viernes, 31 de marzo de 2023

Misterio


Se deshace la luz y la memoria
pierde las huellas, yerra los caminos,
busca en el aire pasos peregrinos 
y traza letras nuevas de otra historia.

Hay una siembra nueva de destinos,
la siembra antigua muere de ilusoria:
y es nueva la derrota y la victoria
y nuevos son los panes y los vinos.

El viento del olvido desvanece
fantasmas. Una nota que disuena
se va al silencio de las melodías.

La luz se hace misterio y mientras crece
se vuelve nada cada son de pena
y nada queda de otras alegrías. 


 

lunes, 27 de marzo de 2023

Amarte


Amarte es la distancia del cielo hasta mis ojos,
es el día de un niño que juega sin apuro,
y es la suma precisa de todos los caminos
y el aroma de todas las flores que imagines.
Amarte es un silencio de música perfecta,
el mapa sin errores de todo el universo,
y es la sombra de un bosque que cubre continentes
y una luna que brilla y muestra sus dos caras.
Amarte es la costumbre que mi pecho repite
y es un dolor tan dulce que hiere mientras río
y es olvidarlo todo de sólo recordarte.
Amarte no conoce futuro ni pasado
y es el paso sin tiempo que traspasa la muerte
y es una creatura que ya no tiene fin.



martes, 21 de marzo de 2023

Libertad


Sobre un muro de piedra gris
se afirmaron los aros de hierro negro, áspero.
De los aros, cuelgan cadenas invisibles y risueñas, 
tintinean con un sonido ronco, 
golpean con una furia cínica las hendijas y los bordes,
lastiman con su roce sin luz.

Las manos aseguran que acarician el metal y lo pulen
en años de silencio; 
mientras los ojos buscan sin descanso 
cadenas en la niebla y el hierro que las nutre.

Y los ojos no ven,
y las manos no palpan el frío de los eslabones. 

La mañana huele a un rocío agrio, 
las tardes son rosadas como mariposas sobre el muro, 
la noche es como el hierro
que invade la respiración y enmudece la boca, 
ya vacía de palabras, 
siempre hueca de silencios,
aterida de gritos y fantasmas de hielo.

En laberintos de salas y pasillos, 
duermen agazapadas en celdas de sal literas sin espinas, 
insípidas literas sin abrojos,
literas del color polvoriento de la bruma,
que guardan y que exhalan el sabor de la arena y los desiertos.
Se tienden por las noches, desolados, 
los cuerpos lívidos sobre un jergón sin sueños,
con agujas de vergüenza mordiendo el pecho. 
Y un corazón, al acecho de ruidos y brisas que no llegan,  
recorre las praderas doradas y púrpuras de otoños invisibles, 
surca lomas de primavera florida sin aromas, 
se guarece del viento que no sopla, 
se cubre el rostro del brillo de un sol que no brilla.

En la penumbra, 
tendido sin sollozos ni recuerdos, 
mudo de soledad, 
quieto con la quietud de las cumbres y las profundidades,
alguien paladea su libertad,
sin memoria de muros ni eslabones de hierro; 
ve una figura que vaga sonriendo alrededor del mundo, 
una figura suave, erguida y apacible, 
luminosa como azucenas;
siente que, a pie desnudo,
llega a su vera y acaricia su frente, de rodillas,
y dibuja palabras en el aire
y atraviesa las sombras de la noche y del alma.

Demora los segundos y el sabor que los llena. 
Viste su libertad como una túnica.

No hay dolor.

El tiempo ya no existe.



lunes, 20 de marzo de 2023

Exorcismo


Los años sembraron rosas y jazmines de arena.
Y el tiempo cultivó semillas de arena.
Era de arena el sol, de arena el río,
eran de arena la noche y la mañana fría.
Y había un mar de arena:
sin oleaje ni espuma, sólo un campo de sal y arena.

