jueves, 24 de diciembre de 2020

Niño




Viene muy rara esta historia,
es duro el tiempo presente;
y el futuro maloliente
trae en su bolsa otra escoria...
Pero al final hay Victoria
(que el Bien no pierde jamás...),
y en esta Noche verás
que, para que el mal se quiebre,
basta un humilde Pesebre.
Y un Fiat. Y nada más. 





miércoles, 9 de diciembre de 2020

Una analogía y un reportaje


Así son las cosas en este valle.

Por ejemplo.


Digo que la expectativa es a la Esperanza, lo que un meteorólogo es a un profeta.

E imaginen lo que pasa cuando estas cosas se entreveran y se confunden.



En eso estaba y recordé que, en varios de sus escritos, Josef Pieper insiste con que en su lengua, el alemán, no hay nada parecido a lo que ocurre en francés con estas dos palabras y su significación: espoir y espérance.

Pero yendo y viendo por sus letras, me interesó más y me demoré leyendo, en cambio, un reportaje que le hicieron unos cinco años antes de morir, en 1992.


Y me quedo con ambas cosas: la analogía y el reportaje.


Creo que es oportuno. 


Aquí lo dejo.






jueves, 3 de diciembre de 2020

Dios /y III


Por suerte era el alba, antes del sol, pero ya luz.

Estas cosas no se piensan a oscuras. No conviene.

*   *   *

La cuarentena universal de la pandemia y Maradona (el D10s, no el Pelusa), se parecen mucho en más de una cosa.

Por lo pronto, ambos someten al orbe a la obediencia total, a la sumisión.

Por ejemplo.

Está el arquero Shilton en Inglaterra (el del gol con la mano). Está Laura Pausini en Italia y Pablo Matera con su equipo en Australia. Ella se quejó del culto a un misógino, maltratador, desde su perspectiva de género. Ellos, los rugbiers, no rindieron debidamente culto. No que hayan hablado mal de él, simplemente no estuvieron... ¿a la altura?

Los tres (habrá otros) fueron cancelados a su turno. A ella la putearon en todos los tonos y los medios se encargaron de subrayar las respuestas a la hereje y cismática. Y eso que milita la fe genérica... Pero esta vez con eso no alcanza. Se trata de D10s. A Shilton, por despreciarlo como deportista deshonesto, lo burló en cámara otro jugador, Gascoigne, un connacional que ha militado el trago por años, como D10s. Y a los rugbiers les fueron a revolver los pañales a ver qué mierda encontraban. Y encontraron mierda, obviamente. Y les tiraron con mierda.

Casi igual que con otras tantas cosas de la religión de estos días. La pandemia y la cuarentena y las vacunas, por ejemplo. Atrévase contra ellas y verá. Y hay más dogmas, por supuesto. 

*   *   *

Era una de esas mañanas fluctuantes de estos días. Tocó frío esta vez. Me fui con el amargo y los cigarros a la matera (sin alusión...) que está junto a la cueva y prendí un fuego en el fogón. Linda la luz de esa hora, pájaros animosos, silencio de gentes y cosas.


¿Cómo se hace a un hombre D10s? ¿Cómo se lo construye (aghh... horribile dictu)?

Acá es donde los agudos pueden tacharme de lo que quieran.

No voy a decir que Maradona es el Anticristo.

Digo que cuando aparezca a la luz el Anticristo en algo será parecido a lo que pasó con Maradona, con el que fue declarado D10s... Y adorado como tal con los mandamientos y todo, incluyendo el primero y el segundo de la Ley, superpuestos a un nuevo menú de comandas: Amarás a D10s por sobre todas las cosas y no tomarás su nombre en vano.

Dejo de lado la biblia futbolera del país futbolero, porque es mitad impostura mitad pasión irracional. Fanáticos aptos para sostener un negocio planetario, que cualquier multinacional o imperio ya querría tener para sí. Cardúmenes de tifosi que sostienen con una épica y lágrimas bastardas a camarillas de mafiosos que cuentan la plata y el poder delante de las tribunas, mientras las tribunas se hacen las que no los ven y no lo saben. O no les importa. Aunque sus colores ganen o pierdan fraudulentamente, por cualquiera de los fraudes a disposición, que son parvas de fraudes.

Dejo a la legión ingente de cholulos que son miríadas. "Yo lo vi en calzones una vez", "a mí me dijo 'qué hacés fiera, devolvele esa cara al perro'... genio total". Y así hasta llenar de flatos el cosmos con el catálogo de las palabras del Profeta. Claro: Palabra de D10s.

Dejo incluso, aunque no debería, al paladín de la izquierda, al Che del balón, al Diego-pueblo y peronista, al amigo de Chávez, Fidel, Maduro, Hebe y sigan sumando, al sostén popular de CFK. Y no debería porque lo que se vio en estos días post óbito fue algo singular.

Y no debería, porque, con el cadáver tibio, los jalones que había dejado el barrilete cósmico con su constante prédica y acción por los desposeídos de la tierra y de la mano de los férreos y cínicos poseedores de los desposeídos, esos hitos fueron juntados prontamente en un haz con el que levantar la figura inmortal del ícono teándrico del populismo de izquierda, sobre todo en la Argentina, de la izquierda oportuna que en el país futbolero medra aplebeyando.

No. Maradona no es el Anticristo.

Pero así como el totalitarismo de la pandemia pudo servir de ensayo para la obediencia planetaria de los rebaños de hombres aterrados, así la erección planetaria de D10s es un ensayo para nada despreciable que puede mostrar cómo a un ser humano –y desastradamente humano en tantas y tantas cosas graves– se lo puede adorar por sus miserias y maldades, por sus vicios y errores, por su plebeyismo y autocracia, todo y más un gol con la mano de D10s y la alegría, claro, siempre la alegría...

Maradona no es el Anticrístico, aunque estos tiempos pudieran ser anticrísticos.

Pero cuando lleguen verdaderamente esos tiempos de perversión y estén en su plenitud (el oxímoron es a propósito) se parecerán mucho a mucho de lo que ha vivido el hombre en este año de pandemia.

Y del mismo modo, viendo el culto a este D10s, bien podemos ver en su typo el culto al antitypo infame cuando se revele.

Como a él, se lo alabará y adorará no sólo con sino por sus vicios e infamias. Su señorío, como el de D10s, parecerá simpático y será patotero y prepotente incluso y especialmente ante lo más noble y alto. Y así, ante él se arrodillarán legiones de profesos y perseguirán a quienes no lo adoren ni se arrodillen ante él.

Pobre, el Pelusa.

No creo que él supiera que es lo que es, como signo de semejantes cosas.

Se puede lamentar la vida desdichada de alguien a quien se le asigna la carga infinita de haber dado esas alegrías al pueblo. Y pobre pueblo, que saborea más que nada esas alegrías...

En un reportaje, el Pelusa, rememorando sus sueños futboleros de sus días de pibe, confesó que él lo que más quería era darle una casa a sus viejos.

Lástima. Hubiera terminado así la historia y era un magnífico cuento de hadas, de tono menor.

Pero así, entrando a la historia en medio de una terrible batalla de ángeles en los cielos y en la historia por cosas tan altas y hondas, su pequeñez –que pudo haber sido graciosa cuando el Pelusa gambeteaba por una casa para los viejos– se hace ahora patética y tan terrible como esas batallas.


*   *   *

El fuego se fue consumiendo. Salió el sol. Está más frío ahora. Empezó el día. 

Me voy a ocupar de la huerta, un rato.





miércoles, 2 de diciembre de 2020

Dios /II


Entonces me acordé.

Aquiles Scatamacchia.

Fue una invención genial de Aníbal D'Angelo Rodríguez. La publicó en Cabildo en julio de 1981.

Dicho fácil: Jorge Luis Borges no existe. Al principio era un pseudónimo que Leopoldo Marechal se inventó, y sin mucho esfuerzo encontró esa cacofonía para publicar sin firmar con su nombre. Después invitó a Mujica Láinez, a Bioy y a Wimpi a colaborar con la biografía ficta del personaje. Hasta que hubo que encontrarle carne porque había tomado vuelo propio. Se contrató a un actor de segunda –ahí aparece don Aquiles– que, instruido y adobado, sale a escena a hacer de Borges.

