domingo, 31 de diciembre de 2023

El hombre común



En 1950, 14 años después de su muerte, apareció este libro que reúne algunas variadas joyas chestertonianas. Las recopiló Dorothy Collins, su última secretaria y casi hija de Chesterton y su mujer, Frances, con devoción y con acierto. Los 44 artículos reunidos allí abarcan un período de 35 años entre 1901 y 1936.

El título del libro está tomado del primer ensayo, El hombre común, que es otra de las expresiones distributistas de Chesterton, que desparramó en cientos de artículos y, principalmente, en dos libros que mencioné y extracté aquí mismo varias veces: Lo que está mal en el mundo y Un esbozo de cordura (o como quieran traducir The outline of sanity). Hay en el índice más de un ensayo sobre lo mismo.

Mi credo político lo expondré más específicamente otro día.

Pero en lo económico y social, particularmente, mi credo es distributista en la versión específicamente chestertoniana, que no se limita a esos dos aspectos técnicamente, porque el credo de Chesterton en esas materias va desde el origen ontológico del hombre hasta su fin último, todo a lo largo de la historia, desde la Creación hasta la Parusía.

Hay quienes hablan sobre el hombre común, pero para que el hombre común los vote, o vote a su movimiento o partido. Lo seducirán pero para tenerlo de rehén de sus propios negocios políticos (y no sólo políticos...). Para hablar sólo de la Argentina, lo hace la izquierda; lo hace el peronismo; lo hace el radicalismo. Y ahora lo hace el liberalismo libertario. Y lo hace también Javier Milei. 

Y está mal que se haga.

Por eso ofrezco aquí ese primer ensayo del libro, El hombre común, ya al filo de 2023. Son sólo una muestra estas apenas 5 páginas que se leen de una sentada. Pero sé que a más de uno estas 5 páginas le harán bien.

Habrá quien no las has leído y quiera ver de qué tratan. Habrá quien las ha leído y las ha olvidado. Habrá quien las ha leído y prefiera olvidarlas. Habrá quien no las ha leído y prefiera ignorarlas. 

A los dos primeros, tal vez un servidor les haga el servicio de ponerlas a su disposición.

A los dos últimos, aquí les quedan como un recordatorio de que, quién sabe, tal vez el capítulo 18 del Apocalipsis esté hablando de ellos.


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(Yendo por la ilustración se llega al ensayo.)  
 

viernes, 29 de diciembre de 2023

¿En qué quedamos?: ¿sí o no?





Hace una semana, observé en otro lugar (https://www.facebook.com/eduardo.b.m.allegri/) que el DNU del batifondo de Javier Milei hablaba un lenguaje decepcionante para algunos de quienes celebraron su candidatura, su triunfo, sus propuestas en determinadas materias, y todo eso.

Lo de "persona gestante" que se ve en el artículado aquí abajo podría haber sido modificado en el turbión de reformas: quien puede lo más, puede lo menos. Pero parece que no, porque así está dicho, qué quiere que le diga.


Muy bien.

Pasó que después y de sobrepique vino el proyecto de ley alberdiana (digo, por la chusca originalidad de lo de Bases y puntos de partida, etc.). Más gordito que el decreto: y ya no turbión sino huracanes grado 5 encadenados.

Entonces.

Vayamos a ver cómo hace pendant lo que dice el proyecto de ley con lo que dice el DNU en materias similares. Antes, hay que advertir sobre los soponcios de ayer de La Nación, entre casi todos, cuando se advirtió que la ley abandona el lenguaje inclusivo, que de eso estamos hablando. 

Y (aunque un servidor no lo lamenta en absoluto...) es verdad en parte. Porque efectivamente se suplanta en algunos de los 30 artículos modificatorios en estos capítulos (del artículo 504 al 534).

En parte, repito: en parte. Porque no queda claro.



En la modificación propuesta, de arranque en el artículo 504 ya no aparece la persona gestante y sólo se menciona a la mujer embarazada o la madre. A la vez, y por otra parte, en el artículo siguiente, en el punto d) del artículo 3 se señala como objetivo de la ley 27.611 la atención integral de la salud de los niños desde la concepción, etc., lo cual en algo tal vez esté avisando alguna colisión con la ley 27.610, la del aborto. 

Se dice en los medios que la denominación dizque inclusiva de niños y niñas también se modifica, y en ese caso se reemplaza por lo que –les aviso...– es la regla académica para el genérico, al mencionar sólo a niño, niños o hijos, incluyendo en la forma masculina los dos sexos.

Pero esto no es del todo verdadero.

En los artículos 512 y 516 del proyecto vuelve a hablarse (sin necesidad) de niños y niñas, con más la mención en el 516 de protección de infancias. Ya se había hecho lo mismo antes, en el artículo 332, del capítulo sobre Seguridad Interior, al hablar de la tuela de niñas y niños.

Ahora bien.

En el artículo 654 del proyecto de ley alberdiana se lee: "Ratifíquese el Decreto de Necesidad y Urgencia N° 70/23".

Entonces, ¿a quién le creo en estas materias? ¿Al lenguaje del DNU o al proyecto de ley alberdiana que corrige en parte el lenguaje del DNU que a su vez la misma ley manda ratificar?

¿Es confiable esa mescolanza de sí pero no pero sí? ¿Así se hace política?

Mire, mi amigo: le tengo respeto a las palabras y presumo que particularmente las palabras de la ley tienen que ser tan ajustadas y coherentes, como para que no queden dudas respecto de qué está en juego.

¿Conocen los que redactan estas cosas la Nuncupatio, venerable práctica del derecho romano?

Si desprecian las palabras en las leyes, no es injusto presumir que también desprecian las cosas sobre las que legislan.


jueves, 28 de diciembre de 2023

Sir, yes sir...




– ¿Lo molesto un minuto, Mr. Milei (*)?
– ...
– A ver..., esto de la toga para los jueces y todo eso..., ¿era una jodita, una broma de Inocentes, o se copó mal? Ojo..., porque mire que los jueces de la Corte ya se mandaron a hacer un juego cada uno y se compraron unas pelucas de lo más mononas... Y les costaron una fortuna...




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(*) Pay attention, please: se pronuncia Maili, como en Smiley.



martes, 26 de diciembre de 2023

Florecillas presidenciales para el mes de diciembre (III): Versiones prostitutas.




Contrariamente al apuro furioso y desesperado con el que empujan Javier Milei y sus ministros y lenguaraces: hay tiempo. Creo realmente que hay tiempo para ir viendo.

Y eso, por dos razones: porque hay demasiado ruido y pocas nueces, por una parte; por otro lado, porque todavía están midiendo fuerzas los pros (¡je!) y los contras. Se hace medio aburrido oír las bravatas y patoteadas del presidente liberal-libertario (¿no es un contrasentido?) y ver el ajedrez astuto interminable del peronismo en primer lugar, de los que juegan en la B, en segunda línea; y los guiños y señas de los que orejean las cartas para ver cuál es "la suya" en este tornado. Hasta adentro mismo del gobierno hay un ovillo medio enredado que no terminan de destrabar. Pasa que amigos, socios y cómplices no son sinónimos.

Así que, si me permiten, le voy a dar un par de meses a esta red de pesca agujereada y después habrá que ver qué quedó entre los hilos. Lo que pase en el medio se me hace que es provisional, salvo que Javier Milei renuncie o lo renuncien, que sería lo único que merecería una mirada más o menos atenta. Pero, salvando eso, todo lo demás está pegado con saliva, hasta que consigan cemento instantáneo.

Aunque.

Hay dos asuntillos que pueden anotarse.

1. ¿El peronismo pidiendo sesiones del Congreso a los gritos? ¿De veras? ¿Quejándose de la prepotencia y de la inconstitucionalidad, y del atropello a la república y a la democracia y esas zarandajas? ¿Se chorearon un manual de oratoria en algún comité radical? 

– No, pero si los patoteros eran los K..., no confunda. Esos eran feos y malos. Los peronistas jamás... El peronismo no roba, ni mata, ni miente. El peronismo siempre estuvo firme junto al pueblo, como Crónica... 

– Oiga, nabo: estoy hablando en serio, no se haga el tonto que lo que está sufriendo es la Patria, no su movimiento (que ya la hizo sufrir bastante...)

El peronismo que trae las soluciones con la misma cara de piedra con la que trajo los problemas, con la que trajo males llamándolos bienes; que levanta el dedito y que advierte y ahora quiere corregir desmanes y desfacer entuertos, con apostura de Quijote. El peronismo que resiste (todo lo que no sea peronismo). El peronismo que siempre sabe lo que hay que hacer (y hace lo que le conviene y como le conviene...). El peronismo que, si le cuadra, va a negociar con Javier Milei. El peronismo que tiembla, olfateando que la izquierda le puede robar algo de la calle, ante la brutalidad de Milei. Ese peronismo que más tarde o más temprano le va a susurrar al oído al energúmeno libertario que ellos pueden controlarle la protesta... si ya no lo hizo, porque lo hace siempre.

2. Las dos grandes banderas de los liberales y de los libertarios son la libertad y la propiedad privada, así como el peronismo cacarea la defensa del estado y del bien común y la justicia social. 

Cuando fue la fiebre y el paroxismo de Néstor y Cristina (ahora hay quienes prefieren olvidar los extasis orgásmicos en los que caían en esos días gritando sus consignas...), repetí hasta aburrir que tenía contra ellos particularmente una cosa: malversaban la recta noción del estado, del bien común, de la justicia social, oprimían al pueblo, lo esclavizaban, lo sometían, lo compraban, lo envilecían.