Los años hirieron de muerte espigas y retoños.
Y el tiempo abrió surcos secos en la tierra fértil.
En el aire se esparcía cada noche, cada tarde,
un veneno aromado que retorcía raíces
y horadaba infecundo la carne y la sangre.

Los años borraron senderos, 
y el tiempo en sus huellas perdió a los caminantes,
confundió los pasos, 
los enfrentó a los abismos acantilados; 
y quedaron de pie ante los hondones,
que acechaban con púas de espinos 
y acunaban tormentas.

Paciente y desvelada, sobre la piedra firme,
en su pura altura pura, 
esperando un amor que la devele,
dispuesta a su destino de servicio y entrega, 
la belleza cobija a la palabra.
Y allí callan las dos. 
Y esperan.

Hasta que llega el tiempo.
Hasta que llega un día el día
en que se levanta el son de lo que llega.

Y ambas hacen su obra.

La belleza exorciza el vacío y la nada, 
y la palabra refugia.
Y la belleza sostiene, 
y vierte su bálsamo en la herida estéril
que hace estéril la mirada, las manos, el corazón.
Y deja su simiente.

La belleza exorciza la mentira, 
cura los ojos que abrazan fantasmas, 
ilumina el pecho asediado por la risa 
que finge el paraíso mientras oculta el cielo;
una sola palabra verdadera disuelve el espejismo
y abrasa la nada, ya en cenizas.

La belleza exorciza el egoísmo y la vanidad:
siembra silencio entre la cicuta  
y calla su estertor infecundo.

Y lo que era nada, ya no es. 



viernes, 17 de marzo de 2023

Destino


La sombra de los pasos que dimos es oscura.
Es una tempestad que se estrella en nuestras espaldas,
y pesa sobre nuestros hombros,
y nubla nuestra mirada, 
y hace inmóviles nuestras manos.

(Mientras, a cada momento, el corazón 
entibia la esperanza,
la abraza con ternura, la cobija 
y no deja que un viento helado seque sus brotes niños,
retoños de cada día
que amanecen con nosotros 
y vienen a nuestro encuentro con una felicidad
a flor de sonrisa,
retoños de lo que ya era y siempre es y será
y siempre hemos esperado.

La esperanza es recia, sin embargo.

Nos habla en un idioma recio;
y con palabras de piedra y roble y brisa, 
anima nuestro paso hacia una brillante bruma incierta,
que promete a nuestros ojos cansados de andar.)

Creemos que todo ocurre fuera de nuestro corazón.

Creemos que un hado agita el vaivén feroz 
de las tormentas que doblan nuestras espaldas.
Creemos que cada mañana es solamente un designio
que nos hemos ganado.
Creemos que todo es más que nosotros, 
creemos que todo es menos que nosotros.
Creemos ser tierra inerte que labran mascullando
labradores crueles o indiferentes.

Creemos que todo ocurre fuera de nuestro corazón.

(Preferimos no saber que nos han dado la tierra.
Que la hemos labrado con nuestros pasos y nuestras manos.
Que su fruto es hijo de esa boda 
entre la tierra que nos han dado 
y las manos que han surcado labrantíos.
Que somos también la misma semilla que crece
en una tierra que no somos nosotros.

En el fruto de nuestras manos, también están nuestras manos.)

Creemos que todo ocurre fuera de nuestro corazón.

Pero la risa y las lágrimas nacen en nuestro corazón.
Las heridas y la pena nacen en nuestro corazón.
En nuestro corazón han nacido las flores 
y ha brotado el perfume que aroma la felicidad.

Y creemos que sólo el destino hace llorar a los niños.
Creemos que la soledad es fatídica.
Creemos que la tristeza es una maldición o un desvío.
Creemos que el amor es un rayo que no cesa.
Creemos que el odio es un viento de furia 
que mueve nuestras manos inertes.
Creemos que nuestra voz nace sólo para nuestros oídos, 
que sólo ellos la merecen. 