Premio para la invención de Aníbal: el corresponsal de Le Monde leyó la nota y la mandó a Francia y allí se la tuvo por cierta, de modo que la publicaron los muy... franceses. Y pa' pior: L'Express hizo lo mismo una semana después. Aníbal contratacó y en el número siguiente de Cabildo, don Aquiles vociferaba en una carta de lectores que él sí existía, que no era de segunda y que el que no existía era Dan Yellow (D'Angelo, claro, transparente detrás de su pseudónimo). Dicho sea con algo de vergüenza patria: no solamente en la Douce France se tragaron el cuento...

Pero.

¿Y si fuera verdad?

¿Y si pudiera ser verdad que se inventa un personaje y se viste con él a un actor de segunda para que lo pasee por allí? ¿No habrá gentes interesadas en hacerlo, por broma, por oportunismo, por maldad? ¿Y si, una vez que se pone en marcha el contubernio, el actor se vuelve inmanejable y se enamora de su yo falso y deja de lado el guión original y empieza a improvisar y a meterse tanto en la supuesta piel, que es de utilería, y tanto y tanto, que ya no hay desmán que le quede grande y todos los desmanes le quedan chicos y más y más...?

¿No es posible que el Pelusa ande todavía por allí, amagando zagueros fantasmales –pero ya viejo y medio torpe– y peloteando una Pulpito en algún potrero de barrio, no muy lejos de Villa Fiorito, o en las afueras de Rosario, o en una cortada de algún rione de Nápoles?

¿Podría ser que el Pelusa tenga ahora una remisería, un kiosquito o una fiambrería y que en la pared del costado tenga enmarcada una foto gastada de cuando debutó en primera, siempre enamorado del fútbol, aunque el fútbol a el Pelusa solamente le haya dejado satisfacciones de gol y gambeta, moretones y una remisería, un kiosquito o una fiambrería? 

¿Por qué no?

Pero, entonces, ¿y el otro? ¿El del culto? ¿El emblema? ¿La pasión? ¿El sentimiento? ¿El ídolo? ¿La esfinge? ¿El motor planetario de la historia? ¿El infinito? ¿El inmortal? 

Ah, sí, ése... 

D10S, dice usted. Claro, sí... ese Maradona. 

Bueno.

No me apure.

Estoy en eso. 


Ya lo voy a encontrar. O no.





martes, 1 de diciembre de 2020

Dios /I


Creo que hice lo que hay que hacer. Y eso hago.


Porque estuve repasando concienzudamente, para empezar, los Mandamientos y el Catecismo católico y no: no aparece por ningún lado.

No lo menta la King James de 1611, lo esquiva Voltaire, José Hernández no lo conoce. Ni figura en los rollos de Qumrán, ni en los más insignificantes midrashim. Ni la Torá, ni el Corán. Ni el Talmud. No está en Confuncio o Sun Tzu. Ni un raquítico haiku habla de él. No dice nada la tradición oral de los navajos ni de los seminola, los pawnee, los wichita. No figura en la tradición huichol o en los olmecas, o en las sagas de los tupí guaraníes, y no saben nada de él en la épica de los kasajos, la de los pastores afganos, y se lo ignora por completo alrededor del fuego en las planicies mongoles de Asia.

Me fui al diccionario de Cirlot y busqué algún símbolo, alguna huella fresca o seca, algo atávico, y nones: tampoco aparecía nada por el estilo.

Me metí en sitios tenebrosos, en algunos de esos de metafísica que les llaman, cosas de la espiritualidad enloquecida, adoradores de la albahaca, siervos del Gran Ciervo, alguna biblia vegana, los gurúes afectos a los raptos psicodélicos, los espiritismos de Aleister Crowley, consumidores de substancias, nigromantes, amantes de extravagancias, de esos que no aceptan cumplir 10 mandamientos, pero se obligan y obligan a cumplir mil. 

Hasta tuve que inocularme un par de horas de Claudio Domínguez, no me crea si no quiere...

Y no: no lo vi por ningún lado.

Y mire que hay bizarrías a pasto por todas partes. 

Pero no está. 

Están las mitologías nórdicas, relatos de los sabinos o de los pictos, ritos zulúes, antigüedades casi ignotas de Papúa, del Orinoco, ritos esotéricos en Creta o en el Titicaca, adoradores de Moloc, devotos de la Serpiente emplumada, pero ellos no lo registran. En las mil sectas hindúes no se ocupan de eso. Y no lo conocen las siete especies de druidas y no está su nombre en el Gran Árbol de los maoríes...

Me puse a urgar en una colección francesa de ateos insignes, vaya uno a saber. Y me leí páginas enteras de Lévy-Strauss, repasé Nippur de Lagash casi completo, memorias de Discépolo, revolví textos de Foucault, de Julio Verne (por las dudas...), apuntes de Roberto Arlt, la colección de Patoruzú y hasta por Borges anduve.

Y no.

Nada de nada.

Pensé que tal vez Gramsci o los hermanos Berbel, tal vez Engels, o Diderot, Leon Gieco o Góngora, quizá Chaucer, Estanislao del Campo, Abelardo, Dolina, Pasteur, las cartas de viaje de José Cadalso o los viajes del Che Guevara por la América profunda, o a ver si acaso lo guardaban en leyendas del créole haitiano, alguien, alguno, político, poeta, filósofo, antropólogo, chamán, no sé, lo que sea, cualquiera: una letra de chacarera, Tolstoi, alguien en las islas Feroe, en la Cueva de las manos, no sé, quién sabe, alguien que hubiera dejado algún rastro, alguna huella, una mísera pista...

Y por supuesto que busqué en la colección de El Gráfico, mientras oía al Pollo Vignolo, a Sebreli, al Titi Fernández, a Víctor Hugo (el uruguayo, no el de Los miserables, aunque no sé...)

Y no.

No encontré hasta ahora dónde y cómo y por qué nació el culto a Maradona.

Y entonces me puse a ver un poco más de cerca, a ver si podía sentir lo que se siente, o siquiera ver si me daba cuenta de qué hay que tener para que se pueda sentir lo que dicen que se siente. 

Y a ver si es verdad que existe el culto a Maradona y qué es. 

Y quién es.

Y no encuentro nada de nada. 

Pero en eso estoy.





miércoles, 14 de octubre de 2020

Primavera en viaje




En el epígrafe de esta obrita breve que aquí dejo, hecha de 12 estampas de viaje en prosa y verso, hay una cita de Antoine de Saint-Exupéry, tomada de Ciudadela, que dice: Solo la dirección tiene sentido. Lo que importa es ir hacia y no haber llegado, porque nunca se llega a ninguna parte, salvo en la muerte,

Eso es todo.



martes, 13 de octubre de 2020

Lo último

 
No se cuenta por horas ni por días.

Parecen varias vidas superpuestas, tramos de vida. Y como muertes superpuestas. Lo siente así el corazón que ve que los lugares se van quedando y los pasos se van yendo, alejándose en el tiempo, primero. Y en la distancia después. 

No. No es tiempo. No es tiempo exactamente. Es distinto. Y es más.

En el aire había ese rumor de ausencia que al final de un viaje tiñe y opaca las cosas, los gestos, las palabras.

La mano se ufana en aprestos. Pero el corazón no se engaña, aunque no diga nada. Deja hacer, pero sabe.

– Lindos días...

– ...

– ¿Volvemos por los mismos caminos?

– No sé...

– En el camino se verá, ¿no?...

– Claro. Eso es viajar. 

– ¿Entonces hay que preparar algo para el camino? Algo de comer. ¿Vemos por ahí?

– No... 

– ¿No hay que preparar o no vemos?

– No vale la pena preparar nada. Seguro hay lugares simpáticos, lo mejor es encontrar algo por ahí.

– Es verdad... Buscamos algo por ahí y...

– No, buscar no. Encontrar, dije...

– Bueno, eso...

– No es lo mismo...

