sábado, 2 de mayo de 2020

Anormales




¿Es lo mismo una batalla cultural que una guerra cultural?

Claro que no. En una guerra, puede haber y habitualmente hay varias batallas posibles. Eso dicen los que saben. Al menos los que saben distinguir.

Hace bastante tiempo que hay en el mundo una guerra cultural. Y una batalla tras otra o varias a la vez, en frentes distintos. Pero todas esas batallas tienen el mismo objetivo. Ganar una guerra que se llama cultural, pero que, como es sabido, es en realidad una guerra religiosa porque toda guerra lo es, dijera Chesterton y repetiría Castellani.


Pero dejemos esto, ahora.

Y vayamos a un asuntillo de estos días.

Una de las feroces batallas culturales del pasado fue la que se dio en torno a "lo normal".

En los últimos años, ese tópico de "lo normal" se discutió mayor y febrilmente en ocasión de las cosas sexuales y genéricas. ¿Qué es "lo normal"? ¿Quién dice lo que es? ¿Quién puede decir lo que es? Con un fuerte vaho de constructivismo, el viejo relativismo peleó allí sus trapos: no existe lo normal objetivo. Se construye, por la historia, la sociedad, hasta por cada quien. Constructos relativos. Nada difícil de entender. Si lo normal es lo de la naturaleza y la naturaleza no existe, ergo...

Pero allí fue a dar algo cimentado antes en términos retóricos: "normal" es fascismo, medievalismo, oscurantismo y otras municiones por el estilo.


Henos aquí, entonces, en medio del terror planetario que todo lo disloca de lo alto a lo bajo.

No hagamos pormenor de los disloques, cualquiera puede usar el tiempo libre que tiene a pasto para observar y ver todo lo trastocado en nombre del bicho.

Porque claro, es en el nombre del bicho. No olvidar.


Ahora bien.

Como un soffio sottile, dirían los tanos, como un airecillo que sopla leve todavía, se cuela por aquí y por allá un nuevo concepto, y con él una tópica incipiente que ha nacido con cara monstruosa, pese a su todavía parvedad.

Se ha combatido durante decenios en torno a la colina de lo normal y esa batalla parece haberla ganado el bando que propugna, resumiendo, demoler "lo normal" y abolir la ley natural. No han abolido la ley natural, es claro, no podrían. Pero se han parado lo mismo sobre la colina que han usurpado.

Y de pie sobre esa colina humeante, comienzan a pararse ahora, tímidamente todavía, los que pretenden establecer "la nueva normalidad".

¿Cómo, mi cuate? ¿No era que no? ¿No era que ni nueva ni vieja, y mucho menos para todos lo mismo, nada de "lo normal"?

Sépase: eso es, en principio, una batalla retórica, mis amigos. Porque por revolucionario que se crea uno, no puede evitar usar las palabras para significar conceptos que significan cosas. Abrazado a Aristóteles, el más encarnizado demoledor se ampara en el viejo macedonio para armar su plan de batalla demoledor y se refugia inevitablemente en su axioma para "construir" lo nuevo. Una palabra es poderosa. "La nueva normalidad" es un ariete poderoso. Y a como lo veo, puede llegar a tener un poder casi casi omnímodo.

Porque resulta que ahora parece que se trata, no de demoler solamente, sino de poner en existencia una legislación global, una normalidad planetaria que rija todo y a todos.

¿Lo tenían pensado? ¿Se les acaba de ocurrir? ¿No ven otra salida para el día después del bicho?

Tanto da y me importa poco. Otros habrá que hagan de detectives. En cualquier caso, un servidor se apresta a combatir contra eso, de todas maneras.

Ya está en los discursos. Y no hay que olvidar que para un constructivista, las cosas son en primer lugar patrimonio del discurso, y a veces patrimonio exclusivo del discurso que, llegado el momento, como una especie de íncubo, saldrá de las entrañas de las palabras para pasearse por el mundo.

Pero ya está aquí y allá. Todavía en forma de pregunta programática, desorientada y perpleja en los mortales comunes, como una propuesta más pomposa y solemne en los dizque gurúes y analistas. Quién sabe con qué forma en la mente de los ejecutores.

¿Cómo será la economía que viene? ¿Cómo será la industria y la educación? ¿Cómo será el acto sexual o la fila para cobrar la jubilación? ¿Habrá nuevas aulas, peluquerías, camas, fábricas, verdulerías y tal y tal...? ¿La virtualidad será la "realidad" privilegiada de "la nueva normalidad"?

¿Y habrá nuevas leyes? ¿Habrá nuevas prohibiciones, nuevos permisos, nuevos delitos, nuevas prebendas, nuevos pecados, nuevas virtudes? ¿Habrá un cielo nuevo y un infierno nuevo?

¿Y podría llegar hasta lo más alto y sublime y buscar demoler lo real para volverlo una fantasmagoría del pasado y hacer de las fantasmagorías del presente  y de "la nueva normalidad" lo único "normal" admisible?

¿Hasta donde podría llegar una "nueva normalidad"?

Contesten, vuesas mercedes, a su sabor y según lo que ven, intuyen, saben o barruntan. Pero recuerden que esta es una batalla de una guerra cultural y que una guerra cultural es al cabo también ella una guerra religiosa.

Pues, mis queridos comparadas y apreciados camañeros: "la nueva normalidad" ya empezó a obrar, ya se la empieza a vislumbrar y, por lo que se ve, tiene ante sí el campo bastante libre. Y podrá ser, si así lo decide, todo lo creativa que quisiere ser. 

Pero así como digo una cosa, digo la otra.

Y me late con firmeza que, así las cosas, un servidor, y tal vez otros tales por motivos iguales o parecidos, formaremos filas detrás de una bandera que diga: Anormales.

Y habrá que ver allí cuántos pares son tres botas.