Necesitamos creer que todo ocurre 
fuera de nuestro corazón.
Para erguirnos como predestinados, 
para sostener la risa que enarbolamos como una gloria.
Para que todo nos sea una herencia merecida.
Para no saber de culpa alguna.
Para ser la ley inexorable que hará todas las cosas,
a nuestra imagen y semjanza.

(Pero el corazón conoce la esperanza,
porque ella tiene su habitación en él.

Y el corazón se duele de que vivamos sólo de tiempo,
o como si el tiempo no existiera 
y no lastimara nuestros pies.
Y se duele el corazón de nuestras historias huecas, 
de nuestra escritura pobre y desmañada,
de nuestra máscara: 
él espera que al fin digamos, 
espera que al fin mostremos la verdad y la belleza 
de ser hijos y padres a la vez, 
y se duele de que creamos ser solamente padres, 
o solamente hijos.

Porque él sabe 
qué es nuestro destino 
y qué es nuestra libertad.)




lunes, 13 de marzo de 2023

Último mar







Corazones rotos (II)


Ser náufrago en tierra por la tormenta hace que uno comparta su suerte con el resto de las gentes que también "naufragaron" con uno.  Como nadie puede entrar, tampoco se puede salir. Y así, la gente se junta. La cabañita es el lugar, único sitio proveedor en varios kilómetros a la redonda. 

También hay caminantes, por ejemplo. No necesitan el camino, vienen de los campos o por la playa. Algunos de 20 ó 30 kilómetros, desde el norte o el sur. Hay hombres de motos, una especie de caballería nómade, pertrechados al uso de las armaduras. Muy gracioso de ver. 

Y están los lugareños. Su servidor llegó a formar parte de este grupo de élite local, nada más que por estar allí más tiempo que otros. Así conocí bastante a los habitantes. Y vi sus vidas, silenciosas y trágicas. Buena gente, muy trabajadora, en general. Pobres. Personas de edad: conté el promedio de unos 60 años y pico. Pero activos. Claro que se conocen todos, porque todos es poca gente. Pero conocen a los ocasionales, tanto como a los productores o a los viejos pobladores de los alrededores, dueños de estancias o trabajadores en los campos.

Algo me llamó la atención: no me crucé con ningún nyc. Todos vienen de algún lugar y, como pasa en muchos lugares del sur, más bien han salido de un lugar y están allí para no estar allá, que es de donde vienen. 

Son gentes sin religión, en general, salvo una persona que no profesa demasiado, pero defiende su fe evangélica. Y en varios casos hay enemigos declarados de la fe y de las religiones y de los dogmas. Sin contar los paperos que vienen de provincias como Santiago y así, la mayoría son oriundos de Mar del Plata, de Miramar, de Otamendi, de Lobería, hasta de Balcarce, y caen allí escapando de algo pero con el gusto también por la soledad y la quietud y la vida sencilla. Y casi digo también la paz. Y no es el caso.  Porque la paz viene de otro lado: de adentro. Y, en general, son gentes que no tienen paz. Aunque son alegres en cierto sentido y también con la alegría circunstancial de quien se encuentra con desconocidos. Hasta que uno descubre la cáscara... 

Más allá de rencillas o afinidades del momento, por cosas del cotidiano más bien aunque dejen cicatrices, descubrí que los hondones más ácidos y tristes, vienen de cuestiones del corazón. A la gran mayoría de los que conocí y con los que conversé largamente, los ha tajeado el amor (o lo que haya sido), el mundo afectivo.

Tal vez la soledad, tal vez las horas interminables de sus vidas en soledad, hace habladora a esta gente. Y en un registro personalísimo que en la ciudad es infrecuente.

Además de caminar mucho, de mirar, de escribir y leer de a ratos, la mayor parte del tiempo lo ocupaba en conversaciones larguísimas. Algunas, varias, eran desahogos, otras eran un llanto (en algún caso, literalmente un llanto), otras eran el veneno del resentimiento de años, otras eran el relato sentido de desengaños e historias de amores maltrechos.

