende un nuevo estatuto moral mundial para la consideración de las personas (nacidas o por nacer), la moral sexual, las familias, los usos sociales y así siguiendo. 

El peronismo puede ser al mismo tiempo rebelde y disciplinado. 

Como en este caso se ve, al mismo tiempo que parece que disputa con el poder global del dinero y las finanzas y promueve el multilateralismo, contra los que pretenden un mundo uno económico, así también es un chico obediente y hasta obsecuente en una materia más delicada, porque es más importante, como es el caso de la nueva moral planetaria.

Un ejemplo de esto mismo aparece en un proyecto de ley que ha impulsado en estos días el peronismo en el Senado para modificar dos artículos del Código Procesal Penal y un artículo de la ley 26.485, que se la conoce como Ley de protección integral a las mujeres. El objeto de estas modificaciones aparece en el breve articulado que propone el peronismo y más claramente en los fundamentos: disciplinar a los jueces que no adhieran a la ideología de género planetaria.

La iniciativa del peronismo ingresó en marzo de 2021, pero impulsada ahora, con el antecedente todavía tibio de la votación perdida en el Consejo de la Magistratura en la denuncia contra Anzoátegui y Rizzi, muestra el sentido de oportunidad del peronismo puesto a modificar la realidad y, a la vez, la férrea obediencia del peronismo a la substancia más negra del nuevo orden mundial, el discurso único y la ideología de género como nueva antropología, nueva filosofía y nueva pragmática política y cultural.

Y hasta nueva teología, que en el fondo es lo que cuenta cuando de rebeldía se trata.




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El texto original del proyecto de ley y sus fundamentos, ya aprobado en la Comisión de Justicia, puede leerse en esta página del Senado de la Nación