jueves, 23 de septiembre de 2004

Misterio sobre misterio. Tanto el del hombre que nace, como el del Hombre que nace. En dos entradas sucesivas, Hernán trata estas cuestiones por vías y modos variados.

Vayan unas apostillas, entonces, sugeridas por ambos asuntos.

Porque Santo Tomás trae en diversos lugares algunas cosas que podrían echar cierta luz sobre ambas cuestiones entrelazadas. Cada una con sus respectivas derivaciones, aunque yo aquí las trate mezcladas, no por capricho o confusión, sino porque me parece que así pueden ser tratadas, pese a su aparente diversidad: la creencia de los australianos aborígenes y el Cuerpo Místico de Cristo (admito que bien podría ser un título para un abstruso trabajo erudito, antropologicista, sociologicistadelasreligiones, o cosas así...)


Parece que hace bien el que cree en el misterio de la vida. Y en la entrada de un espíritu donado por la divinidad en el vientre de la mujer que ha de concebir y dar a luz a un hombre.

San Ignacio mártir emplea un ejemplo hermosísimo. En la generación de los hombres la mujer se llama madre, aunque la mujer no da el alma racional, que procede de Dios, sino que suministra la substancia para la formación del cuerpo. Así, pues, la mujer se llama madre de todo el hombre, porque lo que de ella ha sido tomado se une al alma racional. Del mismo modo, habiendo sido tomada de la Bienaventurada Virgen la humanidad de Cristo, aquélla se llama no solamente madre del hombre, sino también de Dios, a causa de la unión (de la humanidad) a la divinidad; aun cuando de María no sea tomada la divinidad, como tampoco en los otros el alma racional es tomada de la madre.

Esto manifiesta la dignidad de María. Porque a ninguna criatura, ni hombre ni ángel, se le ha sido concedido ser padre o madre de Dios. Fue privilegio de gracia singular, no solamente ser madre del hombre, sino también Madre de Dios y por eso dice el Apocalipsis (XII, 1): Una mujer cubierta de sol, como toda llena de la divinidad.
(Comentario al Evangelio de San Mateo, capítulo I)

Sólo la carne y la sangre es de la mujer, es de lo humano. El acto de existir, no. Y el alma racional, principio formal del viviente hombre, y por tanto que hará al hombre lo que es, es creación directa de Dios, es intervención directa de la divinidad en el vientre de la mujer.

Se enhebra esta cuestión con otra característica de quien, siendo Él mismo Vida, es riquísimo en creatividad para donarla.

Al tratar sobre si fue conveniente que Cristo naciese de mujer, Santo Tomás dice que sí, entre otras razones, porque ( S. Th. III, q. 31, a.4):
1. Con ello fue ennoblecida toda la naturaleza humana; por lo cual San Agustín (dice): "la liberación del hombre debió manifestarse en uno y otro sexo; luego, puesto que convenía que Cristo tomase el sexo del hombre, que es el más noble, convenía que la liberación del sexo femenino se manifestase en haber nacido de una mujer." Mas, para que no pareciera que era despreciado el sexo femenino, fue conveniente que tomase carne de la mujer. Por eso aconseja San Agustín: "Varones, no os despreciéis a vosotros mismos; el Hijo de Dios tomó forma de varón. Mujeres, no os despreciéis a vosotras mismas; el Hijo de Dios nació de mujer".

2. De este modo se completa toda la diversidad de la generación humana; pues el primer hombre fue hecho del barro de la tierra, sin varón y sin mujer; Eva fue hecha del varón sin la mujer, mas los demás nacen de hombre y de mujer. Por consiguiente, quedaba este cuarto modo propio de Cristo, cual era el nacer de mujer, sin varón.

Todo este despliegue de "fecundidad" y modos de fecundidad en cuanto al modo de dar vida y existencia, es algo que el hombre querría poder hacer y, ciertamente, no puede. Tal vez a esto se refiera en parte la prevención anterior a la expulsión del Paraíso: "Díjose Yahvé Dios: He aquí el hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya ahora a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de él viva para siempre. Y lo arrojó Yahvé Dios del jardín del Edén, a labrar la tierra de la que había sido tomado. (Gen, III, 22-23).

Ahora bien, en el caso de la Virgen María, ésta está asociada de modo inseparable al Cuerpo de su Hijo: Si se está buscando en qué Cuerpo está el Hijo (o lo que es lo mismo cuál es el Cuerpo del Hijo), no es ocioso -aunque pueda parecer que resulta una dificultad adicional- buscar lo que se pueda encontrar de la Madre en este cuerpo o en aquel. Y bien se puede, si se trata de buscar la presencia Mística del Hijo, pensar que pueda hallársela junto a la presencia Mística de la Madre.

Creo que puede entenderse que, así como en el orden corpóreo Hijo y Madre están asociados de modo inseparable en la concepción y alumbramiento, también lo están en el orden místico.
Concebir y nacer se atribuye a la persona. Luego, como la persona divina en el principio mismo de la concepción tomó naturaleza humana, se sigue que puede decirse verdaderamente que Dios fue concebido y nació de la Virgen. Mas una mujer se llama madre de alguno por haberlo concebido y engendrado, por lo cual síguese que la Bienaventurada Virgen se llama en verdad Madre de Dios. (S. Th. III, q. 31, a.4)

Esto quiere decir, creo, que allí donde esté el Cuerpo Místico del Hijo, estará también la presencia mística de su Madre. De este modo, también, la presencia de la Virgen es signo de la presencia de Jesús, tanto en el orden del cuerpo natural material, como en el del Cuerpo Místico. Esto quiere decir Domus Aurea (Casa de Oro) y Foederis Arca (Arca de la Alianza).

Es por otra parte un hecho que lo que se dice de Israel y de la Iglesia, es aplicable también a la Virgen, como cuando se llama a las tres Esposa, Arca, Puerta, y otros nombres, bien que en muchos casos de modo todavía oscuro para nosotros, como bien se ve en pasajes como el del capítulo XII del Apocalipsis, el de la mujer coronada de estrellas, que vimos antes en la cita de Santo Tomás.

Por lo menos, si llegara a resultar insuficiente este camino para discernir el verdadero Cuerpo Místico de Cristo, se sabrá siquiera que no estará el Cuerpo Místico del Hijo allí donde no esté su Madre. Porque es un hecho que Ella no haría casa ni habitación sino donde estuviera su Hijo.

Lo que ya es saber algo. Y no poco.