martes, 3 de agosto de 2004

Hay poemas sobre el amor (muchas veces llamados horriblemente poemas de amor), y hay poemas por amor, que no es lo mismo, de ninguna manera.

Claro que el lector no se da cuenta de la diferencia, casi nunca.


A veces el cielo calla.
A veces la sombra enciende
por la huella de la noche
tus ojos como dos sierpes
quemantes como candelas
y de luna en luna ardientes.

Ay, cómo engaña al amor
la luna con su fulgor.

A veces tus ojos callan
y en el cielo se enardecen
las estrellas que los suplen,
silenciosas de desdenes,
para que yo llegue al alba
y nunca a tus ojos llegue.

Ay, cómo engaña la mar
si dice que he de llegar.

Y de callar como callan,
el cielo y tus ojos tienen
tal hambre de voces claras,
tanta sed de voces fuertes,
que no saben del silencio
que tengo para ofrecerles.

Ay, cómo engaña al amor
el silencio y el dolor.

Y, de voz en voz, me pasan
el secreto a voces tenues
de que la noche y tus ojos
confabulan mientras pueden
para que yo llegue al alba
y nunca a tus ojos llegue.

Ay, cómo engaña la mar
si dice que he de llegar.