Pero los trajines de la partida se tragaron la guerra incipiente. Eso hace tener que volver: opaca las cosas, las palabras. Es un estado entre dos tiempos y dos lugares. Y el corazón en tensión entre un atrás de Arcadia y un adelante de odisea. 

Hasta que los pasos van a dar a los caminos. Y entonces viajar es otro viaje. No es estar. Es ir. Estando, los destinos son otra cosa. Un punto u otro, esto o aquello que hacer, planear no hacer nada. Estar es distinto. 

Pero también ir es distinto. Una flecha lanzada. Una flecha que apunta sin saber a un lugar que no se sabe, y que la lleva a otro lugar que no sabe, hasta llegar adonde sabe que va.

Y después están la ausencia y la distancia. Alejarse.

– Mejor no mirar para atrás, ¿no creés?

– Sería injusto. Si fue bueno, si fue feliz, ¿por qué hacer como que no fue?

– Eso es verdad...

– Mejor mirar para atrás, verlo de nuevo. Verlo alejarse. Alejarse, ¿ves? Hacerse lejos algo, hacerse lejos uno... pero si no hay de dónde alejarse es casi no haber estado uno en ningún lugar. Es injusto. Es mejor saber que está ahí. Y que uno estuvo ahí. Y si fue feliz allí recordar que allí fue feliz. Y querer volver, ¿no? Aunque no vuelva jamás. Querer volver. A ese lugar, a esos lugares o a otros que son como esos lugares. Después de todo, no es solamente el lugar, ¿no? Hay algo más que el lugar en un lugar. ¿O no?

– Sí, sí..., no es simplemente un lugar.




lunes, 12 de octubre de 2020

Lo anteúltimo

 

Este será el día inolvidable.

Eso decían a coro –mi espalda en tierra– los susurros verdes de los pastos tiernos.
Y un resplandor, solista sobre el agua,   
me cegaba la paz del mediodía con un ronco sonido de gozo.

El trigo, apenas doblegado;
el señorío límpido de la calandria sobre un sauce;
ese rumor de abejas sin abejas;
las manos enlazadas;
la mirada sin puerto navegando una nube transparente;
los pies descalzos y al aire dulce de los aromos en flor...

El día inolvidable.

El reposo anteúltimo, antes del último suspiro de la noche última;
antes de la nostalgia vuelta silencio en los caminos finales, indolentes,
que no saben nada de este día inolvidable.
Del día inolvidable y el de la luz más clara,
tibia como la memoria de estas horas.
De este día inolvidable, el de una mirada eterna y amorosa, 
que mira mi mirada que la mira como remedio del olvido.


Desamparo


La lluvia, en la intemperie del campo abierto, puede ser uno de los nombres del desamparo.

– ¿Y si no para?

– Es una agüita, nada más. Va a parar...

– Allá el cielo está muy negro, y oí esos truenos...

– El viento se la está llevando, eso no viene para este lado. Un poco de agua viene bien, faltó agua este año. En el invierno casi ni llovió. Una lluviecita de primavera, nada más.

Corrimos hasta un montecito medio ralo. Pero alcanzaba para refugio. Estábamos bien ahí.

– ¿Estamos lejos?

– No mucho. Igual, si volvemos nos mojamos lo mismo. Estamos bien acá. No va a empeorar. Pero podemos pegar la vuelta, si querés...

– No, no me da miedo. Pero digo por las cosas, se nos va a terminar mojando la mochila, todo...

Pero tenía miedo.

Llovió. No duró mucho. No demasiado, al menos. Pero la siguiente media hora se le hizo eterna.

Proponía movimientos de emergencia, imaginaba diluvios que mostraban su extranjería. 

En el llano no hay torrentes ni desbordes con una lluvia así. Salvo los temores a la catástrofe, si no se conoce mucho el campo. O si punza el desamparo.

– Vas a ver: en dos horas ni te vas a dar cuenta de que llovió, el viento seca todo. Está muy seca la tierra. Ropa y todo se seca. La mochila, las botas. Todo.

– ¿Es para tranquilizarme?

Una mueca simpática que ensayé sin dar vuelta la cara le dio la respuesta.


Así es el desamparo. 

A veces tiene esa pizca de fantasmas de soledad, de sin refugio. Nada podrá abrazarnos y ponernos a resguardo. Nada. Nadie.

Y entonces no basta con guarecerse. Porque esa intemperie no está afuera.

No es la lluvia. Ni el campo. Ni el viento.

Tal vez sea el corazón. 



domingo, 11 de octubre de 2020

Día que sonríe


Todas las cosas amanecen al unísono.

Y la misma alegría, cada una.

Piares bulliciosos, aleteos.
Y esa luz cobriza en las copas tempraneras,
penachos insolentes de unos troncos severos.
Un plantel de terneros que alborotan el bajo;
y ese blanco de garzas,
pintas de claridad sobre el agua oscura.

Sonrisas polifónicas,
partitura concorde 
que trama con rocío un vivace impetuoso 
y hace el frescor que estalla con el día. 

Sobre el campo, 
se despereza la bruma,
todavía somnolienta de su sueño amoroso. 
Y envuelta todavía en su traje de luna traslúcida, 
se abraza al humo fragante de un fuego revivido.

Entonces, aparece.

Y entonces, nuevamente,
todo imita expectante una sonrisa que viene de la noche:
y es ese el primer gesto que ven los ojos de todo alrededor,
la señal que hace renacer cada mañana.


 

Un camino


– Hasta aquí llegamos. Ahora hay que elegir...

Sin un mapa, un camino real pero de tierra, en medio del campo. Encajonado, desconocido. Sólo alambrados por todas partes. Ninguna tranquera. Sembrados, algún lote grande con un poco de hacienda. Pocos montes de árboles a la distancia. Ninguna casa, ningún molino. Rastros humanos todo alrededor y nadie a la vista. 

– Pero veníamos bien...

– Sí... O deberíamos haber doblado antes, no sé...

Ahora hay una bifurcación repentina. Dos caminos casi idénticos. Anchos los dos, huellas iguales. Y parece que se perdieran en medio de la nada los dos. 

– ¿Qué te parece a vos? ¿Qué hacemos?

– ...

Hay una nota de urgencia y de ansiedad en la voz. Es verdad: esa soledad en el campo puede ser inquietante. Y desorientarse un poco. 

Pero, ¿no pasa que a veces haya que esperar? Y esperar. Y ver. Tratar de ver. No poco tiempo. 

Y la bifurcación adelante, impávida. Esperándonos ella a nosotros. Viendo a ver qué haremos.

– No podemos quedarnos acá. Pero, ¿y si le erramos?

– Claro...




sábado, 10 de octubre de 2020

El río


Fue una mañana inesperada de dos primaveras juntas.

Entonces un llano se abrió al cielo.

Y brotó una mansedumbre hacia el este
que fluía delicadamente,
mientras acariciaba manzanillas diminutas 
y el dorado de unos dientes de león sedientos.

Oí su rumor,
y su rumor me atrajo: 
aromaba como un perfume de mujer.

Ahora, por una llanura azul y bajo un cielo de plata,
había un agua nueva y fresca. 

Amorosamente limpia.

Remansada, rítmica, graciosa, libre. 
Orladas sus orillas de dos primaveras.

Cantaba susurrando como un río.

Era un río.



Explicación


Es tan grande la laguna que bordearla nos llevó toda la mañana hasta el mediodía, aunque salimos cuando clareaba.

En el rincón más alejado, adonde no se llega sino por agua o como lo hicimos, siguiendo su costa casi entera, había una mezcla de refugio y choza. Nos dijeron después que era de los pescadores y que allí hacían noche cuando llegaba la temporada del pejerrey.

Apenas un muelle precario. Tablas grises, muy viejas. Unos postes de madera dura, clavados en el agua.

Habíamos llevado una vianda muy frugal. Sentados allí, el silencio era impresionante.

– ¿Te diste cuenta de que hay una cantidad de ruidos y sonidos? Y parece todo tan callado...

– Será por nuestros propios ruidos, cuando caminamos, la respiración, mover los pastos, las ramas. Cruzamos unas palabras. Y cuando nos paramos a mirar o a descansar, todo eso desaparece y nos hará la impresión de que se hace el silencio...

