sábado, 20 de abril de 2019

Francisco y París


Francisco se equivocó.

Entendió mal.

Tal vez porque por esos días no había llegado a ser el Francisco que tenía que ser.

Tal vez era medio Giovanni todavía.

Pero él lo mismo se dedicó a restaurar la Casa del Señor. Empezó por la capilla de san Damián y siguió con otras.

Se puso de albañil. Creyó que eso quería decir "Restaura mi Casa". Creyó que era cosa de restaurar muros, acomodar techos, limpiar la mugre del abandono, pintar, adornar.

Pero no era eso.

Era otra cosa y otra Casa la que le pedían restaurar: era otra cosa y otra Casa lo que estaba mugriento, abandonado, profanado, derruido.

Y al fin entendió.

Cuando ya era verdaderamente Francisco.

No sé si sabrían algo de Francisco los de su casa y su pueblo cuando lo apodaron Francesco.

Creo que para nada. Creo que pensaban en Francia, pero no en la Francia de la fe, no en la hija primogénita de la Iglesia.

El Francesco de esos días era un frívolo a la francesa, diríamos.

Era francesco pero no Francisco.

Y tal vez sea eso.

Tal vez el premio a su fidelidad, a su docilidad y entrega a Cristo fueran los Estigmas.

Tal vez el regalo por ser realmente un verdadero Francisco sea ése.

Y no es un regalo para cualquiera.

No es un regalo para cualquiera: ni poder restaurar la Casa del Señor, ni llevar en su cuerpo Sus Estigmas, como muestra de amor del Amor por restaurar su Casa.

*   *   *

Hoy, los franceses creen que tienen que restaurar otra casa.

Pero hoy los restauradores más bien son francescos.

Y así no se va a poder.

Tal vez para eso haga falta de nuevo otro Francisco que pueda restaurar la Casa y recibir Estigmas gozosos por todo premio en este valle.

Por el momento, no hay. No se lo ve, al menos.

Y así, la Casa quedará sin restaurar, aunque se pongan de albañiles de la casa.

Porque lo que está derruído es la Casa, no la casa.

Pero tal vez el Buen Señor se apiade de sus redil y mande un pastor a que reúna de nuevo a su rebaño en su Aprisco.

O tal vez el Buen Señor esté pensando en otro Aprisco, uno que no necesitará jamás restauración.

Y espera que las ovejas se preparen para entrar en él, cuando se den cuenta de que no quedan más corrales en este mundo, sino los que no son de este mundo.