Probablemente, sepa escucharlos. Y ellos necesitan ser escuchados. Probablemente acierte con las palabras de consuelo o de explicación de lo que están sintiendo. Quién sabe. El caso es que, para mi sorpresa, abrían su corazón como quien se arrodilla en un confesionario, cosa, claro, que hay que esquivar prudentemente. Pero contar, cuentan lo mismo. Y en sus soliloquios (muchos lo son), aparecen asuntos llenos de heridas, algunas imperceptibles a la vista, pero sangrantes igual.

Me impresionó, creo que queda claro.

Bajo esa impresión, tal vez, en algún momento se me dio por pensar que, aunque me estaba tomando unos días de respiro y a mi modo, estaba allí providencialmente. No me gusta apropiarme de los designios divinos, no me gusta andar manoseando de pensamiento, palabra y obra a la Providencia y sus planes y operaciones secretas. Tal vez sea el tono con el que algunos hablan de esos tópicos providenciales, tal vez los perciba como formularios, frívolos o desencajados. Lo que fuere, tal vez sea verdad que les haya hecho algún bien, siquiera ofreciéndoles discretamente una mirada a la que no están acostumbrados. Y si eso fue providencial, Dios sabrá lo que hace.

Y allí aparece otro asunto: su orfandad. Ovejas sin pastor, sin dueño y sin pastores. 

En este caso volví a pensarlo. Porque a veces pienso en el regodeo algo masturbatorio de las piedades y pastorales autocomplacientes (por decir lo menos y suavemente). Riegan los pantanos, adornan con flores de plástico, se dicen entre ellos cosas que ni siquiera entienden del todo y que o están malversadas o son modas o son una especie de actuación mística a la que llaman espiritualidad. En mis viajes, varias veces he visto curas rurales y hasta humildes catequistas, en sitios apartados como éste. Con poco público (y, claro, colectas muy pobres en las misas...), con muchos kilómetros que andar, con almas a las que conducir, corregir, mimar, educar y llevar al Cielo, en definitiva; y todo con gran fuerzo y alegría. Y son el compendio del cristianismo, diré. Por supuesto: eso puede hacerse en cualquier parte, claro que sí. Pero en la ciudad (aunque los obispos hagan lo posible por no promover vocaciones), si no es éste cura, hay otro. Alguno hay, algunos. 

Allí, como en otras tantas partes, ninguno.

(Salvo –caso insólito– un viejo y querido fraile amigo a quien conocían algunos porque ha estado rondando por allí, y a quien recuerdan con afecto...)

Decía que consolar al triste es, en principio, la obra de misericordia que habría que sembrar allí, preferentemente.

Y hubo algún que otro caso que me impresionó particularmente.

Pero no hablaré de eso ahora, porque esto se hizo largo ya. Será la próxima vez.



domingo, 12 de marzo de 2023

Último mar


¿El mar es siempre?

He sabido
que hay un mar que se termina, 
desaparece un día y ya no existe.

En su lugar habrá, majestuosas, 
montañas con sus bosques que aroman y se elevan;
y mil sendas de arena y caminos plateados,
y pastizales que brillan en llanos y lomadas
y laderas floridas.

Un mar que ya no existe más:
no será en la memoria ni siquiera una imagen;
nunca más, en su orilla,
soñarán con las aves, 
con el rumor y el ritmo,
con mareas y pescas; 
ni con amores lejanos:
ya no habrá marineros, porque el mar ya no existe;
ni esposas en los muelles, porque ya no habrá muelles. 

Una visión radiante,
en una tarde gris que derramaba 
turbiones de llovizna sobre el acantilado, 
me mostró el último mar.