– ¿Y no tenés una explicación más poética? Parece el diario de viaje de un explorador...

– ...

Lo dijo con una sonrisa divertida, sin mirarme. Pero era un reproche. Y tenía algo de razón.

Pero si había una explicación más poética, la tenía en la mirada. 

Porque ese día, allí, el silencio estaba en la mirada, no en el oído.




viernes, 9 de octubre de 2020

Una sola vez


– ¿Lo viste?

– ¿El pájaro?

– Sí..., ¿lo viste?

– Sí. Qué raro el color, ¿no?

– Muy raro... y tan chiquito..., qué lindo es...

– Ahora no lo veo... voló...

– No, yo tampoco. Qué lástima. Y qué lindo cómo canta.

– Lástima, sí...


Y no lo volvimos a ver. Ni a oír. Pasó la tarde y no volvió a aparecer.


– ¿Estamos buscando al pajarito de ayer?

Era la mañana siguiente, casi al mediodía.

– No..., no... Estamos caminando...

– Querés volver a verlo...

– ...

– Por ahí aparece. O no lo vemos nunca más. Eso también sería lindo, ¿no?

– ...

– De veras, te digo. Una cosa única, una sola vez...

– ...




Javier Anzoátegui




Justicia al mérito.

Hace poco, como juez de un tribunal oral, Javier Anzoátegui agregó un Excursus al voto con el que falló en un caso que incluía un aborto practicado a una niña de 13 años. Luis Rizzi, otro de los jueces del mismo tribunal, adhirió a ese voto y al agregado, claro. 

El Excursus se refiere al aborto al que fue sometida la niña y a las responsabilidades por ese asesinato.

De izquierda a derecha, funcionarios, periodistas, lenguaraces y más y más, hicieron jirones de Anzoátegui y de Rizzi. Y no es la primera vez. Y no es improbable que eso les cueste algo a ambos.

Inmundo y previsible.

Pero el gesto de Anzoátegui ahí está y ahí se queda. Porque las palabras de Anzoátegui son, además de palabras, un hecho. Toda palabra lo es, y de un modo que los hombres –porque están hechas de aire– no advertimos del todo.

No es del todo cierto eso de que verba volant, scripta manent.

Cuidado: las palabras dichas también quedan. Las palabras dichas y no solo las escritas. Las palabras, todas las palabras, quedan. 

Y, antes que nada, quedan en el hombre mismo que las dice.

Porque "no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre".

Y lo que sale no solo contamina. También puede hacer lo contrario. 

Dios primero, ya se van a enterar de esto al final Javier Anzoátegui y Luis Rizzi.

Y los que hicieron jirones de las personas y famas de Javier Anzoátegui y Luis Rizzi, Dios primero, también se van a enterar, al final.



______________

El boletín perseverante Notivida, de Mónica del Río, se ocupó de publicar el Excursus y lo dejo, tomándoselo prestado, en este enlace:


Excursus del voto de Javier Anzoátegui.





jueves, 8 de octubre de 2020

Magia


Ahora –recién ahora– veo un poco mejor la magia de esa noche.

Del fuego quedaba poco. La luna se solapaba con el resplandor de las llamas, cuando empezaban a morir, y la claridad era suya cuando ellas ya no estaban.

El campo abierto, en esas horas, es una sensación. No es exactamente un lugar. Y aunque uno no esté solo, él mismo es casi la máxima soledad.

Y estando allí somos intrusos. Por eso no se habla allí. Se mira el cielo todo alrededor. Se adivinan formas. Se oye la respiración del mundo.

Una cosa había: zorros.

Sus voces agudas cruzaban el campo en plena oscuridad. Eran sonidos trazadores, mensajes y contraseñas de quién sabe qué misterios de caza o de búsquedas. Brújulas sonoras, intermitentes.

Y otra cosa había: aves.

Nocturnas, silenciosas, salvo por el vuelo pesado y pastoso de alas grandes. Pero mudas.

Yo no dormí.

Esperé. Velé.

Cuando empezó a clarear, avivé los rescoldos. 

Y sentí como si saliera. No exactamente de un lugar. Como si la noche me expulsara y me devolviera al campo abierto ya vivificado. Por la luz, por los pájaros que a esa luz sí trinan y cantan y vuelan con vigor, ágiles. 

Y todo lo demás. 

Salí de un punto y llegué al mismo punto.

Y todo era lo mismo. Pero nada era igual. Ahora nuevo de nuevo. 

Un círculo abierto, una línea indefinida.




miércoles, 7 de octubre de 2020

Una belleza dormida


Voy demorando una belleza dormida.

Una estación de lirios
en un rincón callado de una llanura sin nombre.

Un refugio de nogales
que esperan dar su fruto cuando llegue hasta ellos
una mano infrecuente, pero dulce.

Una huella de cardos
que custodian erguidos las mañanas
que silban entre espigas de una piel trigueña.

Un resplandor sin luna,
una alegría súbita,
un silencio de estrellas, 
una ebriedad de río,
un trueno ahogado,
un jazmín convulso,
un suspiro.

Ya estoy casi a las puertas
de un corazón inmenso y apacible,
vestido de un aroma suave a terciopelo,
que sin decir palabra
repite con sus ojos los requiebros como jaculatorias,
en la extensión feroz de una ternura que hiere mansamente
cada instante.
 
Estoy ante el portal sin dar un paso,
con el motivo intacto y claro en su sosiego, 
porque mientras el tiempo acuna sonriente todo gozo,
yo, amador,  
voy demorando una belleza dormida. 



Un lugar


¡Este es tu lugar...!, me decía alguien hace poco, viéndome mirar alrededor como si ese lugar recién se hubiera creado.

*   *   *

Un lugar nunca es simplemente un lugar.

Todo, alrededor, está significado por la presencia de alguien.

Aun en expectativa. O mejor: siempre en expectativa.

Ocurre en ciertos casos conocidos, lugares significados emocionalmente, digamos. Lugares que son recuerdos (felices o no) de algo que implica a alguien. Revestidos o nimbados de una presencia exacta, determinada, histórica. Y del sabor de una experiencia y una existencia en ese lugar.

Pero lo que digo ahora es que un lugar, uno desconocido, en cuanto recibe la presencia de alguien se transforma, se actualiza, como si estuviera en potencia, a la espera de que se alumbre en él un sentido posible, que lleva en sí como una promesa o un designio. Cada lugar como un lugar para alguien, no solamente de alguien.

Está el asunto más general de que, además de ser en sí mismos, los lugares son siempre para alguien. Y lo son desde el origen. Tienen ese designio desde el origen. Han sido creados para alguien y llevan eso en su raíz.

*   *   *

–¡Este es tu lugar...!

Y el tu me hizo pensar. Y me quedé pensando si soy el yo o el frente a un lugar. Si el lugar es –de alguna manera – una especie de yo del que soy para él.

O, tal vez, si es que, en un lugar determinado, inédito para mí, recién conocido, soy el de un  junto a mí, y en ese sentido ese es mi lugar.

No sé. Hay que ver.

Igual, algo es seguro: un lugar nunca es simplemente un lugar.



martes, 6 de octubre de 2020

Sorpresa


Todos sabemos cómo el tiempo puede deshacer las cosas. Todas las cosas. O casi todas. Y, aun siendo eso tan sabido, no deja de ser notable y sorprendente, cada vez que lo vemos.

Pero.

En estos últimos días, bastó un encuentro para darme cuenta de que es más sorprendente todavía lo que el tiempo no puede deshacer. 

Y más notable aun. 

Felizmente.

Y eso está bien, creo. Y es un doble regalo, diría.

Que lo más notable, que la sorpresa mayor, nos venga de la felicidad y no de la decepción.




jueves, 1 de octubre de 2020

Muchos años, pocos días





Pasa con los versos que pueden ir siendo en el secreto silencioso del corazón. Y en la mente. Y eso durante muchos años. Hasta casi sin que lo sepa el artífice, aunque en el fondo lo sabe de algún modo. Y, entonces, un día, mucho después, salir ellos de él y ser dichos o escritos, aun en poco tiempo.

