viernes, 24 de junio de 2022

Grita en el desierto



En el Prólogo de su Evangelio (Jn. 1), san Juan nos presenta la figura de su homónimo, precursor de Aquel que es Luz. Nos advierte que no es él la Luz, sino quien da testimonio de ella. Como, podría decir teniendo ahora en cuenta nuestro propósito, la belleza que nos señala la Belleza que la creó.

Hubo un hombre, enviado por Dios,
que se llamaba Juan. Este vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran en Él.
No era él la luz,
sino quien diera testimonio de la luz.
La Palabra era la luz verdadera
que ilumina a todo hombre
que viene a este mundo. (vv. 6-9)

Juan Bautista es la llamada, es la avanzada de Aquel que viene.

Estamos ante su Primera Venida, claro. Pero en ella y en lo que a ella rodea, creo e insisto en decir, está también la figura de las cosas que habremos de contemplar respecto de la Segunda Venida. Y prestar atención a estas cosas nos permite, nos ayuda a entender las venideras, incluso las actuales en relación con las venideras.

Juan da testimonio de Él y clama:
Éste era del que yo dije:
El que viene detrás de mí
se ha puesto delante de mí,
porque existía antes que yo. (v. 15)

Como las cosas que llevan la huella y la voz de su Autor que nos llama, el Bautista lleva también él la voz que nos convoca y nos Lo señala. Su aspecto, sabemos, era austero, su modo era parco pero intenso, su vida recia, apartada y contemplativa. Su prédica: la preparación, el anuncio, la penitencia, limpiar las vestiduras, embellecer el alma, limpiar el corazón y la mirada para recibir y contemplar Al que viene.

Pero era tal la impresión que causaba a todo quien lo veía, que entre los judíos se corría la voz de que podía ser algo más que un penitente extraordinario, algo más que un posible nazareo adusto y consagrado. Por eso, como quien no puede quitarle los ojos de encima, le preguntan interesados los fariseos –le hacen preguntar– si esa imponencia suya era la de Quien ha de venir. Y san Juan Bautista les responde:

Entonces le dijeron: “¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?” Dijo él: “Yo soy voz que clama en el desierto: rectificad los caminos del Señor, como dijo el profeta Isaías”. Ellos habían sido enviados por los fariseos. (vv. 22-24)
Sabemos que Juan el Bautista se refiere aquí al capítulo 40 de Isaías (40, 1-8):

“Consolad, consolad a mi pueblo
–dice vuestro Dios–;
hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha cumplido su servicio
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados”.
Una voz grita:
”En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor,
y la verán todos los hombres juntos
–ha hablado la boca del Señor–”.
Dice una voz: “Grita”.
Respondo: “¿Qué debo gritar?”
”Toda carne es hierba
y su belleza como flor campestre:
se agosta la hierba, se marchita la flor,
cuando el aliento del Señor
sopla sobre ellos;
se agosta la hierba, se marchita la flor,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece por siempre.

Y creo que, sin forzar demasiado el texto, no puede dejar de notarse que el profeta convoca a un, diríamos, adecentamiento del cosmos, a una preparación tan extensa como intensa, y si acaso, tan exterior como interior. No es solamente la expectativa del hombre por la Venida. Toda la Creación debe disponerse a recibir la manifestación de la Gloria del Señor.

Las cosas serán trasmutadas en Gloria y deben prepararse en ese mismo registro. Y es el hombre el que debe ocupar el puesto de ministro y aun de ministril en ese adecentamiento.

La penitencia endereza lo torcido en nosotros, allana calzadas en las estepas del alma, levanta los valles y los hondones del corazón, iguala lo escabroso en nuestro interior, prepara, en fin, un camino al Señor.

Pero parece que hay algo más. Y así lo vio la beata Ana Catalina Emmerich, cuando vio la figura del Bautista en sus visiones. Su relato acerca de este personaje tan impresionante, tiene arrestos de una ternura impensada. En particular, creo que es notable y significativa su visión acerca de cómo aplicaba Juan el clamor del profeta Isaías, mostrándonos una faceta como artística y casi diría franciscana del Bautista, un aspecto al que no estamos habituados y que creo convendría meditar.

"En ninguna parte se paraba mucho. Anduvo por los caminos de Galilea, alrededor del lago, sobre Tarichea y el Jordán, por Salem, en el desierto hacia Betel, y cerca de Jerusalén, que no quiso tocar en toda su vida ya que sus quejas y lamentos estaban dirigidos muchas veces contra la ciudad depravada. Aparecía siempre clamando: ‘¡Penitencia!

¡Preparad los caminos del Señor! ¡El Salvador viene!’.

Tres meses antes de empezar a bautizar recorrió Juan el país, por dos veces, anunciando al que habría de venir después de él. Su andar era acelerado, con pasos ligeros, sin descanso, pero sin agitación. No se asemejaba al caminar tranquilo del Salvador.

Las palabras ‘preparad los caminos del Señor’ no eran sólo figuras retóricas. He visto que Juan recorría todos los caminos que Jesús y los apóstoles hicieron después, removiendo los obstáculos y allanando las dificultades. Limpiaba de matorrales y piedras los caminos y hacía sendas nuevas. Colocaba piedras en ciertos lugares de vado, limpiaba los canales, cavaba pozos, arreglaba fuentes obstruidas, hacía asientos y comodidades, que después el Señor usó en sus viajes.

Levantó techados donde Jesús más tarde reunió a sus oyentes o  donde descansó de sus fatigas."


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(De La Belleza como Esperanza.)



1. Parece innecesario aclararle al lector interesado que este “error” habitual en la traducción del pasaje de Isaías (en el desierto, etc.), es obra de la Vulgata Latina.

2. La cita de Ana Catalina Emmerick es de Visiones y revelaciones completas; BuenosAires, Guadalupe, 1952 (f/c); tomo II. Cuarta parte, época segunda: Desde el comienzo de la vida pública de Jesús hasta la primera Pascua, capítulo XXVII, págs. 394-395. En los capítulos del XXV al XXXVI de esta misma parte y época hay abundante material sobre san Juan Bautista, de idéntico tenor al que cito. Son numerosos los ejemplos en los textos de la beata vidente alemana de los trabajos manuales del Bautista sobre las cosas de este mundo, en preparación amorosa y obstinada del cosmos para el paso del Cordero.