Y sostenía, como sostengo todavía, que si alguien quisiera en algún momento poner en caja las tres cosas y tan siquiera hablar como se debe del estado, del bien común y la justicia social, no iba a poder, porque las tres cosas estaban infectadas con lo que el peronismo hizo con ellas y de ellas. Está escrito en estas mismas páginas.

Pero así como dije aquello, ahora digo que lo que los liberales, los libertarios y principalmente Javier Milei están haciendo con la libertad y la propiedad privada es lo mismo: las malversan, las envilecen, las prostituyen. Y en su nombre, en el nombre de cosas que tienen ese mismo nombre pero que no son esas cosas que ellos sostienen, hacen cosas bestiales, repugnantes y crueles.

Un día, quien quiera sostener como se debe la libertad y la propiedad privada, cuando este turno del péndulo pase y vuelvan las oscuras golondrinas, no podrá intentarlo siquiera sin cargar con la excomunica de ser como Milei, así como ahora darle su lugar al estado, pensar en la justicia social o en el bien común, es K.

Y de ese modo, Milei y Néstor y Cristina, Perón y Evita y Karina, se llevan para la historia la medalla falsa, el premio mayor falso de ser los defensores del hombre común, del estado, de la libertad, de la justicia social, de la propiedad privada y del bien común. El premio trucho a la honestidad, a la integridad y al amor a la patria y al pueblo.



sábado, 23 de diciembre de 2023

La voz y la Palabra (un regalo de Navidad)





Por lo que tiene de "lingüística teológica" y por la meditación honda sobre el sentido de la Palabra y la palabra, alguien me regaló hoy un fragmento de san Agustín, a propósito de la fiesta del Nacimiento de san Juan Bautista, que se celebró, claro, hace 6 meses:

“¿Qué va a ser este niño?”

¡Oh maravilla, el nacimiento del mensajero precede a Aquel sin el cual no habría nacido nunca! Él es la voz y Jesús el Verbo... La palabra nace primero en el espíritu, luego suscita la voz que la pronuncia; la voz se expresa por los labios y da a conocer la palabra a los oyentes. Así Cristo ha permanecido en el Padre, por quien Juan, su mensajero, fue creado como toda criatura. Pero Juan sale del vientre de su madre y por él Cristo fue anunciado a todo el mundo. Éste era el Verbo, desde el principio, antes que existiera el mundo; aquel fue la voz que precede al Verbo. El Verbo nace del pensamiento, la voz sale del silencio.

Cuando da a luz a Cristo, María cree, mientras que antes de engendrar Juan, Zacarías se queda mudo. Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una jovencita virgen. El Verbo prolifera en el corazón de quien lo piensa; la voz expira en el oído de quien la escucha. Puede que éste sea el sentido de la palabra de Juan: “El debe ser cada vez más importante; yo, en cambio, menos.” (Jn 3,30) Porque los oráculos proféticos, pronunciados ante de Cristo como una voz antes del verbo, se siguen hasta que llega Juan en quien cesan las figuras precedentes. Luego, la gracia del evangelio y el anuncio manifiesto del reino de los cielos no conocerá fin y fructificará y crecerá en el mundo entero. Ciertamente, de Juan dice la misma Verdad: “Entre los nacidos de mujer no hay otro más grande que Juan Bautista.”(Mt 11,11).

Entre los 396 sermones que tenemos de san Agustín, hay 17 sobre san Juan Bautista, incluyendo dos sobre su martirio.

En casi todos insiste con una idea: la voz anuncia a la Palabra que precede a la voz. Y con esta otra: Juan nace de una madre estéril y anciana para anunciar a Jesús que nace de una virgen.

Las dos ideas son maravillosas. Pero esta segunda idea es abismal. Creo que con este signo se recorre también la historia y el destino de Israel, porque en Juan el Bautista termina el tiempo de la Promesa y en Jesús se cumple.

¿Y el regalo de Navidad?

Es este enlace que les dejo aquí a la Homilética y los Sermones de san Agustín.

Homilética y Sermones de san Agustín de Hipona.

No encuentro nada mejor que esto para regalarle a los lectores de esta bitácora. En todo tiempo estos sermones y esta homilética son una compañía que despeja el aire enrarecido y anima al peregrino fatigado, además de enseñar a entender las Escrituras y enseñar a pensar, de paso.

Más todavía en tiempos en los que no debemos olvidar quién es el Señor. Y quiénes somos nosotros.

¡Feliz y Santa Navidad!



viernes, 22 de diciembre de 2023

Una respuesta de Antonio Caponnetto


Y primero, lo último. 

En los últimos 20 años, que son los que lleva esta bitácora ens a cuestas, no hice lo que ahora voy a hacer, porque, efectivamente, no es mi costumbre habilitar este tipo de interacciones de mis escritos con los lectores. Tampoco habilité nunca los comentarios y –con alguna larga experiencia en este mundo virtual–, creo que hice bien y que así quedará.

¿Por qué publicar esta carta de Antonio Caponnetto, entonces? Por las tres razones que contestan el último párrafo de su carta y que son las que le dí al responder a su pedido: "primero porque nobleza obliga; segundo, perché mi piace; tercero, porque me dará ocasión, no necesariamente de responder a tu discrepancia o a la información que me ofrecés, sino para exponer más acabadamente el sentido de mi escrito". Y esta última razón no será ahora sino que vendrá en otra ocasión.

Dicho lo cual, transcribo sus líneas.

Caro Eduardo:

He leído con atención una nota tuya reciente, a la que titulaste “¿Quién, cómo y por qué juzgará al nacionalismo católico argentino?”.

Quería hacerte llegar una gratitud, una discrepancia y una información. Para lo que sirviera.

La gratitud  es por lo que expresas en el párrafo 3. Sin duda hay una diferencia moral entre quien pone la cara, el pecho y el nombre para sostener una causa, y quienes amparados en el anonimato son capaces de escribir los peores disparates o las mayores bajezas. Ninguno de los agresores que me tocó padecer, a partir de las críticas de “Eutifrón”, estaban dispuestos a subirse a la pedana, que en buena hora invocas como símbolo. La consigna del tropel punitivo pareció nutrirse de una doble costumbre popular; a saber, la del “hablemos sin saber”, y la del “ring-raje”, tan propia de nuestros años infantiles.

La discrepancia es por el párrafo en que dices “habría preferido leer un panegírico leal detallando las virtudes del nacionalismo católico argentino por parte del seudónimo y, a su vez, un señalamiento agudo de las deficiencias del nacionalismo católico argentino por parte de Antonio Caponnetto”.

Amigo mío; la nota de “Eutifrón” fue y es equiparable a quien de repente, sin decir agua va, te sorprende emboscado en una esquina y te asalta con virulencia. No conozco a nadie que, en tales circunstancias, recuerde los Cantos XI y XII del Paraíso y haga una evaluación serena de los pro y los contra del atraco. “Eutifrón” no me invitaba a una evaluación equitativa del Nacionalismo Católico. Lo condenaba y maldecía por una serie de razones que creo haber probado que eran insostenibles. Tampoco conozco a ningún vituperador de oficio, que empiece su diatriba “detallando las virtudes” de aquello que considera pertinente borrar de la faz de la tierra. El consejo paulino “examinadlo todo, quedáos con lo bueno, desechad lo malo” (1 Tes. 5,21-23), no fue precisamente el que guió la pluma de “Eutifrón” y de sus  “espontáneos” adherentes. Desubicada hubiera sido mi reacción si en vez de levantar los cargos e infundios –que a tantas buenas almas lastimaron y confundieron- hubiera trocado la legítima y urgente defensa, por “un señalamiento agudo de las deficiencias del nacionalismo católico argentino”. Acaso tan desubicada esta reacción que me reclamas, como la que pudiera tener un abogado defensor que se subiera al estrado, no para garantizar la equidad en el trato al acusado, sino para recordar sus múltiples renuncios y discapacidades.

La información que deseo hacerte llegar es sobre tu deseo de que yo dé alguna “prueba” de que conozco “lo suficientemente bien al nacionalismo católico argentino” como para señalar sus deficiencias. No sé si te conforma saber que es algo que suelo ejercitar regularmente en rondas  amicales; y no porque me sobre el conocimiento sino porque me basta la vivencia, ya más larga de la que imaginaba acumular cuando era joven. Pero además –y Dios me perdone si esto es inmodestia- llevo escritos varios libros, en los cuales, al menos desde el punto de vista historiográfico, que se supone debería ser mi oficio, no he dejado de interpelar con dureza a ciertos nacionalistas y nacionalismos. Menciono, entre ellos; “Independencia y Nacionalismo”, “Respuestas sobre la Independencia”, “Notas sobre Juan Manuel de Rosas” y “Los críticos del revisionismo histórico”. Nómina que podría ampliar si se contaran mis cuatro libros objetando la postura pro democrática de viejos y nuevos camaradas, todos ellos adscriptos al Nacionalismo. Pero ya lo he dicho muchas veces: el nuestro debe ser el único país en el que se puede criticar a un autor y a sus libros sin haberlos leído. No  he tenido la suerte de ser la excepción a esta regla enloquecedora.

