miércoles, 10 de octubre de 2018

Georgina


Volví a leer en estos días Mitología y Víspera de Georgina. Es un libro -o dos en uno- de Braulio Anzoátegui, que Emecé publicó muy juiciosamente en 1949. Años tenía sin volver a leerlo.

Encontré unas marcas de entonces y me pareció graciosa la coincidencia. Los poemas que había marcado en la Mitología son efectivamente los que más me gustaron ahora.

Hércules

¿Qué ardor de muerte, que empinada pira
piden tus huesos ya para esconderte
de la temida ofensa de la muerte
que el fuego encoge y que la la llama estira?

¿Qué voz de hierro con rumor de lira
movió la flecha que abrasó tu suerte?
¿Qué sorprendida púrpura vencerte
pudo en la soledad de Deyanira?

Azul la carne de la sangre lenta,
la tierra azul, y el ancho panorama
lento de azul y torvo de tormenta.

Púrpura todo; y en el aire claro
un ruiseñor perdido que proclama
el alto cielo de tu desamparo.

Lamentación de Andrómeda

Canción del agua salada,
breve canción comedida
que no sirve para nada,
sino para ser cantada
en las honras de la vida.

Canción del alto velero
que, callando lo que quiere,
quiere del mar marinero
el jazminero de enero
para el agua donde muere.

Canción de sol y diamante,
limpia canción presurosa
que en la rosa del cuadrante
rompe ante el aire distante
el cuadrante de la rosa.

Canción del viento desierto...
No cantes, canción,
que ha muerto
la flor de Ilión.

Queja de Briseida a Patroclo

Ni
sí,
ni no;
ni tú, ni yo.

Ni mi sueño con tu sueño,
ni la boca repetida,
dulce dueño: dulce dueño
de mi vida.

Ni mi mano
con tu mano, ni mi sueño
con tu vida, ni el pequeño
soberano
dulce sueño;

Dulce dueño
de la boca dolorida,
pobre vida sin mi sueño
pobre sueño sin tu vida.

Pobre mano
que dibuja sobre el sueño
el silencio cortesano
de su dueño.

Ni
sí,
ni no;
ni tú, ni yo.

Sola yo: sola contigo
por amigo.


La segunda parte del libro (o el segundo libro) está dedicada a Georgina y es más de la mitad de la obra. Una serie de anotaciones como aforismos o memoria de amante, que incluye algunos pocos versos. Llena de requiebros, se nota allí lo que Aragón decía de él: sabe amonedar pensamientos.

Por ejemplo

La ausencia, nuestra fina profesora de amor.

Te escribo al oído.

Dime cuánto me quieres y te diré cuánto soy.

Y muchas más cosas del género.

Si tengo que elegir, me quedo con tres, breves.

Eres mi embajadora ante ti misma.

Tú me enseñaste a querer; yo te enseñé a ser querida.

Camino del prado,
perdí mi camino
por enamorado.

Por enamorado
seguí tu camino
camino del prado.

Camino del prado,
gané mi camino
por enamorado.