jueves, 18 de septiembre de 2014

Había un zorzal


Había un zorzal. Cantaba en mi ventana.
Su canto era la luz y me decía
que con su voz paría la mañana,
aunque fuera de noche y no de día.
Había un zorzal. Y la esperanza mía,
en liturgia feliz y cotidiana,
en medio de la noche amanecía
con cada nota límpida y temprana.
Había un zorzal. Y aunque su voz humana
mi misma voz a veces parecía,
su voz no era mi voz. Yo lo sabía.
Había un zorzal. No está. Su voz cercana
ni siquiera resuena ya lejana.
Había un zorzal. Había un zorzal. Había.