Por último, escribes que estás convencido “de que ese examen y esa revisión del nacionalismo católico argentino no solamente son posibles sino que se me hace que es necesario hacerlos”. Pues te aseguro Eduardo, que se cuentan por decenas y decenas  –y no es hipérbole- la cantidad de ensayos, tesis, tesinas, monografías, opúsculos o entrevistas, a través de los cuales, el nacionalismo católico ha sido colocado en el tribunal de los examinados que, casi sin excepción, termina siendo un cadalso indocto cuan inmisericorde. Si algo está faltando, caro amigo, no es la revisión examinadora que solicitas, sino el concurso de buenos, nobles, veraces y sabios defensores. Y una de las tristes razones de esta ausencia, es porque no pocos de aquellos que compartieron conmigo promesas juveniles de militancia fiel, hoy las consideran pecados de los años mozos; y para hacérselos perdonar, buscan alguna ocasión para atacar al Nacionalismo Católico, en nombre de la científica madurez analítica.

El punto 4 de tu artículo es un retrato logradísimo del mismo desconcierto que padecí y sigo padeciendo yo ante este repentino brote anti-nacionalista, surgido paradójicamente de aquellos a quienes -personalmente y puedo probarlo- tengo por personas cercanas a mis afectos, admiraciones y gratitudes. Nos dices: ”No tengo explicación para ese ataque en esos términos anónimos”.

Pues yo tengo algunas, que a modo de doliente hipótesis, dejé entrever en mi respuesta a “Eutifrón”. Y porque seriamente le pido a Dios estar equivocado, prefiero no andar repitiéndolas. Pero tamaño ataque ( y es todo cuanto diré), no se explica prevalentemente por discrepancias intelectuales, sino por ingobernables y sufridas reacciones psicológicas.

No sé si es costumbre en Ens, que se practique este tipo de interacciones entre tus escritos y sus lectores. Si lo fuera, me daría por bien servido que dieras a conocer estas líneas. Y si no, tengamos literalmente las fiestas en paz.

Un fuerte abrazo

En Cristo y en la Patria

Antonio Caponnetto



miércoles, 20 de diciembre de 2023

¿Quién, cómo y por qué juzgará al nacionalismo católico argentino?




Hace unos días, Antonio Caponnetto difundió virtualmente un escrito público por el cual me enteré de que amanecía una disputa en torno al nacionalismo católico argentino. Al parecer, todo empieza por una nota que le hicieron a Rubén Peretó Rivas sobre las recientes elecciones y especialmente por los comentarios que sucitó la entrevista cuando se publicó en su propia página. Siguió el asunto más tarde con una entrada posterior –Apuntes sobre el Nacionalismo Católico argentino–, firmada con un seudónimo, que también publicó Rubén Peretó en la página que administra, para continuar una especie de debate sobre el asunto.

No soy interlocutor de ninguna de las partes en esta refriega. Tampoco el nacionalismo católico argentino ni Antonio Caponnetto están necesitados de mi intervención ni de mi dictamen en la cuestión. Por eso mismo, no voy a hacer juicios sobre el tema de fondo, si es que el tema realmente es el nacionalismo católico argentino y su naturaleza y acciones. Sólo enumero algunas cuestiones que creo metodológicas. Y esto por las razones que diré:

1. En el Paradiso de su Commedia (XI-XII), en un rasgo que se me hace finamente humorístico, Dante Alighieri pone en boca del dominico santo Tomás de Aquino el elogio a san Francisco de Asís mientras, en el canto siguiente, es el franciscano san Buenaventura quien hace el elogio de santo Domingo de Guzmán. Dante no desconocía las fricciones que había entre ambas órdenes mendicantes, de modo que hay que entender el gesto como una propuesta programática, y entiendo que lo hacía en beneficio de la Iglesia, toda vez que él mismo había recibido de ambas órdenes grandes beneficios, doctrinales y espirituales, aparte la cuestión de si tomó a su modo lo que aprendió.

2. Remedando en algo ese molde dantesco, y habiendo leído los dos textos principales del barullo, 
de haber sido posible, habría preferido leer un panegírico leal detallando las virtudes del nacionalismo católico argentino por parte del seudónimo y, a su vez, un señalamiento agudo de las deficiencias del nacionalismo católico argentino por parte de Antonio Caponnetto. Con eso, al menos dos cosas buenas habrían quedado explícitas, además de confirmar la buena fe de los contendientes, con gran beneficio para los lectores: por un lado, el seudónimo habría dado fe de que conoce lo suficientemente bien al nacionalismo católico argentino como para señalar sus virtudes, aportes y aciertos, que los tiene y no son pocos; por otro lado, Antonio Caponnetto habría dado prueba de que conoce lo suficientemente bien al nacionalismo católico argentino como para señalar sus taras, deficiencias y errores, que tampoco son dos o tres nomás. Alguno podrá decir que ambos escritores conocen acabadamente el tema en disputa. En uno de los casos no me consta, pero, si es así, esa es suficiente razón para aprovechar un intercambio como el que digo. Pero algún otro podrá decir que es una ingenuidad de mi parte siquiera pensar que eso es posible. Y a quien lo diga le daré la razón, pero sólo porque en una disputa puramente agonal, la entera verdad sobre el asunto no es la invitada principal y el lugar de honor en la mesa lo ocupa la posición de cada contendiente, como que su suerte personal (o de su facción) está en juego en esa agonalidad, y esto por el compromiso íntimo que cada cual tiene con lo que piensa y sostiene. Cosas de la disputa agonal. Pero ¿es este enfrentamiento pura agonalidad? Y si es eso, ¿debe serlo? ¿No admite otro tratamiento más celoso de lo que las cosas son, todo ellas y por completo? Estoy convencido de que ese examen y esa revisión del nacionalismo católico argentino no solamente son posibles sino que se me hace que es necesario hacerlos. No estoy tan convencido, para decirlo rápido, de que haya entre los que saben quien tenga ganas de encararlo hoy por hoy. Y creo que las razones son siempre partisanas. Y quien se perjudica con eso es el argentino común y corriente, por supuesto, que irá a participar de una batalla cultural y política a medio vestir.

3. Quiero advertir que lo que voy a decir en este punto es una preferencia personal, en principio. Aunque no del todo: porque también creo que es lo que debe ser, si el tema se considera seriamente. Cuando alguien se dispone a hacer juicios de valor sobre una concepción determinada, desgranando un elenco de taras y defectos que califica como graves y peligrosos; cuando no sólo refiere detalles accidentales sino que apunta a la naturaleza misma de una concepción, una convicción o de una posición para invalidarla in toto, mientras pone en confronto otras posiciones o ideas a las que favorece porque no merecen a su juicio esos calificativos y defenestraciones, en mi opinión debe respaldar con su propia persona sus afirmaciones. "Poroto" Urquiza, un periodista anciano y simpático que me presentó hace muchos años Juan Luis Gallardo, me contó que en el viejo edificio del Diario La Prensa, donde escribía, junto a la redacción había una sala de esgrima. La razón de la pedana era que cualquier miembro de esa redacción –si era requerido– debía estar dispuesto a sostener con estoque, sable o espada, lo que había publicado con su pluma en las páginas del diario. Otras épocas, claro y puede sonar rocambolesco, y no sé si es verdad aunque por otros testimonios similares supongo que así era. No pido tanto. Simplemente preferiría que, quien va a referirse a conductas y convicciones de personas concretas y determinadas que pueden sentirse aludidas y hasta ofendidas por sus dichos en tono agonal, y que sabe y debería saber que así será aunque no las mencione con nombre y apellido, más aún cuando sus dicterios pueden ser incompletos o ser caricaturescos o son deformaciones por omisión, podría suplir el coraje de empuñar una espada con el coraje de estampar su firma con su nombre real. Bastante menos que una espada, en un sentido; pero bastante más en otro más importante. Especialmente si el seudónimo afirma que: "yo creo que si hay algo importante para decir y se dice correctamente y con ánimo de veracidad, pues hay que decirlo, con todos los riesgos que eso implica (el errar, el herir susceptibilidades, el ganarse el desprecio, etc.)". Cosa con la que estoy de acuerdo, aunque apuntaría que el primer riesgo  a afrontar es que sepamos quién se hace cargo del libelo. En cuanto a ese riesgo, el primero en orden de aparición, Caponnetto lleva alguna ventaja, porque aunque no esté de acuerdo en todo, o en nada, quien lea sus escritos sabe quién es Antonio Caponnetto, o puede saberlo si es que no lo sabe, sabe cuál es la razón y el origen de sus ideas y su adhesión a ellas a lo largo de los decenios, de modo que quien tenga algo que decir al respecto –más aún si lo hace públicamente– sabe a quién dirigirse, sabe que no es un fantasma, que tiene un nombre y que al poner su nombre está dispuesto a ir a la pedana, dicho metafóricamente, cuando se lo requieran. En fin, que –acertado o no– pone su propio pecho para decirlo.

4. Por último, después de leer lo que había que leer (sin haberme distraído con los comentarios), me pregunto cuál pudo haber sido el motivo del brulote contra el nacionalismo católico argentino (y creo que es un brulote hasta donde mi oficio me permite juzgar un escrito cuando lo leo), sacado así con esa virulencia tajante como de la nada (traído de quién sabe cuándo y por qué, al menos que yo sepa). Y me pregunto por qué ahora, cuando el nacionalismo católico argentino no pesa en la balanza que pesa los poderes de este mundo en el país, ni representa una corriente masiva determinante que ponga en riesgo grave la salud del reino, cuando ni siquiera es una masa uniforme y consolidada que tenga una sola modalidad o dosaje, reuniendo habitualmente afinidades universales y genéricas, reuniendo a cosas a veces bastante diversas bajo el mismo rótulo. ¿Por qué parece que el escrito del seudónimo –no muy veladamente, viendo los ejemplos que opone– parece imputarle al nacionalismo católico argentino no ser lo suficientemente liberal (¿e inclusivo?) como parece que correspondería que fuera, en este concreto y determinado país, y sobre todo aquí y ahora? ¿O sólo me lo parece a mí? Queda claro que el escrito es contra el nacionalismo católico argentino. Queda menos claro el motivo del ataque, que si fuera por amor a la verdad debería haber sido menos tuerto al mirar el objeto que dice estar mirando. No debo pensar que, como dice un dicho que siempre me ha hecho gracia, se trata de que: mi mediocridad sólo me permite ver los defectos. Queda en sombras también saber si, a juicio del seudónimo, hay en la Argentina una conducta virtuosa civil, política, económica, cultural, educativa, intelectual y espiritual que pueda confrontarse con el peligroso nacionalismo católico y reemplazar su presunta influencia nefasta, principalmente en los jóvenes a los que se estima que malforma como nacionalismo católico ut sic.

