miércoles, 25 de mayo de 2022

Sectas y sonrisas





Tal vez unos 30 años atrás, hubo que pensar asuntos acerca de las sectas, particularmente las religiosas. Particularmente, sí, pero no exclusivamente. Soy de la opinión –como en aquellos días– de que hay más sectas que las religiosas y muchas son solamente un espíritu o una modalidad (personal y comunitaria) y nunca llegan a cristalizar institucionalmente. No que esas modalidades no tengan ritos, contraseñas, iniciaciones, esoterismos, jerarquías y mandamientos, preceptos y códigos de sanciones y premios y hasta "sacramentos", y tampoco es necesario pensar que son agrupaciones deshilvanadas, como hilachas de gentes que se juntan al azar, informalmente. Hay de esto en clave política, cultural y hasta literaria. Tampoco hay que confundir estas sociedades con camarillas, menos con contubernios o conspiraciones. Pueden tener algo de todo eso, llegado el caso, aunque unas y otras formas solamente comparten una raíz común: la pulsión humana por asociarse a otros, la vis politica natural, es decir necesaria. En no pocos casos –y en algunos gravemente– el apetito desordenado de poder y control, la pretendida apropiación de las llaves del cielo y de la tierra, es el motor de agrupaciones y conglomerados. Pasa en la política, en la Iglesia, en la política eclesiastica, dentro y fuera de las jerarquías establecidas y formales.

Y a quien le quepa el sayo que se lo ponga, claro.

Pero.

Hay un pelo de ángel (claro que es un pelo formal y que define formaliter), entre una reunión de amigos o conocidos con afinidades e intereses comunes y el espíritu de secta. Aunque no haya aquí y ahora que solventar esas diferencias (cada cual puede pensarlo, si gusta o lo está necesitando), sí hay que repetir que una cosa es la necesidad societaria de los hombres (porque ninguno agota en sí las posibilidades y necesidades de la natura humana) y una determinada concepción que empuja a esas floraciones tan frecuentes desde hace bastante, aquí y en el entero mundo. Se habrán sofisticado, estilizado o pulido. Seguirán siendo brutales y torpes. Tanto da.  Pero que las hay, las hay.

De aquellas meditaciones y deliberaciones de unos decenios atrás surgió, entre otras cosas, un escrito que actualmente está alojado en la página de Sebastián Randle (et voilà!), más precisamente en la sección Misceláneas, bajo el título El espíritu sectario.

Complementario de ese escrito, un servidor compuso, por su parte y en aquellos días, otro ensayito acerca de un asunto particular que me parece todavía notable (por favor: el asunto, no el escrito...): la sonrisa perpetua de quienes integran (de pensamiento, palabra u obra...) una secta religiosa.

Como creo que esa cuestión se renueva y no cambia su naturaleza, he resuelto dejar aquel escrito en la bitácora, por lo que fuere menester y por si a alguien le aprovecha leerlo. 

Aunque no es muy extenso, preferí alojarlo en un sitio externo (como se ve), para no fatigar demasiado a los benévolos lectores.



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De gaudio in sectis