domingo, 19 de abril de 2020

Soneto IV


Tenías un zorzal en cada mano
que me cantaban cada madrugada,
tibia tu voz como recién llegada
y en la caricia tu saber arcano.
Tenías al cantar una delicia,
nomás la noche va púdicamente
a su lecho de luna y de relente,
para que al aire nazca mi leticia.
Tenías en los ojos la pradera;
en la risa, la nieve y los claveles,
y en tu paso torcaz ya dos palomas.
Tenías la palabra verdadera,
el gozo de cantar amores fieles
con las mil notas de tus mil idiomas.




(ACA VA TEXTO O