miércoles, 23 de enero de 2008

Intermezzo: Io mi senti svegliar dentro a lo core

Io mi senti' svegliar dentro a lo core
un spirito amoroso che dormia:
e poi vidi venir da lungi Amore
allegro sì, che appena il conoscia,
dicendo: "Or pensa pur di farmi onore";
e 'n ciascuna parola sua ridia.
E poco stando meco il mio segnore,
guardando in quella parte onde venia,
io vidi monna Vanna e monna Bice
venire inver lo loco là 'v'io era,
l'una appresso de l'altra maraviglia;
e sì come la mente mi ridice,
Amor mi disse: "Quell'è Primavera,
e quell'ha nome Amor, sì mi somiglia".
Es una de las 31 Rime que Dante Alighieri incluyó en su Vita Nuova. Más exactamente está en el Capítulo XXIV del libello y pasa por ser una de las más famosas de la literatura italiana (aunque, dicho sea de paso, no la que más me gusta del florentino...)

Hay en toda esta obra muchas cosas de valor, claro. Otras extrañas y algo oscuras. Muchas que se refieren a la vida del autor, bromas ocultas a amigos y adversarios, disputas con poetas, teorías, postulados e innumerables matices culturales: desde la teología hasta la política.

Sin embargo, este sonetto importa ahora por el modo en el que Dante desarrolla el asunto y casi por el asunto mismo, al menos en un sentido. Hasta parecería que se le fue la mano.

Es una visión de Amor, ciertamente, identificado allí con la inefable Beatrice de su obra.

En el texto, en particular, brilla la asimilación de la dama Portinari nada menos que a la figura de Cristo, dato corroborado por el mismo poeta al poner a la par de Monna Bice a Monna Vanna, dama de los amores de su amigo Guido Cavalcanti.

Dante ve venir a ambas juntas y Amor le explica el significado de lo que está viendo.

Las declaraciones que contienen este soneto, en este capítulo XXIV, son explícitas al asociar a Giovanna (Monna Vanna), con la figura homónima del Bautista, con lo cual aparece como predecesora, en esta visión de Amor, de la propia Beatrice (Monna Bice), figura entonces de Cristo.

Primavera se la llama a Vanna, y Dante aduce una etimología dictada por el propio Amor que le dice que el apelativo significa en realidad prima verrà, es decir, la que precede, la que va delante, la precursora. Como se dice allí, su propio nombre, Juana, es un destino en este sentido. Mientras tanto, el nombre dado a Beatrice es -ni más ni menos- Amor.




Hay una otra interpretación de este mismo capítulo XXIV que los críticos y comentadores suelen llamar cruel o perversa, por el contenido y la intención: en la figura de Beatrice se esconde Dante mismo y su sentido de lo poético y su escuela poética; en la figura de Giovanna se oculta el nombre de su enamorado, Guido Cavalcanti, amigo de Dante, con la misma simbología joánico-crística de precursor y redentor, ahora en sentido 'profesional' poético. Aunque relevante en otro aspecto, y corriendo paralela a la anterior, no interesa mayormente el dato al propósito que ahora me lleva a incluir el texto aquí.