No tengo explicación para ese ataque en esos términos anónimos. Y no quiero hacer demasiadas conjeturas que siempre corren el peligro de ser injustas. De todos modos, de haber sido por amor a la verdad, mi opinión es que el escrito debió de haber sido completamente distinto.

Pero si todo el batifondo es porque hay sectores de "las derechas" y ciertos tradicionalismos que tozudamente no le abren gozosos los brazos al liberalismo o a cierto conservadurismo en cualquiera de sus versiones; si la cuestión es que no se respetan debidamente los fueros del imperio británico, por decir algo aludido en las líneas que leí; si es porque ciertos otros tradicionalismos y una opción conservadora o liberal libertaria busca su espacio entre "las derechas" locales para enhebrarse de ese modo con las olas conservadoras globales y para ello le conviene denostar la marca "nacionalismo católico argentino", para ocupar el lugar que este ocupa, sea cual sea; si es porque es irritante y contraproducente que haya quienes digan y sostengan advirtiendo públicamente que la opción Milei es un "regalo griego" y eso se opone a las preferencias o cálculos de otros sectores que también se perciben de derecha; si es porque la coyuntura manda decapitar a un nacionalismo que se muestra rebelde al aire de estos tiempos nuevos, rebosantes de nuevos paradigmas e intereses y planes políticos globales –y decapitarlo antes de ver qué tiene realmente adentro de su cabeza–; quiero decir: si fuera por alguna de esas u otras razones del mismo tipo, o peores, entonces el asunto luciría sensiblemente menos interesante y saludable, porque es ya un tópico viejo y obvio.

Hasta donde sé y entiendo, ya le pasó, por ejemplo, a Chesterton en Inglaterra o, por ejemplo, a Castellani en la Argentina.


lunes, 18 de diciembre de 2023

Florecillas presidenciales para el mes de diciembre (II): Vida de perros





Estamos todavía en medio de un mientras en el arranque del gobierno de Javier Milei y las definiciones taxativas en los tiempos del mientras son imprudentes, al menos si de medidas y gestión se trata. Basta recordar al ídolo del presidente, Carlos Menem, para tomar nota de los vaivenes iniciales que le llevaron más de un año de prueba error en su primera presidencia.

Mientras es un adverbio útil para el análisis, se trata de esperar y ver. Porque mientras generalmente cubre el espacio de tiempo que hay entre ahora y después. El contenido de ese mientras dependerá de hoy y de después, porque según la calidad de esos dos tiempos y lo que hoy se esté esperando para después, mientras puede ser más o menos intenso y por eso mismo obliga a mayor ponderación.

Hasta donde veo, este es un mientras que podrá durar tanto cuantas sean las cosas que vayan pasando o según sean los resultados y las consecuencias de las que fueron noticias espectaculares del día en un momento y que en no mucho tiempo más empezarán a florecer de esa semilla. O a jeder, como dicen los paisanos.

Quien le ponga la medalla en el pecho a los anuncios o medidas que están in fieri, es un ideólogo, sencillamente. O un imprudente. O un voluntarista. O un fanático.

Y en el caso de la presidencia de Javier Milei que principia recién, mientras es el mientras típico y básico: habrá que ver.

¿Se podrá, igualmente, poner el ojo en cosas y personas que van asentándose, por el tiempo que sea que vayan a durar en el curso de este inicio de gobierno? Claro que sí. Con una sola condición que el fanático no tiene modo de cumplir: ser ecuánime, además de paciente.

Por ejemplo.

En la mayoría de las promesas de campaña, por lo que va sonando, el gobierno de Javier Milei entró en un déficit bastante ruidoso. Y sinuoso. Todas cosas sabidas: casta no, pero sí; impuestos no, pero sí; China no, pero sí; comunistas no, pero sí; endeudamiento no, pero sí; Macri no, pero sí. Y así siguiendo.

Se le ha venido anotando como meritorio en su legajo el que Javier Milei haya dicho exactamente lo que iba a hacer, y que de ese modo haya establecido un contrato explícito inicial con el electorado respecto de lo novedoso, revolucionario, doloroso y purificador que iba a resultar lo que prometía. Pero viendo andar al rengo, tal vez Milei haya hecho a conciencia otra cosa, una vez elegido. Es decir, lo que le enseñó su arquetipo: "si decía lo que realmente iba a hacer, no me votaban...". Siempre se creyó que lo de Menem era cinismo. Algo habrá pasado para que "cinismo" haya devenido para algunos en "pragmatismo". Hacer lo que se pueda en cada caso no es necesariamente repudiable. Tratar de hacer pasar por sensato lo que es simplemente oportunismo, ya es otro cantar. Un fanático no logra advertir la diferencia.

Pero lo cierto es que in fieri significa in fieri. Adónde irán a parar los actos de Milei es cosa por la que personalmente no apostaría ni un centavo, porque no parece del todo claro. Salvo una cosa que tiene destino cierto, hasta donde pueden ser ciertas las vidas de los hombres.

Su liberalismo libertario es cierto, aunque su anarcocapitalismo se domestique –o se enmascare– en el barro de la política. Su visión de la historia argentina es la que es. Sus objetivos son los que son. Sus paradigmas son lo que son. Y son quienes son.

Paralelamente, a todo esto hay que agregar otra historia en desarrollo, otro dato in fieri que puede tener secuelas en lo que vendrá: la relación de Javier Milei con la vicepresidenta, Victoria Villaruel. Y tal vez interese este punto porque podría estar cargado con el karma de las relaciones entre el 1 y el 2, como lo estuvo en varios de los binomios de los últimos 40 años. Los asuntos ideológicos que los separan, las características personales que los separan, las reivindicaciones que cada uno de ambos tiene por vacas sagradas y que no coinciden con los intereses del otro, puede que deriven más temprano que tarde en una lucha más o menos sorda, ya no por sumarios distintos o modalidades diferentes, sino por el simple y grosero poder. Se me hace que en no mucho tiempo podría aparecer algo que por ahora no figura en el mapa: los bandos de uno y otro lado. A la vez, los rasgos cristinescos que Villaruel va mostrando en sus primeros protagonismos públicos –con estilos distintos, ciertamente–, son a mi juicio un motivo de alerta, y eso no sólo para Javier sino para los dos hermanos Milei, que son quienes habitan excluyentemente el vértice más puntiagudo del poder. 

Mientras las cosas fluyen, personalmente no encuentro, sin embargo, otro dirigente argentino parecido a Javier Milei y a su modalidad, como no sea Juan Domingo Perón y, en menor medida, Carlos Menem.

Tienen a mi juicio puntos importantes en común que no aparecen en otros en el último siglo. El primero es la forma directa de comunicarse con los votantes y hasta con el pueblo. Otro es los resortes que despiertan en quienes lo siguen, proclives a justificar todo y cuanto piense, diga o haga o no haga o no diga, al menos por ahora. Otro es la capacidad de división del cuerpo social y la radicalización agresiva y creciente entre fanáticos seguidores y fanáticos detractores. Otro es el poco espacio que queda –o que este tipo de líderes deja–entre ambas facciones partisanas para un discrimen más atinado. Otro es el cinismo, si es verdad que pragmatismo es el obrar cínico cuando el apetito de poder empuja las acciones. 

Entre las diferencias está, básicamente y como ya dije, la convicción ideológica de Milei y su reverencia religiosa ante el liberalismo. Puede que suene extraño unir en materia política religión a ideología, pero, precisamente es la naturaleza misma del hombre la que logra ese matrimonio. Y también la naturaleza misma de las cosas, si es verdad que, como dicen que decía Platón, toda filosofía es una especie de meditación acerca de la muerte. Por otra lado, entiendo que la adhesión de Javier Milei al judaísmo en la vertiente que eligió es compatible con cierto mesianismo liberal y capitalista, cosa religiosa que el capitalismo trae desde sus orígenes. Con esto, como saben los que saben, no estoy diciendo nada que desde posiciones diferentes no hayan dicho ya Max Weber, Walter Benjamin o el economista Benjamin Friedman, entre otros muchos de campo protestante, escéptico o católico. Por su parte, también es sabido que tanto Perón como Menem vieron en la religión apenas un tópico útil, algo también manifiesto en la intención peronista de alguna vez tener iglesia pseudocatólica propia, un rasgo de espíritu igualmente mesiánico que cualquier día de estos tal vez veremos surgir en Javier Milei, ahora a la luz del día. Que los rabinos se lo profeticen y lo confirmen en gracia augurándole desde lo alto su destino de grandeza, es la frase en cuerpo 6 con la que puede traducirse mesianismo.

Es verdad también que en materia religiosa propiamente dicha, Milei muestra inconsistencias estrepitosas, y tal vez la más frívola de ellas es la relación pseudomística que tiene con su "hijos de cuatro patas", elevados al rango de bastón de mando, un bastón que, con esas presencias esculpidas, funge como talismán. De todos modos, por frívola que sea esa muestra es significativa, porque es casi una concepción del mundo y de las cosas privilegiar perros a hijos y ascender a aquellos a la categoría de los segundos, en un placebo de relación familiar sin familia, por encima no sólo de la naturaleza sino de las convenciones.

