lunes, 22 de junio de 2020

L'imagination au pouvoir




Era mayo en el París de 1968 y los chicos terribles de la Sorbona pintaban a diestra y siniestra (a siniestra, más bien...) infinidad de consignas, muchas de ellas programáticas y que hicieron escuela. Tenían su gracia, la mayoría. Y es muy probable que para pergeniarlas los muchachos tuvieran su creatividad "estimulada".

Pero ahora no es antes. Y aquí no es allá.

A aquella imaginación al poder, le salió una nieta en estas pampas: la imaginación democrática.

Y esta imaginación imaginó un programa que, seguramente, un alumno de primaria lo habría escrito mejor, creo.

Pero, qué remedio. El engolamiento de las jergas de los revolucionarios siglo XXI hace eso: como desprecian el lenguaje lo descuidan, lo maltratan, lo someten a trabajos forzados. Es el inveterado gorilismo cultural de la izquierda. Gorilismo masturbatorio, además. Porque no solamente se sienten iluminados y ahitos de sus jerigonzas, sino que parece que obtienen con eso una curiosa autosatisfacción.

El caso es que hay un documento que parió la secuela de aquella petulancia que fue Carta Abierta y que ahora se llama Comuna Argentina. Y hay que subrayar la creatividad anémica de estos muchachos para trasparentar un comunismo que se parece tanto a un viejo amor que los ha desahuciado y al que vuelven con el recuerdo obsesivo. Es gracioso. La izquierda juega a ese juego de transformar las caras, que inventaron los rusos (face app), pero al revés: busca rejuvenecer, a fuerza de un neolenguaje de consignas, las avejentadas proclamas del marxismo y así ver de reinstalar la marca. Un oportunismo de mercachifle. Esa retórica que los vendedores ambulantes de objetos invendibles ejercen con gracia cuando venden en 2020 un album de figuritas del mundial de Rusia 2018, acá se transforma en un paper UBA-Conicet sólo digerible para criptólogos del mismo palo.

Un Manifiesto liminar: Para una nueva imaginación democrática, se lanzó hace unos días y busca, en lo inmediato, y entre otros objetivos, ganar espacio crítico ante el gobierno del pobre Fernández, testaferro del poder de la otra Fernández, corriéndolo por izquierda. Lo apoyan, pero lo apoyan contra la pared, es decir: lo aprietan. Ideológicamente, claro, discursivamente, claro. Son de la UBA y del Conicet, se entiende.

Pero, así y todo, mucho más agresiva que las pasadas logorreicas parrafadas del ininteligible Horacio González, la imaginación democrática de estos niños terribles pretende ser programática de un nuevo estado de cosas, que ellos esperan ver germinar al amparo del descalabro cósmico que le debemos al maléfico bicho, simple excusa para ver si esta vez pueden lo que su amiga la historia les viene retaceando. Un Estado que se haga dueño de almas, vidas y bienes, en nombre de la comunidad, a la que pretenden someter levantando la bandera de una representatividad que este nuevo Estado no piensa ganarse sino raptar y violar, siempre como vocero de lo que el pueblo quiere, aunque el pueblo no se haya enterado todavía de que lo quiere, porque no ha tomado conciencia de su papel histórico. ¿Y adivinen quiénes tienen la llave que abre el cofre donde ese papel histórico está bien guardado?

Del documento, cuya lectura no recomiendo salvo que tengan razones terapéuticas y medicinales, dejo aquí un pasaje que vale la pena enmarcar. Entre otros tópicos, desarrollan un subtítulo: Libertad.

Y allí, la juntura de cuarentena, neoliberalismo, capitalismo, revolución, comunidad, nuevo concepto de libertad, es un ejercicio sofístico sin éxito, pero ilustrativo.

El esfuerzo por fundamentar una nueva libertad y por hacer la crítica del concepto "conservador" es tan torpe, tan torpe... que de veras un alumno de primaria lo habría escrito mejor.

Muchachos, ¿quieren que les diga una cosa? Son tan reduccionistas, tan economicistas, tan de una sola cuerda, tan severos en su esquemita, que si uno no supiera lo que quieren en realidad y cómo los traiciona su materialismo crítico, diría que van por los mangos. Que lo que los vuelve locos es ver cómo se hacen de unos cuantos dólares que, por sistema, creen que los tienen otros porque se los han robado a ustedes. Yo sé que ustedes saben que el verdadero botín no es ése y sí el poder. Pero, no sé: disimulen. O escriban mejor. Yo me ofrezco a pedirle una manito a un alumno de primaria.