Muchos años, pocos días.

Como puede pasar que algunos no se escriban nunca y sigan siendo, pero queden quietos en el secreto silencioso del corazón, aunque no del todo mudos, porque son palabra desde su misma concepción.


No pasa solamente con los versos, claro.


Aquí está este libro, en cualquier caso.




miércoles, 30 de septiembre de 2020

Canción décima (Envío)


Estas canciones que llevé conmigo
y traigo a tu cuidado,
nacieron a tu abrigo
en un tiempo sin tiempo y a tu lado.
Y llegan del pasado,
y son presentes porque son contigo,
y están contigo como el ser amado, 
y son testigos de lo no olvidado,
como yo soy testigo.


Canción novena


Milagro y resolana,
amparo de tus ojos, 
misterio dulce con el que me herías.
Cercana, tan cercana,
ya beso esos cerrojos
de la prisión con que me apresarías.
Sonriente lo sabías.
Sonriente la mirada,
riente de ternura,
me gobierna de puro iluminada:
luz y rocío, me ata a tu cintura.
Ya, corazón de nido, 
cumpliste lo que habías prometido.



Canción octava


Si suena la guitarra,
su cuerda dolorida,
canta sin son el son la tarde quieta.
Con su acorde desgarra,
pena que no se olvida,
unas palabras mudas del poeta. 
La soledad secreta
en el verso callado,
abre un surco y florece:
en su silencio el aire desvanece
silencios del silencio que ha cantado.
Y así pasa una sombra,
la herida de un dolor que no se nombra.



martes, 29 de septiembre de 2020

Canción séptima


Un zorzal se deshoja,
hay la luna en el cielo
y el mismo cielo quieto suspendido.
Lenta, una nube roja
va desangrando el vuelo
del ave por el aire malherido.
Alisa su vestido,
la blusa almidonada;
su mano temblorosa
ya tiene esa nostalgia de la rosa
que aroma con dolor, recién cortada.
Y así, mientras espera,
se deshace otra vez la primavera.



lunes, 28 de septiembre de 2020

Eugenia y las abejas




Unos pasos nada más de la cueva, al este exacto, para ser preciso.

Allí está la Eugenia.

He visto con los años que a esta mirtácea la llaman de un modo u otro: Eugenia uniflora, Eugenia myrtiflora o aun Pitanga, gracioso nombre pero menos feérico.

Porque es planta feérica. Y por varias razones.

Por ejemplo, cambia de color durante todo el año, verde claro con frutos colorados en verano, vira al verde oscuro y rojo borgoña en otoño, estalla en plata en primavera.

Le tengo un cariño particular. Y por varias razones que ahora no vienen a cuento.

Era una planta de unos 30 centímetros cuando la traje a la casa, ya hace unos 10 años. Ahora, la planta madre llega a los 5 metros diría. Y planta madre porque he dejado que los pájaros o el viento la repartieran por todo el jardín en estos años, tanto la quiero.

He regalado ya 3 de esas hijas y todavía me quedan otras cuatro. Está terminantemente prohibido tocarlas siquiera. Se bastan solas, ni hay que podarlas y apenas si necesitan que se les remueva la tierra.


Sobre la cueva, desde hace dos o tres años, está una de mis colmenas. Literalmente sobre mi cabeza. Por las noches, mientras trabajo, algunas abejas entran a curiosearme y se van a la lámpara, sobre el escritorio, y revolotean fascinadas por la luz. Algunas, he visto, vienen a morir allí.

No hace mucho que la Eugenia más antigua florece en primavera de un modo magnífico y que conmueve. Pequeñas y brillantes estrellas blancas con tintes tenuemente amarillos. Y un aroma como cítrico y penetrante que hasta compite con los azahares del limonero que está a su vera. Hacen una linda pareja, visto así.

Pero para estos días, la Eugenia y la colmena se hacen una sola cosa, porque las abejas se zambullen en ella de un modo casi fanático.

Y entonces, con sus invitadas exultantes, la Eugenia zumba como si riera y festejara desde adentro mismo de su ramaje, durante todas las horas de sol. Y el zumbido rítmico e inquietante me acompaña como un bajo ruso, llegando por debajo de la música de la cueva o el sonido del viento. De tanto en tanto, hasta suprimo la música para que suenen a gusto la Eugenia y sus visitas.

Es como lírico, como un romance antiguo y delicado, blanco y dorado. De plata y oro. La Eugenia y sus abejas.

Sé, claro, que eso es un trabajo para ellas. Pero la Eugenia transforma eso en una visita cordial, festiva, aromada.

A veces pienso que si no tuviera tanto que laborar, podría estar horas oyéndolas (también a la Eugenia...), mirándolas habitar las flores y la copa de plata. Pero también a veces me digo que lo único que importa mientras hay esa fiesta a unos pasos de mi silla, lo único que tengo que hacer, es estar allí, oyendo, mirando, oliendo. Y nada más.

Lo curioso, me he dado cuenta, es que, cuando llega ese momento esperado del año (esperado por las abejas, esperado por la Eugenia y esperado por mí...), ni por un momento pienso en la miel.

Y creo entender que hay parábola en eso. Y creo saber por qué.







domingo, 27 de septiembre de 2020

Canción sexta


Ay, dueña de tu mar
y de su sal señora,
domadora del aire, hija del viento.  
Jugosa de volar,
el mar que te enamora
te dio el ritmo de espuma en movimiento.
Verde tu advenimiento,
verdes tus ojos verdes,
mar verde y puerto amado:
te dono el canto para que recuerdes
mi pecho marinero enamorado
y este amor navegante
que goza el muelle de tu mar amante.



 

sábado, 26 de septiembre de 2020

Canción quinta


Hablo d’aquel cativo
de quien tener se debe más cuidado,
que ’stá muriendo vivo,
al remo condenado,
en la concha de Venus amarrado.

Canción V 
Ode ad florem Gnidi

Garcilaso de la Vega

La voz canta la lira
y el son tan triste que en el canto suena
de quien teme y suspira,
lamenta que la pena
sea verse libre ya de su cadena.

Ya no habrá cerca o lejos.
El espacio y el tiempo suspendidos,
engañan con reflejos
que burlan los sentidos
los recuerdos con niebla entretejidos.

El mar llora en la playa
mientras el cielo gime en el ocaso.
Y la lira desmaya
plañiendo su fracaso
de no poder penar con Garcilaso.



Canción cuarta

 

Paloma te nombré,
torcaz en tu alegría,
espuma volandera, arrulladora.
Sé que no lo soñé:
la noche te traía,
pluma y tibieza que el amor rumora.
Ay, ala cegadora,
tu silencio de nido
y el nido de tu pecho,
emboscada de luz, moreno acecho
que me acecha, feliz desprevenido.
¡Qué lejos de la sombra
se aquieta el corazón cuando te nombra!


 

viernes, 25 de septiembre de 2020

Canción tercera


Sabor de pensamiento
tiene esta lluvia fina
que habla juiciosamente a la llanura.
Esparce su argumento
y el sauce, que se inclina,
asiente con su llanto en curvatura.
Repaso su tristura,
su agobio de ramaje
al que nada consuela,
el velo verde que su tronco vela,
el luto verde que eligió por traje.
Y aunque la lluvia cese,
sé que hallará otra pena que le pese.

 

jueves, 24 de septiembre de 2020

Canción segunda


Mientras el aire cimbre
y la luna me alumbre
en luz alada y clara con tu nombre;
y tu talle de mimbre
de mis ojos sea lumbre
y me haga ser más niño y ser más hombre;
y a tu amparo me asombre
y a tu tallo me abrace
en savia florecido,
tan de nuevo otra vez contigo urdido
que a tu gozo me enhebre y me entrelace:
germinando a mi vera
serás raíz como la vez primera.


miércoles, 23 de septiembre de 2020

Espina y aroma




Nada que no se vea por allí, en cualquier parte.

Al menos, en la comarca, es común verlo en calles y jardines. Nada inédito.

Eso que se ve ahora en la fotografía es el tala que se empina en medio de la casa. Tendrá unos 10 ó 12 metros arriba. Tiene un laurel a la vera que se le cuela.