Probablemente, un terrible y fatal temporal de los últimos días, ponga en breve pausa el impulso reformador. O no. El carácter doloroso de las reformas salvadoras que amenazan, parece que pide un impasse, por breve que vaya a ser.

De modo que el mientras no cambia: esperar y ver es poder juzgar mejor lo que a estas alturas apenas está en el huevo.



sábado, 16 de diciembre de 2023

Médico a domicilio



Pese a lo extendido que está el significado apócrifo de ambos términos, Seudónimos y Anónimos no son dos hermanos griegos, como postula sin fundamentos la literatura no científica.

En realidad, son dos estadios consecutivos de una misma patología que afecta, en general, las gónadas masculinas, ocasionando la paulatina reducción de su volumen, que puede llegar incluso hasta hacerlas desaparecer.

Sin el debido tratamiento, se ha verificado que, con el mero paso del tiempo, la evolución desfavorable de esta patología en algunos pacientes desarrolla dislexias, afasias severas y otros trastornos del habla, que se combinan con trastornos del lenguaje, hasta llegar a la pérdida completa de la capacidad de expresión y comunicación, en conjunción con el deterioro de varias de las funciones cognitivas.
En la investigación etiológica de esta afección hay profusión de corrientes y escuelas que difieren entre sí substancialmente, de modo que no hay aún publicaciones verificadas que hayan descripto acabadamente su origen.

Sin embargo, una corriente minoritaria de la investigación histórica y paleontológica del desarrollo de estas afecciones en el pasado remoto y medio, ha obtenido pruebas irrefutables de la existencia de agentes que provocan algunos pocos Seudónimos y Anónimos que no afectan a los portadores con las peligrosas secuelas mencionadas anteriormente. Aunque también debe señalarse al respecto que no ha habido estudios de campo que hayan permitido localizar este fenómeno benéfico de Seudónimos y Anónimos, al menos en los últimos 50 años.


lunes, 11 de diciembre de 2023

Florecillas presidenciales para el mes de diciembre (I)




Claro que había que callarse la boca y esperar. Del resultado de la segunda vuelta a hoy, hubo un tsunami de tonteras y rumores y de otras cosas más, siempre en el aire, como presencias fantasmagóricas que no terminaban de encarnarse. ¿Se imaginan? Escribir a la mañana y borrar al mediodía y volver a escribir a la tarde para borrar a la noche, y así, hora por hora. No: eso está bien para operadores, para periodistas, para autocandidateados a esto o aquello.

Nosotros, los hombres de a pie, conviene que seamos todos filósofos. Conviene que miremos y tratemos de ver al final qué es lo que estamos viendo. 

Y el domingo 10 se encarnó algo, finalmente, después de tanto amague y stress. Entonces ahora sí algo puede decirse de lo que se encarnó finalmente. El que se apura, se equivoca. El que no banca la vorágine, pierde. Y se pierde. 

Entonces, algunas primeras notas breves de cosas que finalmente sí pasaron (o que hasta ahora parece que pasaron y están pasando...):

1. En lo substancial, y en lo que a un servidor respecta, todo lo que he dicho en meses anteriores respecto de lo que es Javier Milei y lo que creo que significa, sigue así y no se mueve. Claro que para saber cuánto de lo que ha dicho está dispuesto a realizar realmente, hay que esperar. Si querés conocer a Agapito, dale un carguito, repetía con gracia y acierto Braulio Anzoátegui. Claro que hasta por vergüenza o conveniencia, para algunos la cuestión puede refugiarse en un no fue posible o no lo dejaron y cosas así. Pero, el discurso programático de lo que piensa hacer –dicho desde las estadounidenses escalinatas provincianas del Congreso de la Nación–, induce a pensar que su plataforma sigue siendo esa misma de la que algunos decían que no había que prestarle atención porque no hay que fijarse en las zonceras genéricas de las plataformas. Su liberalismo es el mismo, su voluntad, la misma. Su propósito el mismo. Y lo repite. De la reacción de "la Plaza", otro día habrá que hablar.

2. ¿Vieron que Javier Milei no está loco? Los que se pusieron a salvo alegando su desquicio mental, se ve que tenían un informe psiquiátrico apócrifo. O peor: tal vez les convenía cancelarlo preventivamente de esa manera para poder votarlo sin demasiada molestia o cargo de conciencia. O peor todavía: para ocultar con ese subterfugio clínico lo que realmente preferían por convicción criptoliberal o conservadora-liberal.

3. Sigue siendo una incógnita qué hace Victoria Villaruel allí, junto a Javier Milei. ¿Junto? Sí, pero no, pero sí, pero quién sabe. Las que Javier Milei dijo una y otra vez que eran las áreas exclusivas suyas de ella, las de Defensa y Seguridad, las usó Javier Milei para otra cosa, una cosa "pragmática", un poco Pro, un poco radical. ¿Correrá la misma suerte cuando ella quiera –si quiere– esgrimir su espada contra las leyes inicuas? ¿Llegará a esgrimir alguna espada, más allá de las palabras? Y por filosas que sus palabras suenen, ¿llegarán efectivamente a cortar los nudos gordianos que prometió cortar? ¿Quedará eso también en la mesa de saldos del pragmatismo?

4. Y hablando de pragmatismo, es interesante oírlo a Guillermo Moreno. Hace unos días, en un reportaje con Nancy Pazos, contó que, en una comida privada de tres parejas (Javier y Karina Milei, Moreno y su mujer y el anfitrión con la suya), entre otras cosas le aconsejó nombrar Secretaria General a Karina, cosa que finalmente pasó. También ratificó allí que él creía que el gobierno de los hermanos Milei iba a durar de 4 a 6 meses, porque él no iba a aguantar el juego pragmático de lo que se le viene: "Milei es un buen muchacho, es un idealista y un revolucionario, pero ahora tiene que ser pragmático y su contextura psicofísica es la de un idealista revolucionario, así que no va a aguantar; no es Carlos Menem, puro pragmatismo..., pero es un buen muchacho; un día de estos, si siguiera como parece que va yendo, será peronista..." Moreno, señores, es Moreno.

5. ¿Podrían haberle ahorrado al fatigado pueblo argentino la segunda vuelta? Sí, si el pragmatismo le hubiera llegado antes a Javier Milei y hubiera hecho antes la alianza que hizo  después con Mauricio Macri, que terminó haciendo de todas maneras. Pero la segunda vuelta le sirvió en todo caso al "padrino", a Mauricio Macri. Con eso se sacó de encima al radicalismo, quedó solo en el horizonte del Pro para darle la forma que quiere darle y colonizó (uf, que palabreja...) porciones del poder de Javier Milei para su propio beneficio, que ya veremos cuál es.

6. Así como Jorge Bergoglio es el primer papa argentino y el primer jesuita en la sede de Roma, Javier Milei dice ser el primer presidente liberal libertario do mundo. ¿Será que los argentinos no estamos preparados para reconocer (o digerir) estas primicias históricas y planetarias? ¿Deberíamos tomar nota y ponernos a mirar con más atención los signos de los tiempos?

7. Y hablando de signos, ¿se compadece la jura presidencial sobre los Santos Evangelios con su adhesión espiritual y afectiva al jasidismo de agrupaciones del judaísmo ortodoxo como Jabad Lubavitch, y otros jaredíes, con sus adhesiones a la Kabbalah, y a su interpretación del mesianismo, por ejemplo? Esto también es inédito en la Argentina política pública, aunque no en la no pública. No son pocos los que ahora siguen a Javier Milei con una convicción recién estrenada y una neodevoción que contradice sus anteriores convicciones y devociones. ¿Deberán reescribir los libros que leyeron? ¿Deberán corregir a quienes fueron sus maestros? ¿Vivirán ahora una espiritualidad esquizoide, partidos en dos almas contradictorias? ¿Armarán en sus mentes y corazones un extraño puzzle de ideas distintas y opuestas en materia teológica, filosófica, cultural, política, económica?

Y hasta aquí llegamos hoy, que esto recién empieza. Y quedan muchas cosas vistas y por ver y muchas promesas de campaña que veremos si son promesas o se cumplen y cómo.

El que se apura, se equivoca. El que no banca la vorágine, pierde. Y se pierde. 



sábado, 2 de diciembre de 2023

Décimas de las diferencias


Parece mar pero es cielo.
(¿Hay ángeles en el mar,
por si llega a naufragar
un corazón sin consuelo?).
Parece llano y es mar
(¿qué trigo podrá sembrar
en el mar el sembrador,
si la siembra es el amor
para el amor cosechar?).

Cielo y llano se parecen
si uno se pone a mirar:
son verde-azul como el mar;
mirándolos, los dos crecen
y como el mar no envejecen.
Y ese es todo el parecido.
Que el canto del mar es ruido
y es un rumor el del cielo,
como el aire sobre el suelo
suspira brisa al oído.


