viernes, 20 de mayo de 2005

De prepo

Ochenta

¿Mis ochenta pirulos? Un afano.
Los gasté con amor, a mi manera,
pero siempre lustroso y en carrera.
A Dios conmigo se le fue la mano.
Me dio todo: la mama de primera,
los amigos en tanda y un hermano;
y ya de pibe le saqué temprano
cien sonetos, o más, de la galera.
Nunca yugué de contra y a desgano
ni me salí del riel. Toco madera.
Cinché de buey como mi nono tano.
Fui maestro, doctor, portabandera.
Sufrí y amé. Lo digo de antemano:
¡Qué bronca de va a dar cuando me muera!
Después de haberlo leído, vi que este soneto era obra de un famoso autor -Orlando Mario Punzi-, muy citado, cosa que no sabía pues no me lo crucé nunca. Lo que prueba algo obvio: hay más cosas que las uno conoce.

También después de mi primer entusiasmo por el descubrimiento, me quedaron algunas dudas, cierto regusto. No porque esté en lunfardo (que no es problema, salvo que debería traducirlo para extranjeros... o para los que necesiten), ni por el tema (porque es un ángulo con gracia sobre la vida y la muerte), sino que hay un aire tan porteño, tan un aire de satisfacción de sí mismo, más allá de la intención del autor.

Me pregunto si no será cosa del lunfardo también, que no pueda decir las cosas sino con una especie de complacencia molesta, avasallante, como si la propia experiencia fuera de algún modo una ley segura. Cosa tan compadre, tan como de prepo, tan porteña, tan lunfarda.