El tala es un árbol difícil. No en el monte o en la sierra. Allí, repara, da leña, hasta sirve para poste.

Pero.

En medio del jardín, tan entusiasta, es otro asunto. Porque pura espina es.

De hecho, sobrevive hace años porque un servidor lo defiende de las propuestas reiteradas de arboricidio. En temporada de verano, ya desde final de la primavera, con los pies descalzos de casi todos o en alpargatas, rumbo a la pileta, o algún fulbito, o jugando los más chicos, o porque sí, el tala está en la boca de todos. Y en los pies de todos. Y le mentan a la madre una y otra vez. Y las miradas de reproche buscan mi mirada, custodio de las espinas, y mi mirada queda indiferente como si fuera ciego.

Pero, nada. Allí está y mientras allí esté él (y aquí esté yo), allí donde está se queda él. Y no voy a decir por qué.

Desde no hace tanto, uno de los jazmines del cerco, de un modo inusual y algo inexplicablemente, se trepó primero a las ramas del laurel, no por el tronco y sí desde el pie. Rarísimo. Como si hubieran pegando un salto las hebras del jazmín. Y así pasó al ramaje espinudo del tala.

Entonces, para estos días y por bastante tiempo, el tala se emperifolla de jazmín, de abajo hasta arriba.

Y aroma. ¡Viera cuánto aroma el pinchudo! Orondo, como de domingo. Especialmente al atardecer y durante la noche. Cuando empiezo a regar, fresco, intenso, se pone a tirar flores y perfumes como si fueran piropos.

Desde la cueva (lo tengo enfrente) no dejo de mirarlo de día y sentirlo de noche.

Y cuando se termina el día (o la noche) y hay que volver a la casa, el último saludo es el de su guirnalda blanca y penetrante. 

¿Cómo quiere Ud. que tale el tala? Ni hablar de eso.

Pero lo miraba ayer al atardecer, mate en mano y cigarro en boca.

Y le vi la parábola al asunto. Y parábola de tantas cosas.

Y pensé que, al menos, querría esa suerte del tala.

En esta vida. Y en la otra, claro.

Tener un jazmín que nos abrace. Que nos arome, que nos ame, que se entregue a nosotros sin reservas, aun sabiendo ese ramaje doloroso que nos adorna, ese ramaje que nos crece del mismo tronco de lo que somos, y que hiere. Que el jazmín se prenda a él haciéndolo más dulce, lindo de ver. Que nos hermosee y nos perfume. Por adentro, saliendo de nosotros mismos, de entre lo mismo que somos. No de afuera nomás.

Y así llegar a la otra vida.

Y que allí nos reciban viendo sin disimular todas esas espinas crueles que llevamos en las ramas.

Y que nadie disimule tampoco el jazmín que llevamos entreverado entre lo que punza y hiere, lo que duele, y que saluden a la vez el jazmín con el que llegamos a comparecer al final. 





lunes, 21 de septiembre de 2020

Canción


Canción, yo he dicho más que me mandaron
y menos que pensé;
no me pregunten más, que lo diré. 
Canción Segunda
Garcilaso de la Vega


Y llegué a tu presencia.
Distante en la distancia,
el tiempo parecía demasiado.
Tu gesto de clemencia,
finísima elegancia
caminar en silencio y a mi lado.
Y fue nube el pasado.
Y una brisa morena,
que tu mano movía,
con gracia, toda ausencia deshacía,
y volví a otra edad, pero más plena.
Al final del camino,
tu mirada sonrió. Y llegó el destino.


 

A grievous British grudge


No tengo tiempo para ocuparme del asunto. 

Pero, solamente como curiosidad, me gustaría saber si este joven Anthony Horowitz tuvo alguna mala experiencia en la Argentina... como british, claro. (Malas experiencias en la Argentina, y con los argentinos, los argentinos tenemos a cada rato desde hace unos, qué diré... ¿doscientos y pico de años?)

En 2001, en la temporada 8, capítulo 1, de esta producción de la que ya hablé y que se inspira en el Hercule Poirot de Agatha Christie, Horowitz –como en el caso anterior de 1993– vuelve a dramatizar una novela de las de la inglesa. 

Ahora es el turno de Evil under the sun, unas 250 páginas de 1941, una típica trama de crimen por codicia, ambientada en un hotel de mar en Devon al que va a pasar sus vacaciones el detective belga.

En la novela (lo digo por las dudas, pero es obvio) no hay un argentino ni para remedio. Pero..., en la serie... 



Tal vez Horowitz lo hace de británico que es, nomás. O tal vez de veras estaba buscando colgarse la OBE al pecho para fanfarronear en los casamientos o en los cocteles y, con oportunismo, eligió a los argies como ariete de su fama y nos tomó de punto.

¿Quién puede saber lo que pasa por esa cabeza? 

En tren de conjeturas, prefiero, veramente, que haya detrás un drama de ópera, pastoso, trágico, terrible. Un episodio que marcó su vida para siempre y la nubló de rencor. Tal vez un mate frío en una visita fugaz a Cutral Có, tal vez haya querido prender un fueguito reparador una tarde de junio en una isla del Delta y le ofrecieron madera de ceibo o de mora para quemar. O quizás, estando alguna vez en el campo de un compatriota suyo de él, creo que en Saladillo, lo invitaron a una promenade pampa y los peones le ensillaron un matungo que no galopaba. O, lo que sí sería de veras traumático y justificaría su resentimiento sin más, quiso ver un partido de fútbol en Buenos Aires y lo llevaron a la cancha de River, en vez de llevarlo a la de Boca. 

No sé. No me lo explico. Dígamelo alguien si lo sabe. Pero tiene que haber sido alguna cosa por el estilo.  






domingo, 20 de septiembre de 2020

Carta de niñas a merced de estrellas


Estaban en los toros la delgada colina,
la rosada provincia de luna vespertina
que componen las niñas sentando los corderos,
las albas cristalinas, las figuras del cerro.

Con la tierra de estrellas y las nubes de rosa
tú, seráfica triste de carbón encendido
que tienes servidumbre en el sentido,
ponme el amor beato de la niña penosa,
por amor en amor, beata candorosa.


s/f

Jacobo Fijman

(De Romance del vértigo perfecto)



 

sábado, 19 de septiembre de 2020

Baile


Con tu flor, con tu flor.
Tu porción es ceniza
de crepúsculos finos.
El alba tañe en flor
una flor de tañido
de varón y mujer.

Tu porción es ceniza
de los troncos cavados
y las lumbres ardientes.
El alba tañe el alba
con la flor de su llanto,
con la flor, con la flor
de varón y mujer.

Tu porción es ceniza de los años
atados y quitados
que se dan en los ramos de la angustia
que separan los tajos de los días
con la flor, con la flor
de varón y mujer.

Tañe el alba la tierra
con tu flor y la flor
la porción de ceniza
de los troncos cavados
de varón y mujer,
con la flor, con la flor.


18 de diciembre de 1957

Jacobo Fijman

(De Romance del vértigo perfecto)


 

viernes, 18 de septiembre de 2020

Tú la buena manera

 

Tú la buena manera
del cordero y la niña
de la flor.
Los campos son azules,
el cordero de plata
y la niña de oro,
y la flor colosal.

Había por los campos
un ciprés de los campos,
unos puentes de sueño
con un río olvidado;
había por los cielos
un cordero de cielos
y una niña de oro más celeste
que la flor colosal.

s/f

Jacobo Fijman

(De Romance del vértigo perfecto)



Soneto /XX


Inútilmente, el lirio persevera.
Donde el ave su canto tuvo un día,
flota ralo el ramaje y en silencio.
El azahar no vendrá ni habrá su aroma.
Jirones hay, caminos inconclusos.
La piedra ahogada gime en la foresta.
Ya no crujen las hojas, ya no hay pasos
porque hay la hierba que borró senderos.
Donde hubo un manantial, queda la arcilla.
Y hay guijarros que alfombran las quebradas,
memorias de un torrente que se ha ido.
Y el lirio persevera, inútilmente:
ya el aire lo advirtió con parsimonia
con ráfagas de brisas en metáforas.



jueves, 17 de septiembre de 2020

Soneto /XIX


Estaba el campo azul, todo de lino.
Estaba el monte y los aromos de oro.
Estaba el zaino, el ruano, el flete, el moro.
Estaba el aire con su aroma a pino.
Estaba el trino de un zorzal sonoro.
Estaba el viento que adornaba el trino.
Estaba el cielo, el trigo y el camino.
Estaba el hondo lamentar del toro.
Pero estaba también en el paisaje 
el corazón vagando entre las cosas
que la tarde amansaba con dulzura.
Y vio que el puerto del peregrinaje
eran cuatro palabras amorosas
y el abrazo, el ocaso y la llanura. 