 

jueves, 30 de noviembre de 2023

Romance de su presencia


Está la tarde sin ruido
y anda la lluvia en barbecho
arreando nubes de plata
que van por campos de cielo.
Y afinan mil voces roncas
con las que darán el trueno,
mientras susurra en sordina
un coro como de viento.
Con la luz que mengua el día
rozando unos trigos tiernos,
miro la luz de unos ojos
que estarán mirando lejos,
pensando que yo los miro,
sabiendo que yo los veo.
Un aire como del mar
entra acariciando el pecho:
parece sal y es jazmín
que aroma como su pelo
oscuro de luna buena,
vetas de luz y romero,
que en ondas de viento limpio
dejan mi amor al acecho.
El aire que es mar y llano
todo florecido en trébol,
de puro gozo se arroba,
insomne de amor despierto, 
y abre las venas dormidas
y les deja sangre adentro,
perfumada, roja y dulce
como las flores del ceibo.
Camino cada camino
como si fueran recuerdos
y a cada paso que doy,
todo es ella lo que encuentro:
están su risa y su voz,
el día del primer beso,
su mano trenzando lilas,
su temblor y un reverbero
con el que llama a mis manos
y pone en ellas un fuego
tibio de ser a su lado,
dorado de ser tan nuevo.
Ella es la nube y el ave,
mi pie, la arena, el sendero,
la soledad de este día
y su presencia en mis centros,
la sombra de mi costado,
ese rumor que arde fresco
si me retraso y la miro
estar sin estar. Y luego  
va por delante y se vuelve
y pronunciando en silencio
dice mi nombre sin voz
y sin voz dice "te quiero..."
para que nadie lo oiga,
sólo yo. Con su pañuelo,
que lleva el signo invisible
de que su andar es mi sueño,
fue recogiendo unos lirios
rosados, como sus dedos,
bordes leves, finos, gráciles 
que germinan de su cuerpo.
Y en una loma tan verde
que la lluvia verde ha puesto,
su figura se deshace
como si fuera de vuelo...
Sé que no está, que es nostalgia
de su nombre. Pero es cierto
cada rumor de su paso
de torcaza en mi regreso,
que creo ver y no está,
que digo que está. Y voy ciego.
Y dice la voz del mundo
saudades que va sintiendo
y que punzan con mil flechas
como su flecha que siento
donde nace el corazón,
que por no estar luce muerto.


 

domingo, 26 de noviembre de 2023

No le crean




No le crean es una sentencia funesta cuando se refiere a una persona pública, a quienes ejercen la conducción de hombres, en cualquier ámbito, pero en el político especialmente. De hecho, no le crean es una sentencia funesta cuando recae sobre cualquier persona que se hace acreedora de la sentencia. Pero hablo de retórica particularmente, un arte desprestigiado y sin embargo muy importante desde el siglo V antes de Cristo. Para algunos iniciado por Empédocles, para otros por Córax y Tisias de Siracusa, lo cierto es que no fue hasta que Aristóteles se lo tomó en serio que se establecieron las reglas y contenidos del arte que –aun pasando por modas y modalidades, escuelas y corrientes– viven todavía, claro que, hay que decirlo, ahora desgajados de cualquier moralidad y adecuados a otras finalidades persuasivas y con otros medios. Ahora bien, la credibilidad a través del discurso es algo que Aristóteles trató en particular en el libro II de su Retórica, junto con el movimiento de las pasiones a través del discurso: el ethos y el pathos, como tipos de pruebas, hay que decir, según el Arte. Lo que corresponde al logos –el modo de argumentar sobre la materia de que se trate– lo trató en el libro I. En cuanto al ethos, no se trata allí de las cualidades morales, en realidad, sino que se refiere a cómo el rétor genera credibilidad a través de su discurso. Aunque es más propio del arte tal como él lo concebía (y no según la modalidad primitiva o la sofística) que la persona sea lo que parece ser, porque de ese modo su credibilidad es más firme, más persuasiva y menos vulnerable. En eso coinciden todos los clásicos a partir de Aristóteles, por otra parte. Es útil releer la historia de esa disciplina y muy útil repasar las consideraciones de Aristóteles, porque el arte del que se trata no es simplemente un "recurso eficaz" para persuadir, sino un modo de tratar la verdad contenida en opiniones ante quienes oyen (y en nuestros días además ven) y deben formar su propio juicio, sin que necesariamente conozcan específica ni mucho menos exhaustivamente las materias de las que tratan los discursos. Un juicio formado incluso sobre los asuntos sobre los que suele conversar y tener opinión el hombre común. Y, por eso mismo, un juicio que, bien señala Aristóteles, no se forma sólo por la argumentación sobre el asunto, sino por la credibilidad que le merezca quien lo dice o por el estado de sus pasiones al oírlo, movidas también por lo que oye o ve. Con todo y eso, es un arte de la mente razonando y conociendo y distinguiendo, tanto la mente de quien habla como de quien escucha, es un arte que acomoda las pasiones que pueden incidir en la formación de las opiniones y es un arte que disciplina al propio orador. Y eso aplicado no solamente a la vida pública, sino a cualquier conversación entre hombres y hasta a la enseñanza. Por eso, no le crean es una sentencia funesta cuando se refiere a una persona pública, y a la dirigencia de hombres, en cualquier ámbito, pero en el político especialmente. Y, claro, es una sentencia funesta cuando recae sobre cualquier persona que se hace acreedora de la sentencia.

jueves, 23 de noviembre de 2023

El ruido del mar




El mar, dice la mayoría de los exégetas, es el mundo en las Sagradas Escrituras. Así Rábano Mauro comentando una tempestad calmada en san Mateo (la vorágine del mundo, dice más exactamente); y similarmente san Beda, en el comentario al mismo pasaje en san Marcos y más extensamente en el comentario al pasaje en san Lucas; así como san Ambrosio. Y otros.

No el mundo creado sin más, claro. La vorágine del mundo, la mundanidad del mundo opuesta al designio original que lo creó. La agitación tenebrosa y amarga de este mundo, que confirma san Beda, explicando el sentido alegórico de los elementos del pasaje. "Tú dominas el poder del mar, y calmas la agitación de sus olas", cita san Cirilo el Salmo 88, en el mismo sentido.

Poder y agitación. Pavorosos en el mar. Otro poder y una quietud gloriosos en Él.

En ese sentido, el mundo es por sí mismo ruido. Un ruido tan ensordecedor como sutil. Tan evanescente como poderoso. Tanto estrépito como susurros.

Batirse de vientos y olas parece ruido fuerte. Cualquiera que haya visto el mar lo sabe, nada más fuera parado en sus orillas, frente a su poder y su ruido. El que navegó una tormenta en el mar, lo sabe; siquiera quien vivió un mar ‘picado’ navegando sobre él, lo sabe. Y hasta el que navegó a secas lo sabe. Ese poder tan raro, ese dominio, esa seducción del mar.

Es poderoso el mundo mar. El mar del mundo.

Dicen también los exégetas que este mar bravo es tentación y tribulación. No sólo ruido de sonidos, sino vacíos de negrura y desesperanza. Olas de preocupaciones y agitaciones. Amargas, al fin, aunque tal vez dulces un tiempo en la boca, como el Libro de la Revelación que dice el Apocaleta, en otro sentido.

Tinieblas de mar, tinieblas de viento en el mar.

También se entiende así, por ejemplo, ante las dos pescas milagrosas, con un signo muy fuerte en la segunda y última pesca, Jesús resucitado en la playa y los hombres en el mar, como comentan san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y otros. Lo espiritual y el mundo.

Pobre mar, dirá más de uno. Y sin embargo, allí lo tenemos, campante en su símbolo.

Pero el ruido del mar es lo que importa ahora.

La agitación del mar. La agitación –con ruido o sin ruido–, el ruido como tiniebla y desazón, el ruido como angustia y ansiedad, el ruido como soledad estéril, el ruido como palabras huecas y movidas por la acedia y la desesperación. El ruido del mar en medio de los ruidos del mundo, la misma cosa. En la oscuridad del alma que teme quién sabe cuántas cosas del mundo mar, que teme según la mundanidad del mundo mar. Que teme los sustos mundanos, que se ahoga en las esclavitudes del mar. Que se ahoga, sin más.

Amarguras, ansiedades, temores, dolor, angustias, vacíos, soledades, desesperanzas.

El ruido del mar. El ruido sin ruido del mar. El ruido oscuro del mar que agita y nos agita. La tiniebla del ruido del mar. Tribulaciones sordas del ruido del mar. Preocupaciones vanas del ruido del mar. Angustias prepotentes del ruido del mar. Falsas ocupaciones oyendo el ruido del mar. Inquietas preocupaciones que son más ruido en el mar. Los vientos vanos sobre el mar y dentro del corazón ruidoso frente al mar ruidoso, agitado, amargo, oscuro.

¡Calla!”, dijo Jesús.

Y el viento se calló. Y el mar se calmó.

En una de las tempestades calmadas, Jesús deja a los hombres toda la noche en el ruido del mar, en la agitación amarga, en la tiniebla. Dicen los Evangelios que, recién a la cuarta vigilia, fue a ellos caminando sobre el mar tempestuoso e hizo ademán de pasar de largo (en otra noche triste y ventosa, en Emaús, haría el mismo gesto, ya resucitado).

San Hilario dice, comentando este pasaje de san Mateo, que la cuarta vigilia de la noche es la última anterior al día, esto es, el tiempo de la venida en Gloria de Jesús al final del tiempo. Los hombres han estado toda esa noche anterior batidos por las olas, aterrados y descorazonados por los ruidos del mar. Y por los silencios de Dios. Y por los silencios ruidosos y agitados de su propio corazón, que no son el mismo silencio.

Habló Jesús esa vez a los hombres que estaban sobre la barca agitada, les dijo que no temieran, que era Él y así lo reconocieron. Tanto que Pedro pidió ir a Él en medio del ruido del mar y la agitación del viento sobre el mar. Y fue, pero aunque no había temido lo más, que era caminar sobre el mar, temió lo menos: temió el ruido del mar y el ruido del viento feroz y así comenzó a hundirse, hasta que Jesús tomó su mano y lo rescató.