Se deshacía en hebras, y el salitre,
que había corroído las cosas de este mundo,
se volvía en el aire una bandada bulliciosa,
y el viento no se oía.

Una niebla de olvido cubrió la costa, abajo,
y quise adivinar, entornando los ojos, si el mar rugía en ella. 

Y la visión me dijo: "ya no habrá de existir".


 

Siempre

No sé cómo será,
no sé cuándo será,
no sé dónde será.

Pero un día seremos.

No tú.
No yo.

Seremos.

No al alba bajo un cedro.
No una noche sin luna.
No una tarde de mar.

Porque un día seremos.

Y seremos nosotros

Y ya seremos siempre.



sábado, 11 de marzo de 2023

Corazones rotos


A veces uno se lleva cosas raras de ciertas experiencias en ciertos lugares. 

Porque está lo fascinante del paisaje, enormidades casi vírgenes de cielo y mar, la tremenda y rica soledad, rica en matices y en historias, en fábulas, misterios. Todo el lugar es ir a otra parte: a "la" otra parte, igual a nada.

Pero está la gente. Las historias de las gentes. Los dolores de la gente. Las vidas estragadas, los amores, los odios, las alegrías agridulces, rencillas, celos, maldades, suspicacias, resentimientos, lo inconcluso, lo retomado a destiempo, lo irrealizable, lo irrealizado, la mentira, la tristeza, el no saber irse, el no poder irse.

Corazones rotos. Vidas rotas. Apenas hilvanadas de nuevo, apenas remendadas.

Y lo más notable: todo a lo largo y a lo ancho de aquella enormidad de cielo y mar y arena y campo, son apenas cuatro personas.

Si hubiera que elegir una sola de las 14 obras de misericordia, creo que "consolar al triste" es la que habría que sembrar allí.



Si hablamos


Hablemos de las nubes:
navegan sigilosas en su mar de lavanda
y guardan tu mirada de la arena del tiempo.

Hablemos con palabras sin sentido:
digamos con la voz de los amantes y los niños
que ríen mientras dicen,
que cantan mientras hablan,
que susurran distancias de las estrellas mudas
al oído secreto de las cosas.

Hablemos en silencio
bajo un roble y su sombra,
o hagamos que dos robles escuchen el murmullo
de cada corazón,
de cada boca,
y celebren latidos que esperan su respuesta
en una frase oculta como un beso.

Hablemos la alegría de un otoño en sazón,
por si acaso la tarde
nos llega hasta las manos en caricias borgoña,
con la luz en los ojos.

Hablemos la memoria.
Ella sabe el lenguaje que los años tejieron,
ella conoce el hondo resplandor con que viste
una mañana gris,
una noche en cenizas.

Hablemos el instante que resiste
el dolor y los años,
o la sombra del mundo.

Hablemos con un aire interminable
que diga cada vez la misma cosa,
el mismo amor sin tiempo.
Y su esperanza.


viernes, 10 de marzo de 2023

Derredor de tus ojos


Hay toda cosa
en el derredor de tus ojos
y todo lo que hay habla en tu nombre.

Murmura la paloma y te convoca,
estalla una magnolia y te ha llamado,
te busca entre la espuma
el propio mar rugiendo.

Son girasoles o gaviotas,
es un mundo de arena,
la hierba fresca,
el corazón de todo, silencioso.

Toda cosa.

Toda cosa.

Sin tiempo, este viento del aire, desolado,
gime una palabra,
y se alza un vuelo de notas musicales
que se parece a tu canto 
y a tus ojos.

Toda cosa hay
en el derredor de tus ojos
y cada cosa te mira,
y cada voz te llama.
 

jueves, 9 de marzo de 2023

Mechongué


Debería haber una foto de Leonel y de Roxana.

Pero no habrá. No hace falta. Sería trivial.