¿Y tú qué sabes?


Ay de los pueblos

Ay de los pueblos de los niños tardíos
y la luna difusa de campos y de vientos.
Arriba de los pueblos
los tiempos desprendidos y los astros lejanos
arriba de los campos la soledad consciente
de nueva soledad y la audición creada
de envolturas simpáticas,
la razón emotiva.
Ay los niños tardíos
y la luna difusa de los vientos
que bajan en los signos irreales del mundo.

24 de diciembre de 1957

Jacobo Fijman
(De Romance del vértigo perfecto)

¿Así que un poeta loco no puede ver a la distancia del espacio y el tiempo y acertar con lo que bien puede ser el dictamen lírico sobre una patria desdichada?




miércoles, 16 de septiembre de 2020

Soneto /XVIII


Abrazo el litoral de tu figura
en el límite exacto de tu sombra;
y esa tibieza que te cubre, nombra
veladamente el don que me conjura.
Misterio en la belleza que me asombra,
vino al trasluz que embriaga, tu hermosura.
¿Qué manantial inventa tu ternura
y con cada susurro la renombra?
Navego a ti por ti, mi vela al viento,
buscando el puerto en el que espera sola
una mirada que jamás me pierde.
Un mar a nuevo nace en tu contento,
y en verde y sal me alumbra en cada ola
para que en todo y siempre te recuerde.



Soneto /XVII


La caricia torcaz nace en el cedro
donde requiebra al aire la paloma,
ala de nube y pluma de tibieza,
niña en su vuelo, luz de la mañana.
Suave en el verde ardor de sus olivos,
es tierra en llamas, grávida y madura,
arrullo en el ramaje que palpita
su pecho al sol abierto sobre el mundo.
Está llenando el día con claveles,
cien besos rojos riegan de suspiros
una distancia que disuelve el tiempo.
Nombre que el ángel le sembró en la sangre
es esa voz de brisa entre la miel  
que canta su homenaje ante mis ojos.  



martes, 15 de septiembre de 2020

Soneto /XVI


Feliz desierto en soledad de arena;
travesía de luna hasta la orilla
espumosa de cielo y maravilla
donde se vuelve gozo toda pena.
Serenamente sol, alba serena,
tramo de viento, el corazón de arcilla
se modela en amor, flor y semilla
de una mirada que germina y truena.
Un desierto feliz, presente el aire,
mientras resuena con la voz presente
la presencia, su hondura, su donaire.
¿Quién ha llamado a esta extensión vacío?
Esta solemnidad que tengo enfrente
me es más todo que el mundo y su gentío.


 

domingo, 13 de septiembre de 2020

Soneto /XV


Calle de aromos y jacarandás,
sombra, color, perfume y aire suave,
pasos en el silencio, tarde quieta,
primavera, gorjeos melancólicos.
Las flores blancas de un alcanforero,
noche en la rosa roja y los jazmines,
compás de luna, estrellas, grava rítmica,
y deshacer el tiempo y la distancia.
La memoria otra vez celeste y oro
entre el cielo y la tierra, florecidos  
los zorzales de nuevas madrugadas.
Presencia viva que abrazó la huella,
y halló la puerta y encontró el camino
a la celebración de su regreso.


 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Soneto /XIV

 

Dejemos que la noche sea secreta,
que apenas llegue oculta en los susurros,
que diga en luna las palabras mudas
y prometa presencias más felices.
Dejemos que la tarde transfigure
crepúsculos, con luz de advenimiento;
que anuncie que las voces se aproximan
con la primera estrella hasta la aurora.
Dejemos al silencio acomodarse
de vez en vez y voz en voz, callando,
mientras el gozo estalla con estrépito.
Dejemos para el viento la caricia.
Dejemos que la espera nos espere.
Dejemos todo. Hasta el dejar dejemos.



viernes, 11 de septiembre de 2020

British bad milk


En 1937, Agatha Christie publicó en la revista Strand (número 559, de julio de ese año) un cuento policial, Iris yellow; allí aparecía su detective Hercule Poirot, uno de los dos emblemáticos de su obra. Hubo casi inmediatamente versión dramática de ese cuento. Unos años más tarde, en 1945, y con varias modificaciones (no aparece Poirot, por ejemplo), usó el mismo asunto para una de sus novelas famosas Sparkling cyanide (en los States se llamó Remembered death). Con el tiempo, en 1991, el cuento corto inicial apareció en una recopilación british de la autora idem.

Muy bien.

Entre 1989 y 2013, la ITV inglesa, entre otras varias productoras, difundió una serie de aventuras de Hercule Poirot en entregas unitarias tomadas de los relatos de Christie. Fueron 70 capítulos de una hora promedio y la serie se llamó Agatha Christie's Poirot.

Poirot siempre fue protagonizado allí por el excelente y multipremiado actor inglés David Suchet (Suchedowitz, en realidad, de padre judío de origen letón y madre inglesa de origen francés, anglicana como lo es su hijo actor).

Entonces.

Hay un episodio de la serie que digo (el tercero de la quinta temporada) que apareció a fines de enero 1993 y que se ocupa de aquel cuento, en su primera versión, es decir aquella en la que parece Hercule Poirot. El capítulo fílmico se llamó The Yellow Iris.

Varios guionistas y directores participaron de esa serie a lo largo de casi 25 años.

En este caso de The Yellow Iris, el guionista y adaptador de la historia fue el escritor inglés Anthony Horowitz (cumplió ese papel 11 veces en la serie entre 1991 y 2001) y el director fue Peter Barber-Fleming, que sólo dirigió dos capítulos, éste incluido. 

Perfecto.

¿Y?

Que es un verdadero disparate de mala leche lo que se filmó con la excusa de pasar a cine el cuento de Agatha Christie.

¿Productores, guionista, director?¿De quién fue la idea de cambiar el argumento de ese modo? ¿A quién se le ocurrió trasponer la acción de Nueva York o Londres a una desopilante Buenos Aires en la Argentina de los años '30, con semejante jerga inverosímil, pases de opereta y fusilamientos disparatados? No tengo idea. Lo único más o menos creíble es la corrupción de los ingleses a funcionarios argentinos. Aunque es del todo inverosímil e hipócrita el escándalo inglés por la corrupción de los funcionarios argentinos. Por lo demás, el único que no sale del todo tan mal parado es, casualmente, Hipólito Yrigoyen, aunque maltratan fechas y circunstancias, desluciendo la luz que podría haber tenido, si acaso.

Los ingleses no son ignorantes en lo que a la Argentina se refiere. Estoy dispuesto a sostener firmemente que saben de la Argentina cosas que los argentinos (comunes, al menos) no sabemos, ni sospechamos. Y han sido (y en parte son) la causa de muchas cosas que aquí han pasado y la mayoría malas. Porque ellos mismos las han planeado y realizado. Claro que no solos, se entiende, sino con una rastrera conexión local.

¿Tengo que pensar entonces que este disparate es producto de la ignorancia? Esa idea me insulta a mí. Y más insulta a los ingleses, claro.

No hay más remedio: es mala leche. Británica mala leche, o british bad milk, si prefiere.

Por otro lado, Anthony Horowitz luce una OBE y David Suchet una CBE. Para los ignaros, la Excelentísma Orden del British Empire, en distintos grados (Horowitz (O) es menos que Suchet (C)).

¿Horowitz la habrá conseguido por su creatividad en los guiones? May be.

