jueves, 26 de mayo de 2022

Enemigos



La expresión está tomada de las palabras de Jesucristo y figura en los evangelios de Mateo y Lucas. Y antes en el Levítico: amar al enemigo. Y es clave en el cristianismo, porque dice claramente Jesús que es un requisito para la perfección semejante a la perfección de su Padre y para la filiación con Él.

Hay dos ingleses que se han tomado la cuestión del amor al enemigo con cierto humor: Gilbert Chesterton y Oscar Wilde.

Cada uno a su modo, por supuesto. Uno más chisposamente, el otro con acidez que bordea la blasfemia, salvo que uno entienda (no solamente inglés, sino a Wilde, cosa que, creo, ni la mayoría de los amigos ni los enemigos han hecho del todo...)

Dos paráfrasis.

Chesteron decía que se nos manda el amor al prójimo y también el amor a nuestros enemigos, porque frecuentemente son la misma persona.

Wilde decía que hay que perdonar a los enemigos porque no hay nada que los moleste más.

Fenomenológicamente (y son dos frases humorísticamente fenomenológicas...), tienen razón ambos. 

Claro que entiendo el límite filoso y peligroso por el que camina Wilde. Pero tengo la impresión de que, a la vez, Dios se valió de eso mismo al final de sus días para inspirarle el De profundis. No se puede ser grande si se es mediocre.

Por cierto que un desborde de pietismo caerá sobre Wilde. Así como, siendo que Chesterton es Chesterton, por cierto que nadie le caerá con la excomunica en ningún caso, al menos los partisanos, que son una especie de pietistas.

Ahora bien, si hubiera dicho piedad, con razón caerían sobre mí también aun los pietistas. Pero he dicho pietismo y entonces no tendrían razón. Aunque de todos modos me parece que más bien no la tendrían ni en éste ni en otros casos, porque el pietismo es precisamente lo que queda de la piedad cuando el discernimiento ha huido.