Lo que hay que hacer es llegarse a la punta noroeste de Mechongué, viniendo de San Agustín, y ver la esquinita con una enorme parrilla redonda como para seis animales asándose, hoy apagada. Al lado, el comedero simpático que abrieron hace dos meses. Almorcé temprano con ellos. Leonel, servicial y dispuesto, con su gracia campera de posadero hobbit, me improvisó una magnífica pizza y contó historias, mientras Roxana mostraba su discreción criolla y su gusto por la geografía, los hijos y los nietos andaban por ahí. El local se está armando. La cortesía y la cordialidad ya están, desde siempre parece. 

Quién diría. Uno nunca sabe. Elegí raros caminos "de adentro" para llegar a la costa desde Tandil.

Así resultó que Mechongué era la última posibilidad de comer algo antes de llegar al desierto feliz de Centinela, una de las paradas del periplo variado de esta vez, entre charlas y travesías. Hay que ser justo: sí había posada cordial aquí al llegar...

Pero hice bien. Me hubiera perdido historias sabrosas de Leonel: desde juntar papas en los campos de alrededor durante años a hacer canchas de polo, la pasión por asar, y la cría de chanchos a granel, los puestos de historias y comidas en las "fiestas" de la zona. Y más.

Sí. Elegí bien los caminos. Porque a veces hay que dejar los mapas y hacer los caminos.

Para que el camino nos haga. 



martes, 7 de marzo de 2023

Tres amores (III)

 

¿Existen tres amores?

No existen tres amores. Acaso sólo la memoria,
el misterio opaco
de creer haber amado 
alguna vez, 
algunas veces,
tal vez.

No existen dos amores, siquiera:
alguno de los dos 
pudo haber sido el eco del amor,
una imagen, apenas. O un espejo. 

Sólo un amor existe.

Sólo uno ha sido,
sólo será uno,
sólo es un amor el amor que es.

El único misterio verdadero.
El único secreto. 
El único dolor tan transparente
como la luz.

Sólo el único amor sabe que existe.
Sólo el único amor sabe que existo. 



 

domingo, 5 de marzo de 2023

Mi secreto


 

Después de mi muerte no se encontrará entre mis papeles (éste es mi consuelo), una sola explicación de lo que en realidad ha colmado mi vida. No se hallará entre los repliegues de mi alma el texto que todo lo explica y que a menudo convierte en acontecimientos de enorme importancia las que son para el mundo simples bagatelas y que yo mismo considero fútiles si les quito la nota secreta que es su clave.

Hablé de este texto hace más de 15 años, aquí mismo. Estaba leyendo por esos días (como ahora releo) el Diario íntimo de Sören Kierkegaard y encontré allí (especialmente entre 1842 y 1844), cosas enormes y hondas que me tuvieron pensando y tratando de ver. Todavía hoy, es verdad; ahora que escribo esto.

Cuando fui a cruzar ese texto que encabeza la entrada con uno que está en el libro de Castellani dedicado al danés (capítulo 9), descubrí allí algo que no había entendido del todo por aquellos años. Algo que ya me venía rondando. Por una cuestión de justicia, creo.
Cuando un hombre entra en contacto con Dios, se produce una cosa en él que no puede confidenciar a los demás; se produce en él un Secreto, es portador de una cosa inefable; porque Dios es inefable: nada levanta tanto la vida como un secreto que uno tiene que llevarse tranquilamente a la tumba. Incluso el Demoníaco es un hombre secreto: está en contacto directo con Dios, aunque negativo.
Hay más cosas, como un análisis de lo singular y religioso en personajes a los que el común no vería como singulares y religiosos, que son pasajes admirables por la penetración aguda de Castellani respecto de la psiquis de los grandes, buenos o no tan buenos.

Pero no ahora.

* * *

Porque ahora estoy pensando en lo de SK. Y en mí.

Cuando lo leí por primera vez recuerdo haberme "hermanado" con el danés: yo también podía decir con él exactamente todas las palabras de ese párrafo. También entonces aspiraba a que nadie conociera "mi secreto", a que nadie encontrara jamás "entre mis papeles (éste es mi consuelo), una sola explicación de lo que en realidad ha colmado mi vida".