Esta vez, al poner Jesús un pie en la barca, el ruido cesó, el viento se aplacó y la nave fue muy rápido al punto de la playa de la tierra al que iban.

El ruido del mar es hoy también el mundo en su agitación amarga y tenebrosa. Y el eco de esas tinieblas y amarguras en nuestro corazón, también es el ruido del mar.

Nuestro silencio estéril, nuestras vocinglerías estériles. Nuestra angustia, nuestra desorientación y desazón. Nuestras presunciones, nuestras desesperanzas.

Ruidos de mar.

Ese ruido se detendrá cuando Él lo mande, claro.

Cuando le impere “¡Calla!” al mar y al viento. Cuando ponga un pie en la barca, en la cuarta vigilia.
A veces tratamos de tapar el ruido del mar con más ruido. Pretendemos aquietar la agitación con nuestras propias agitaciones e inquietudes.

Vana cosa. Vana luz tenebrosa, vana quietud inquieta, vano coraje temeroso, vana impavidez temblorosa.

Es parte del tiempo, se ve. No importa de dónde viene el ruido del mar. Un día serán las hipotecas tóxicas, otro las guerras y sus rumores, otro K o el neoliberalismo, otro el tsunami, otro la sequía, otro la precariedad de la vida, otro la Iglesia y sus cosas y sus dichos y silencios y sus hechos y omisiones, otro las pandemias, otro la muerte y los desamores, otro y otro y otro más. Y nuestros propios ruidos que cada quien sabe y oye, y nuestras agitaciones propias que cada quien sabe y mueve. O todo junto.

Se agita el mar. El ruido es espantoso. En el corazón del mar y en el mar del corazón. La furia del viento barre el aire y seca el alma.

Sí.

Pero más grito sólo será más ruido. Más agitación sólo será más viento.

La noche es larga.

Y el que duda se hunde, así como el que estira su mano es rescatado.

Llegará a la cuarta vigilia de la noche, o dormirá sobre un cabezal en la popa mientras el mar grita ruidos de mar y el viento azota vientos sobre el mar. Pero llegará.

Y dirá “¡Calla!” y se callará. Pondrá un pie en la barca y todo será calma.

Un día, un preciso día, lo hará. Lo volverá a hacer, como lo hizo en Genesareth.

Pero lo hace ya, lo está haciendo cada vez. Cada vez que alguno sabe que Él puede decir “¡Calla!” al mar y al viento, aunque no lo diga cuando yo quiero. Cada vez que alguno sabe que al poner el pie en la barca habrá ya calma, aunque no lo haga cuando yo quiero.

Cada vez que uno confía en que lo hace. Y en que Él es el único que lo hace.

Lo demás es ruido de mar.



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¿Por qué no volver a publicar ahora lo que ya publiqué aquí mismo en julio de 2009

Si el mundo siempre será mundo hasta que ya no sea mundano. Si el mar será el mar, hasta que no exista más, que dice san Juan. Si tormentas y tempestades hay. Si ruido de mar hay. Si Él es Él, siempre.



lunes, 20 de noviembre de 2023

Tu nombre, celos, rapto




Suele pasarme con algunos trabajos o libros: demoro el final. No quiero que se termine. Pienso siempre que ya no tendré a qué dedicarme, qué leer, sobre qué escribir. Y nunca es verdad.

En estos días, compongo una obrita sobre sonetos desconocidos de Miguel Hernández. Y queda poco para terminarla y hasta esta mañana, otra vez, demoraba el final, triste de que se fuera al fin. Y "obrita" digo porque me refiero al autor, su servidor, no por los bellísimos sonetos de Miguel Hernández que hay en ella, se entiende.

Vieran ustedes: una mudanza es casi siempre un tropel de vida que no viene del pasado, sino del futuro. Porque hay cosas que están años esperando que volvamos a encontrarlas y que andando los años nos topemos con ellas. Y así fue.

Durante los últimos 20 años creí que había perdido: las copias de unos cuadernos y papeles, la obra completa manuscrita de Augusto Falciola, espléndido, eximio, finísimo sonetista. Una primera versión limpia mecanografiada me la había regalado el propio Augusto en una ocasión porque se enteró de mi preferencia por sus versos. Me robaron esa carpeta en otra mudanza, poco después de ese encuentro. Con los años, ya muerto Falciola, sabiendo su hija de mi pena enorme por la pérdida, había tenido la generosidad de copiar para mí todos sus cuadernos y papeles. Eran más de 500 páginas, pero los sonetos son muchísimos menos. Había allí muy ordenadamente la historia de sus versos: en varias ocasiones eran más de 20 ó 30 páginas de versiones y correcciones de un mismo soneto.

Hoy mismo, extrañando ya la obrita que todavía no terminé, en medio de la mudanza encuentro un enorme bulto, prolijamente cerrado: la obra "perdida" de Falciola.

Todavía estoy demorando la obrita que decía antes, saboreándola muy lentamente para no terminarla. Pero ahora no sólo para no dejarla ir, sino también porque tengo que moderarme para no zambullirme en el medio millar de páginas que vinieron a mis ojos y mis manos desde el futuro de lo pasado.

Hace unos 20 años, cuando principiaba esta bitácora, hablé en estas páginas del primer soneto que me lo hizo conocer, que es, el que ilustra esta entrada. En los papeles originales, además de al menos dos versiones distintas, tiene varios nombres: A tu nombre, Tu nombre, Celos, Rapto

Y es así que no hay cosa que pase al alrededor, hoy y por bastante tiempo, que me quite la media sonrisa de la cara y la alegría agradecida del alma.



miércoles, 15 de noviembre de 2023

Florecillas electorales para el mes de noviembre (III): Brutti, sporchi e cattivi




Feos, sucios y malos. En italiano suena magníficamente bien, magníficamente mejor quise decir...

La película de Ettore Scola es de 1976 y la actuación de Nino Manfredi es colosal. La remasterizaron (questa brutta parola...) no hace tanto.

¿Qué? ¿Si voy a comentar el filme? De ninguna manera. Sólo me interesa la tríada del título. Ustedes, compagni, véanla si no la vieron, vale la pena, incluso porque dice bastante de nosotros los argentinos.

Es que me acordé de esa tríada porque está ese asunto vigente y machacón de que Javier Milei está loco, es un mentiroso y será un inútil cruel: pazzo, bugiardo e inutile crudele.

Será o no. Pero lo que pasa es que creo que las tres cosas no se puede a la vez. Si está loco no puede ser mentiroso, por ejemplo. Si es un inútil, ¿qué crueldad le saldría bien o a quién podría engañar?

Ettore Scola, para titular la película, juntó tres adjetivos que pueden convivir. Es verdad que Scola no estaba en campaña (y no era peronista, obviamente...).

Pero Sergio Massa, principal pero no únicamente, acumula munición contradictoria sin problema. Munición útil. Porque lo que le interesa es la munición. Alguna de las tres cosas puede que le pegue. Y él quiere a como dé lugar eliminar a su enemigo en beneficio de sí mismo. La pureza o lógica de sus calificaciones o argumentos no son una preocupación de campaña. No sólo para el peronismo, se entiende. La lógica interna del sistema político no sólo lo permite: lo exige.

Personalmente –aparte el hecho de que el argumento me tiene harto–, no creo que Javier Milei esté loco. Tiendo a pensar que un loco no tiene sentido de la realidad, está desconectado, como diría Chesterton. No que no pueda razonar: puede, claro que sí. Y eso –otra vez GKCh– porque lo único que le queda a un loco es la razón razonando en seco, sin el lubricante de lo real, pura intramentalidad donde todo es posible y donde todo puede ser lo disparatadamente irreal que quiera el loco.

Pero lo cierto es que Javier Milei es un liberal libertario y es un error o una astucia rastrera identificar eso con una patología mental. Como liberal libertario tiene un cuerpo de ideas –que son el núcleo duro de su doctrina– acerca de lo que es la sociedad, de lo que debe ser. Y de lo que debe ser la economía (primero, la economía, siempre..., ay), la política, la educación, la cultura, la religión y el deporte o el espectáculo. Es un corpus, ¿se entiende? Un sistema homogéneo, que se estructura a partir de concepciones. Un organismo que, como todo organismo, funciona orgánicamente, con una coherencia interna que organiza el conjunto y que en la palabra y en la accción desborda hacia el exterior, de acuerdo con principios, apotegmas y hasta pseudodogmas, que rigen y articulan el pensamiento y la acción. Y a veces hasta los afectos.

Eso no es locura. Como la ideología marxista no es locura stricto sensu. Milei y cualquier marxista están igualmente locos, si la locura supone ese dar la espalda a la vera y entera realidad del hombre, de la sociedad y del completo universo, por razones ideológicas. Inmanetismo, historicismo y materialismo son una estructura bastante pobre de lo real, en las cosas y en la historia. Pero no parecen locuras y hasta suenan sesudas, filosóficas, imponentes y sensatísimas a muchos. Pasa que sin esas tres notas el marxismo no existiría. Y el liberalismo tampoco, dicho sea en su homenaje. 

Claro que si usáramos el sentido cristiano medieval de loco y de locura no se salva nadie. Pero no es en ese sentido en que se dice que Javier Milei, por lo que dice y propone, está loco. Las clínicas psiquiátricas de la URSS estaban llenas de locos parecidos a Milei y su patología era simplemente oponerse a la ravolución bolchevique y a sus inmensos beneficios para el pueblo ruso y aledaños... (risum teneatis).

