miércoles, 11 de agosto de 2004

El amor al prójimo (III)

Estaba releyendo un opúsculo de Simone Weil, Reflexiones sobre el buen uso de los estudios esolares para el amor de Dios, para un curso.

Empieza con un párrafo seco y preciso, como es su estilo:

La clave de la comprensión cristiana de los estudios, es que la esencia de la plegaria es la atención. Es la orientación hacia Dios de toda la atención de que es capaz el alma. De la calidad de la atención depende en gran parte la calidad de la plegaria. La efusividad del corazón no puede suplirla.
Más adelante, y como al pasar (o no tanto), trae algunas líneas referidas al amor al prójimo.

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No sólo el amor a Dios tiene por sustancia la atención. El amor al prójimo, amor que, como sabemos, es el mismo amor, está hecho de la misma sustancia. Los desgraciados no necesitan otra cosa en este mundo que hombres capaces de prestarles atención. La capacidad de prestar atención a un desgraciado es algo muy raro, muy difícil, casi un milagro. Casi todos los que creen tener esta capacidad no la tienen. El ardor, el impulso del corazón, la piedad, no bastan.

En la primera leyenda del Graal se dice que el Graal, piedra milagrosa que por virtud de la hostia consagrada sacia toda hambre, pertenece al primero que diga al guardián de la piedra, un rey casi paralítico por una dolorosa herida: "¿cuál es tu tormento?"

La plenitud del amor al prójimo es sencillamente ser capaz de preguntarle: "¿cuál es tu tormento?" Es saber que el desgraciado existe, no como una unidad en una colección, como un ejemplar de la categoría social rotulada "desgraciados", sino en tanto hombre, exactamente análogo a nosotros, que un día fue herido con la marca inimitable de la desgracia. Para ello es suficiente, pero indispensable, saber dirigirle cierta mirada.

Esta mirada es ante todo una mirada atenta, en que el alma se vacía de todo contenido propio para recibir en sí misma al ser que mira tal cual es, en toda su verdad. Sólo es capaz de ello quien es capaz de atención.


Lo destacado en el último párrafo está en relación con otra cuestión capital en Simone Weil, como es su visión respecto de la Iglesia Católica y la vida intelectual. De esto, especialmente en sus últimos tiempos, habló mucho.

Ya se ha dicho no poco al respecto. De modo que algo más se podrá decir. El asunto es delicado, espinoso y está lleno de filigranas. Y, si no me equivoco, está en relación directa con la cuestión del amor al projimo. Y no sólo con la vida de la Iglesia y la vida del espíritu, tal como las veía y vivía Weil.

Algo más se podrá decir, insisto. Pero no será esta vez.