Y tan tranquilo y tan conforme quedé, tan consolado.

Pero.

Hace unos años empecé a dudar de lo que me había conformado entonces. Y ya no estaba tan tranquilo. Y empecé a darle vueltas a la idea y, más que a la idea, al fondo de la cuestión.

Kierkegaard y yo no estábamos hablando de lo mismo. Ni conceptual ni existencialmente.

Castellani acierta: Kierkegaard está hablando de una experiencia espiritual singular, tan dura como secreta, tan alta como dolorosa, tan feliz como recóndita. La experiencia espiritual de un Singular, en el "envase" de un "hombre común" que no muestra huellas exteriores de su elevación y de su hondura y que se hace inexplicable a los demás.

Mismo nombre, cosa distinta.

Mi secreto no es "el" secreto de SK.

Parecido no es lo mismo. Y por eso empecé a ver que la aspiración del danés era adecuada a lo que él sabía de su secreto: No se hallará entre los repliegues de mi alma el texto que todo lo explica y que a menudo convierte en acontecimientos de enorme importancia las que son para el mundo simples bagatelas y que yo mismo considero fútiles si les quito la nota secreta que es su clave.

Pero ya sé absolutamente que eso no aplica a mi secreto (Castellani me confirmó en ese punto...). Y no creo que sea el mío un caso raro y menos aún un caso singular. Porque mi secreto, como tal vez le pase a alguien más, no es un secreto singular, por mucha parte que haya tenido y pueda tener en mi vida. Por mucho que en tantos sentidos la signe y la defina, y aun más corriendo el tiempo hasta la muerte.

Entonces. 

Por eso mismo voy pensando si mejor no dejo la ilusión de ocultar en los repliegues de mi alma el texto que todo lo explica. Si mejor no voy dejando atrás la idea casi épica de que después de mi muerte no se encontrará entre mis papeles, una sola explicación de lo que en realidad ha colmado mi vida. Si mejor no abandono ese misterio recóndito como consuelo adelantado al final.

Y en eso estoy en estos últimos tiempos.

Es verdad que quienes escribimos y componemos tenemos en eso mismo las vías y canales (casi digo las herramientas...) para que con eso y por allí fluya de alguna manera la interioridad y nuestra propia vida signada, si uno se lo propone.

Y me acordé, escribiendo esto, de alguna entrada de julio del año pasado en la que me topé con las autobiografías, siguiendo un pasaje que había visto en la de Chesterton (que no vio publicada en vida...).

No creo que haga falta ponerse a eso, como ya lo dije esa vez. 

Claro que si hay que llegar hasta allí y no queda otro remedio, hacia allí iré.

Pero seguro algún modo encontraré para hacer clara la diferencia entre el secreto de Sören Kierkegard y mi secreto. Y la idea nació en realidad del propio SK con su propio texto.

Una cuestión de justicia me lo anda pidiendo.




Tres amores (II)


Ojos y corazones miran y laten.
Ciegos e inertes.

Es un rumor de sonrisas que lloran,
un coro que se aleja en penumbras de tiempo y olvidos;
un rescoldo que muere entre cenizas
que ya no arden ni se apagan.

Un jardín de flores que no mueren.
Ni viven.

Un olvido que recuerdo
con la vergüenza de quien ha partido
sin despedirse,
de quien se ha llevado un lirio,
y una promesa sin cumplir. 

Cada día que pasa crecen algunas espinas más
en un tronco que se añeja,
tenues lanzas de cristal que nadie empuña
pero hienden sin sangre.

Lanzas que nadie empuña.

Sólo yo.


 

sábado, 4 de marzo de 2023

Tres amores (I)


Sólo sé que era noche en el umbral fragante
de un tiempo de amapolas
y que había unos cedros
que silbaban un aire de aventura.