¿Loco peligroso? Paso lo primero, concedo bajo condición lo segundo. Si no lo hubiera dicho tantas veces, lo diría por primera vez: lo que alguien piensa y propone es lo primero que me tomo en serio en el análisis. Y haría lo mismo con un maoísta, un masón o un realista ortodoxísimo y prístino en su doctrina. 

Milei es consecuente con ideas que no son propias, que él no inventó. Será conveniente calificar de locura esas ideas. Pero no es verdadero. Porque la palabra que habría que usar podría ser perversión y no en sentido clínico. Sostengo que las ideas de Milei, como las del peronismo o del marxismo, son en definitiva perversiones de ideas mejores. La indignación ante la injusticia, el bien común, la libertad, la propiedad, la representatividad política en la sociedad.

Detrás de la concepción liberal libertaria hay una idea pervertida y pervertidora del hombre y su vida en sociedad. Esa idea puede desnudarse hasta hacerla patética, puede deformarse hasta hacerla monstruosa, puede tergiversarse hasta hacerla ridícula. Lo que se quiera. pero es verdaderamente una concepción.

Y ha ocurrido, desde que apareció Javier Milei y se puso a hablar, que hay quienes –ya lo dije varias veces– oyen palabras que les suenan conocidas porque las oyeron en otros ámbitos, en otros contextos y, lo más importante, con otros significados. Libertad y propiedad, por ejemplo. Y es el ejemplo capital en el caso de Javier Milei. Y es una de las razones por la que muchos conservadores lo siguen. Personas que confunden el significado de las palabras que oyen, en el mejor de los casos.

Lo que piensa y sostiene Javier Milei sobre esos dos asuntos cruciales no es simplemente tópico, o robótico, o puramente formulario. Lo piensa de veras. Y lo que piensa lo quiere ver realizado de veras.

Quiere ver un día –como repite frecuentemente– a todos cuantos más mejor abrazar lo que llama (ahora sí con un slogan descafeinado) "las ideas de la libertad". Quiere, como dijo hace poco con entusiasmo más parecido a una visión dorada, ver pronto a los jóvenes marchar por las calles con pancartas que digan "¡Viva Alberdi!". Y lo quiere de verdad, no porque no le dé bien el psicotécnico.

Es fácil decir que está loco, es fácil consolarse como hacen algunos hipócritas diciendo que "muchas de las cosas que propone no va a poder hacerlas, pero no importa, hay que votarlo lo mismo..." Es fácil asustar con la figura algo ridícula de un sujeto que pareciera que "se produce" precisamente para ser ridiculizado, para ganar con esa extravagancia el aire disruptivo que ha adivinado o intuido o que le han dicho que es lo que la apatía doliente de los más (y de los más apáticos, los jóvenes) pide, como quien pide una gota de agua, aunque sea sucia, en medio del Kalahari.

Otra cuestión es si el organismo personal psicofísico de Javier Milei está desquiciado. Pero eso a nadie le interesa demasiado porque no es ése el psicofísico que interesa demasiado ahora. La calificación y el certificado médico es solamente munición. Un ejercicio de patetismo retórico para producir la pasión que sea más útil en esta hora: el miedo. Milei está más loco porque podría ganar con todo y sus ideas estrafalarias. Milei está loco porque dice odiar a la casta política. Milei está loco porque se exaspera y descontrola. Milei está loco porque se contradice. Milei está loco porque le gusta el rock. Milei está loco porque tiene 5 ó 6 perros vivos y alguno muerto y porque habla o duerme con ellos. Milei está loco porque practica sexo tántrico.

Se me hace demasiado. Para cada una de esas cosas tengo nombres distintos a loco. Y tengo además una lista de personas de todo tipo y en todos los ámbitos de la vida pública que entran a paso firme en cada uno de esos gustos y de otros peores y a los que nadie llama locos, sino que se los aplaude y se los exhibe como arquetipos o se los emula servilmente.

No, repito: no pienso ni creo que Javier Milei esté loco.

Creo sí que, lo consiga o no, está completamente determinado a intentar hacer lo que cree que vino a hacer en este momento de la historia del país.

Y eso se me hace peor que la locura.

Claro que también pasa que Brutti, sporchi e cattivi, es una tríada con la que sin reparo alguno se podría calificar a la inmensa mayoría de nuestra dirigencia en todo ámbito.

Y eso ha llevado a Javier Milei a poder competir por la presidencia de la nación. Pero, a la vez, también eso puede llevarlo a transformarse en breve y muy posiblemente en otro más a quien le quepan sin contradicción alguna los tres adjetivos de la película de Scola. 

Las ideas para que eso pase y sea uno más de ellos, ya las tiene.



martes, 14 de noviembre de 2023

Florecillas electorales para el mes de noviembre (II): Excursus sobre una amante


Hay un asunto: los radicales.

Y tengo que advertir que no tengo ninguna obligación de rendir tributo a la correción política de considerar al radicalismo una egregia institución patria. Si acaso en sus orígenes pudo haber tenido hebras de ideas y sentimientos mejores, con la gran mayoría de sus ideas y gestiones hay una cuestión y más de una. Fundamentos filosóficos, definiciones antropológicas, concepciones de lo político, lo social, lo cultural, lo educativo y hasta lo económico: todos capítulos que requieren revisión. Y de esa revisión con parámetros patrióticos y fieles a la naturaleza de lo argentino, el radicalismo no sale bien parado. Un difuso sentimiento de lo nacional y del pueblo, es parte de aquellas hebras que le llegan de algunas raíces que tiene hincadas en un pasado del que habitualmente reniega.

Tal vez por eso, saldrá mejor parado circunstancialmente frente a credos liberales (que tampoco le son ajenos, principiando por su defensa acérrima de la democracia liberal y de su propia concepción peculiar de lo republicano, al modo radical). Pero eso sólo circunstancialmente. De religión, por otra parte, mejor ni hablemos.

Hombres buenos y probos hay en todas partes, menos en algunas. Y por eso hay algunos probos y buenos hombres que, como un accidente, son radicales. De modo que cualquier juicio sobre hombres y nombres se referirá a si son buenos y probos, pero también a su adhesión al radicalismo, también en cualquiera de sus versiones. Y esto dicho porque desde simpatías mazorqueras y rosistas, pasando por enamoramientos socialdemócratas o derechamente de la más rancia izquierda, hasta abrazos con el capitalismo más ramplón o con atajos militares, en el radicalismo hay de todo. Si no fuera tan distinto, parecería peronista.

Por eso: no voy a hacer una historia del radicalismo. Solamente diré algo que tiene relación con el presente. 

Según veo, el radicalismo ha venido cada vez más, y sobre todo en las últimas décadas, haciendo el papel de una amante. Es, como si dijera, la tercera. A veces la tercera en discordia, a veces sin discordia. Siempre, la tercera.

Se mete o lo meten en un matrimonio frecuentemente mal avenido. El matrimonio entre las dos fuerzas políticas dominantes en la Argentina, que tantas veces se pelea y a los gritos (o a los tiros...): el liberalismo y el peronismo (y lo que cada uno representa). Pero siempre es la otra, no la legítima. El poder no vive con ella. Tiene su propia casa y su familia y parientes. Ella es la otra. Y el poder recurre a ella cuando le hace falta, cuando tiene ganas, cuando no le queda más remedio. Pero es la otra.  

De tanto en tanto, se siente la señora del mundo (a veces se lo hacen creer) y se pone a ordenar cosas por las suyas. Pero no le sale o no le sale bien. Y la desalojan. Y el poder vuelve a su casa de él. Pero en la su casa de él cada tanto se arman líos –algunas veces hasta por ella, por la amante– y la legítima lo echa de la casa. Y él, el poder, se refugia en el pisito que le puso Maple, en el que tiene guardada a su querida. Y todo para volver después de un tiempo a desalojar de su casa solar a la legítima, ahora él. A veces vuelve porque la amante se creyó la legítima y si hay algo que al poder le fastidia es eso. Ella patalea, grita, le tira los platos y los jarrones por la cabeza y hasta arma un bolsito y se va a lo de su hermana por un tiempo. Al poder, mayormente, todo ese escándalo le parece más fastidioso que grave.

Pues, qué decir.

El radicalismo se me hace que cumple desde hace años esa figura: es una amante. La tercera. La otra.

Pero es la otra de cualquiera de los dos: a veces –como verbigracia en el pacto de Olivos–, Alfonsín se junta con un Menem peronista versión liberal. Otras veces se complica en el barullo que le arma en la cabeza un sector del peronismo que busca revancha, como pasó en tiempos de la Alianza, a fines y principios de centurias. Otras veces se recuesta en la misma cama con peronismo populista  y conversan animadamente sobre la izquierda que odia al neoliberalismo, como le pasó en la era K. Antes, en otras épocas, fue la querida de militares liberales y, entonces, despechada y acordándose de que ella es antiperonista (y olvidándose de que nació contra el Régimen) busca otros brazos. Y así, dolida por el maltrato del peronismo, vuelve a sus componendas con los liberales y se acollara un tiempo con Macri. Pero pasa el tiempo y él, que le había prometido que iba a dejar a su legítima e irse a vivir con ella, no da señales de querer nada serio. Y ella arma un escándalo y pega un portazo. Tarde: porque el nidito de los tórtolos ya estaba vacío cuando cerró la puerta furiosa, otra vez con el bolsito en la mano. ¿Y adónde fue? A lo de su otro "fiolo"...

Y así va de los brazos de uno a los brazos del otro: pero los dos tienen a su legítima y ella siempre resulta la tercera, la otra, la amante.