En fin, chaps, enjoy yourself as much as you can...!


Estoy mirando de tanto en tanto los capítulos como distracción, mientras practico oyendo el british english, para reposar de los trabajos y estos días. Están bien hechos y son un momento simpático. No recordaba (sí viendo ahora varios seguidos) la recurrente – y un poco machacona – idea de los crímenes por plata que acucia a la buena de Agatha Christie. También me sorprendí con algunas cuantas menciones de la Argentina en los relatos. ¿Serán fieles al original? No sé. Y no tengo tiempo para tanto. Con esto que he dicho, es bastante.




jueves, 10 de septiembre de 2020

Soneto /XIII


Y fue sobre la piedra. Era septiembre.
Apenas aire y lo demás altura,
y el viento en esa música del agua
y valles de ramajes y rumores.
Era joven septiembre bajo el cielo,
y jóvenes abejas y panales,
y eran niñas las flores en los campos,
y la miel y el dulzor eran promesas.
Y fue sobre la piedra. Peña fría, 
promontorio secreto en gozo puro,
alegría irisada, risa ardiente.
Peñasco todo luz y alumbramiento.
Gloria de un día, amparo silencioso.
Raíz de piedra, que el tiempo no ha secado.


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Yrigoyen y el loco

 

Romance de énfasis

Vamos bien por el sueño
cuanto más por la muerte.
Tantos años habemos
en sí mismos con otros.
En tal muerte de muerte
de encantorio o de sueño 
en los flacos sentidos.

¿Para cuándo las torres
sobre todas las cosas?
A los nuestros amigos
que encaraman la gloria
suenan de ellas los nombres
con el nombre del sueño.

¿Para cuándo las torres
sobre todas las cosas?
A los nuestros amigos
suenen de ellas los nombres.
Menester es el sueño,
menester es la muerte.

14 de febrero de 1958


Práctica

Prácticamente eternos
reales plenamente
se describen los mundos
ilustres comprensores.

Prácticamente bellos
se ensayan prosperando razones y destinos
circunscritos a ley en dominios impávidos
en sintaxis perfecta
conversan de Dios
en la luz infinita
prácticamente eterna.

10 de febrero de 1958
Dedicada a S. E. Hipólito Yrigoyen


Jacobo Fijman

(De Romance del vértigo perfecto)


Y uno se pregunta por qué Fijman le dedica a Hipólito Yrigoyen unos versos en 1958. Y esos versos.

Mientras ensaya una respuesta (claro que, sin información, es muy difícil acertar), vaya pensando, mi estimado, que en cualquier caso para leer poesía, y en particular la poesía de Fijman, hay que esforzar la concentración y de algún modo la imaginación también. Y puede llevar tiempo, años, ir entendiendo. Al menos, a un servidor le pasa y por eso lo digo.

El lector curioso (y que no supiera de Jacobo Fijman hasta verlo aquí) puede haber buscado referencias del sujeto y haberse enterado ya de que a los 20 años tuvo sus primeras crisis psiquiátricas (tal vez siempre deficientemente tratadas) y que, agravado, a principios de los años '40 ingresó en el antiguo loquero del Borda donde estuvo años, luego en Open Door, y después otra vez en el Borda, de donde salía y adonde volvía a ingresar intermitentemente hasta su muerte en 1970, a los 72 años.

Con esos datos, fácilmente podrá engañarse cualquiera y atribuir lo que no entiende en los poemas a la locura del poeta. ¡Ay, mis queridos! ¿Y si la locura no tuviera directamente que ver con sus imágenes y metáforas entre místicas y tensas, en ocasiones febriles y hasta crípticas? ¿Y si lo más poético de su poesía tuviera relación más bien directa con su mente disociada? (Attenti...! las dos preguntas parecen contradictorias... parecen, nomás.)

La locura nos espanta, en general, y a la vez, a veces, nos fascina misteriosamente, en particular cuando entra en connubio con el arte. Y claro que en ese terreno se podrá simplificar, y peligrosamente diría. Y hasta habrá una explicación psiquiátrica de su locura, casi un alarde de dizque sensatez que intente calmar nuestra propia inquietud ante la locura del poeta loco.

Pero no hay que simplificar tanto que nos quedemos sin una explicación poética de su poesía, que es de lo que se trata.




Soneto /XII


Tierna de amar en vuelo, mi paloma,
dulce de arrullo, tibia de frescura,
ala de madrugada, suave y pura,
blancura y luz que con la luna asoma.
Tan sílaba y suspiro de tu idioma,
con la solemnidad de tu cintura
que germina en la flor de tu figura,
mis manos brotan de tu mismo aroma.
Vienes a mí, sembrada de infinito,
distante como el sol tu cercanía,
y el aire canta tu candor de cielo.
Ya puerto de tu abrazo, sueño; habito
contigo el palomar de tu alegría,
paloma mía, dueño de tu vuelo.



martes, 8 de septiembre de 2020

Soneto /XI


Va el corazón al este desandando
el surco de tu nombre en la memoria.
Los años son medida transitoria,
amando siempre, el corazón amando.
Ojos de cedro que me están mirando,
ay, mirada que fue premonitoria...
¿Sabía de este día de victoria,
amando siempre, el corazón amando?
Ya está el ángel y el sol, que va trazando
en tu cielo naciente luz temprana,
mana el nombre feliz que va nombrando.
Y en la gloria que esparce tu mañana
se rinde al gozo de tu voz cercana,
amando siempre, el corazón amando.





lunes, 7 de septiembre de 2020

La vacuna no está, pero ya nos vacunaron




–Oiga, cumpa, ¿y usted qué carachos fue a buscar en el boletín oficial?

–No fui a él, él vino a mí. Y me contó que el 4 de septiembre publicó una resolución conjunta, la N° 6/2020, que firmaron el día anterior el ministerio de salud, la dirección nacional del registro nacional de las personas y la anses, para crear una cosa que tiene un nombre espantoso, ése que ve ahí: certificado digital de hechos vitales.

–¿...?

–Espere y ya va a ver. Por lo pronto, se me hace que cuando llegue la vacuna (la que llegue primero o todas juntas) va a ser obligatoria y guay del que se resista y no tenga su constancia de vacunado en el certificado digital de hechos vitales.

–Nombre raro, ¿no?

–¿Raro? ¡Transparente, diría mejor!

–¿Y qué quieren con eso? ¿Por qué lo hacen?

–Si quiere, pinche en ese pedazo de papel con la marca en azul y le aparece la resolución completa y lo que ellos dicen. Pero, salvo que sea muy chambón, no les crea del todo, y casi nada. 

–¿Usted dice que hay gato encerrado?

–Gato suelto, diría más bien...

–No le entiendo del todo...

–El nombre, mi amigo, el nombre...: se les fue la mano con lo obvio...

–...

–Mire, ríase de mí, pero le voy a decir una cosa: para cuando Elon Musk tenga listo el chip del cerebro y lo repartan, por ejemplo y va a ser dentro de poco, acá en la pampa ya va a haber un certificado obligatorio de hechos vitales. Y adiviné qué...

–¿Qué...?

–Adivine, le digo. Conspire un poco, no sea nabo, no sea tímido... Cualquier cosa que se le ocurra, ya va a estar inventada. Hágame caso. O hágale caso a Aristóteles: en el capítulo XI de la Poética dijo que es evidente que relatar lo que ha sucedido no es el trabajo del poeta, sino contar lo que podría haber sucedido, lo posible según la verosimilitud o lo necesario. Pues el historiador y el poeta no se diferencian por expresarse en prosa o en verso sino en decir uno lo que ha sucedido, y el otro lo que podría suceder. Y recuerde también que porque en el capítulo XXIV Aristóteles dijo que es preferible lo imposible verosímil que lo posible inverosímil, muchos siglos después Boileau dijo aquello de que le vrai peut quelquefois n’être pas vraisemblable, que quiere decir que lo real a veces puede ser inverosímil.

–Tomá... chupáte esa mandarina...

–Ja, ja..., sí..., pero ojo con lo que toma: porque eso también va a ir a parar al certificado digital de hechos vitales...