Y así estamos. La guerra de las dos cabezas de un mismo monstruo está agotando la historia, está acelerando su fin. Estos chicos ayudan en lo que pueden. Urgidos, ansiosos, ven un resquicio y pulsean el poder de este mundo. Enfrente, sus competidores miran con suficiencia y arrogancia y se preparan también ellos para las batallas que vienen. Los dos esperan ganar la guerra. Los dos discursean sus estrategias. Maniobran, bajan línea. Melonean todo lo que pueden. Zancadillas, operetas, manejos. Todo vale. Son iguales en su determinación.

Unos, representan el peligro nefasto y perverso de ser presentables, seductoramete presentables. Los otros, tienen la ventaja dialéctica de ser impresentables. Pero ambos compiten en crueldad y ahí no se sacan un pelo de ventaja.

Y, por si no se entendió, lo repito: ellos existen amparados en la existencia que les dan quienes les permiten existir.

Pero vayamos por ahora a esta golosina que anuncié:

Libertad

La cuarentena no es solo una de las formas de las políticas sociales de urgencia. Es una forma de resguardar la libertad sustantiva en nombre de restringir provisoriamente los movimientos que ahora conducen al contagio y pueden provocar la muerte. Por lo tanto, la libertad no solo consiste en la superficie de nuestros movimientos puestos en peligro por el solo hecho de que se realicen, sino de no hacerlos para resguardar nuestra propia libertad y la de los otros. Es la libertad comunitaria que limita por libre decisión una parte de sus movimientos para resguardar la libertad esencial de vida completa de un vasto conjunto humano. La arcaica forma del pensamiento interpreta la libertad como si fuera una cápsula privativa adquirida como un privilegio que desconocemos, pero que al serlo, restringe libertades concretas de una parte sensible del resto de la población. Quieren hacer añicos la cuarentena llamando a una productividad que no es otra cosa que la libertad de mercado que desequilibra todo el resto de las libertades, jerarquizándolas para unos y reduciéndolas para la mayoría. Lo que implica una grave decisión de desconocer las inevitables medidas de aislamiento en ámbitos poblacionales muy expuestos al contagio. Las personas libres somos las que reconocemos esta paradoja, se evita la circulación contaminante que no es libertad sino su pérdida futura, para proteger la vida que es el basamento efectivo de toda libertad autoconsciente y de toda plenitud circulatoria futura. Los factores de poder dominante que atacan la decisión de la cuarentena desde una suerte de libertad enclaustrada, ciegamente movidos por un drama universal que no comprenden, no saben que la libertad primera es la que parte de pensar la vida no como una inversión probabilística de los muertos que ya estarían contemplados en la cuota estadística que tienen en mente las grandes corporaciones financieras. Son quienes alegan la vuelta de una economía compulsiva que siempre tuvo en claro que debía presupuestar previamente las muertes necesarias que las estadísticas empresariales dictaminaban como imprescindibles para poner en marcha los sistemas productivistas de la racionalidad instrumental. La cuarentena, en cambio, está regulada y pensada como forma de despejar los oscuros obstáculos que hay ahora sobre nuestras vidas y por lo tanto sobre nuestra libertad. Es la única forma de impedir sin sofismas un desmoronamiento del trabajo, lo que nunca ellos protegieron y los que con sus maniobras corporativas en realidad siempre lo coartaron o despreciaron. Las desiguales condiciones de existencia material precisan un Estado activo en el cuidado de los sectores precarizados. Frente a esto es prioritario avanzar en un sistema impositivo más progresivo y en una más justa distribución de la riqueza. Libertad sin igualdad es dominación.

En el Mayo francés de 1968, l'imagination au pouvoir tenía un sentido, qué diré, más simpático. No era menos disolvente ni menos prepotente. Esa imaginación era simplemente más descontracturada.

La imaginación democrática de estos chicos comuneros pampas se parece más a una sesión de autocrítica en los campamentos de reeducación del khmer rojo, en la Kampuchea "democrática" de Pol Pot.