Un camino de grava lucía bermellón bajo la luna;
me llevaba en andas de unos días infinitos y jóvenes
que se han disuelto
en un silencio sin memoria
.

Tal vez habré pensado: ¿cómo serán mañana estas sombras 
que refugian veredas grises?
Fui un caminante bajo esas ramas altas y jugosas,
que creí que cubrían mi deseo de estrellas en el cielo,
y se mecían al ritmo de una brisa 
que ya no recordaré.

Creo que esperaba la mirada,
la luz de la mirada, 
el sol de la mirada.

Ahora, una bruma de años desdibuja mis manos,
vacías de la emoción que ya no sienten,
tan quietas como la quietud de la esperanza.


 

jueves, 2 de marzo de 2023

Todo tu día




Hace algunos siglos que nació la tradición de encender una vela como un homenaje a quien cumple años y como la expresión del deseo de que sea feliz ese día y siempre. Con el tiempo, apareció la costumbre de encender tantas velas como años cumplía la persona.  

Pero, antiguamente, la vela era una (si acaso no más que dos) y se encendía al comenzar el día y sólo se apagaba cuando el día terminaba, con el rito adicional de que, al apagarse, el humo del pabilo pudiera elevarse, llevando a lo alto los deseos de la persona homenajeada.

Eso podía ocurrir sin torta ni pastel y hasta sin que la persona que cumplía años estuviera presente ese día. Pero, con la vela encendida, el cariño, el homenaje y los augurios sí estaban y no disminuían por la ausencia.

Mucho más atrás, en tiempos paganos, había un propósito religioso para encender luces ese día.

Ya. Suficiente. Que esta entrada no es para contar historias.


Es personal, es claro. 


Por eso una vela quedará encendida hoy, todo tu día.

Para desearte feliz cumpleaños.



miércoles, 1 de marzo de 2023

Tres adioses (III)

 

¿Habrá un adiós que nunca será dicho?

Hay distancias inmensas
que jamás volveremos a cruzar;
como esculturas son, acaso bellas, 
pero cada vez más lejanas, a nuestras espaldas: 
les hemos dicho adiós.

Hay un tiempo y un dolor y un amor adelante 
que evitaremos,
que jamás pisarán nuestros pies,
y que no verán la luz de nuestros ojos;
antes de ser ya no serán:
también les hemos dicho adiós. 

Pero hay algo en presente, sin tiempo, 
un fuego que no sabemos nombrar,
un paso sin medida,
siempre constante en su designio.

Raíz honda que no recibe adiós ninguno.

Algo que no va adelante ni a ninguna parte;
no permanece quieto 
en un pasado quieto.
No se mueve y no es inmóvil. 

Sólo es.

Y así sabemos un día
que haremos cualquier cosa, menos una.

Y habrá un adiós que nunca será dicho.



Tres adioses (II)


Algo de luz, algo del día:
era el este del cielo renacido otra vez.

En medio de un camino
que iba a una soledad de sal y paz
desconocida,
despedí a la muerte.

Enumeré las horas
de la sonrisa horrísona,
y las hice partir con su carga de muerte.

Conté los minutos, 
los que amasaban con vida ficta
los años estériles,
y vi las espaldas de la muerte que llevaban consigo;
y los dejé ir.

Amasé con los segundos placenteros
una figura, una gárgola espantosa
que sembraba la muerte 
cada vez que punzaba 
los ojos y mi pecho con su voz;
y vi su engaño
inerte y escondido 
enhebrado en el polvo deshecho de su carne de piedra
que el viento alejaba hacia la nada.

Y ese día,
con todo un derredor de soledad
y una brisa entera de hierba y rocío en el aire, 
en medio del camino, 
apenas con la luz, la sal, la paz,
una verdad de mar y bosque y llano alzó su copa. 
Y nada más fue la muerte. Y su sombra no fue más.