miércoles, 22 de septiembre de 2004

Entre los viejos saboreadores de las novelas de espionaje frío, Vladimir Volkoff tiene un lugar destacado. Es cierto que los degustadores suelen preferir El Montaje.

A mí me gusta más La Reconversión (Le retournement, 1979). Menos espectacular, menos aventurera, más interior, cuenta una compleja trama de hilos que se tejen en el alma de un espía -Igor Maksimovich Popov- que se acerca a la iglesia rusa en París, adonde lo destinan como agente para vigilar los movimientos de los viejos rusos en Francia, los exiliados, algunos incluso de la época de la revolución. Allí se encontrará con una mujer, Marina, en apariencia doble agente (o triple, si contamos a la fe ortodoxa) a través de la cual el mayor ruso de la KGB espiará más que lo que le habría convenido en este mundo.

Más y más Popov tratará de entender a su enemigo, entrando a lo más hondo del alma rusa y ortodoxa. Siempre con aire, y botas, de KGB, claro.

¿En quién se produce la reconversión (le retournement)? ¿En Popov, en Marina? ¿O en el teniente Volsky (detrás del cual, transparente, está Volkoff) que no sólo es el narrador sino el que controla, desde su puesto en el servicio secreto francés, la operación contra Popov y a Marina, su informante?

Lean la novela, no se van a arrepentir.

Igor visita una iglesia en París, siguiendo a Marina. Y tiene que 'tragarse' la liturgia, la piedad, los rostros, las genuflexiones, mientras su corazón militante contesta todo lo que ve: sombras, luces, iconostasios; contesta todo lo que oye: letanías, lecturas, homilías; contesta todo el incienso que huele:

"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de pravda*, porque serán saciados."

Pero la pravda cabe en un periódico. Cada día se cambia de pravda como de calcetines. Los que se alimentan de ella son unos tontos útiles. Hay que guardar las distancias con la pravda, engordar y cebar con ella a los otros y luego dejarla atrás, como los trenes dejan atrás las estaciones...

* Pravda: uno de los modos de decir verdad, en ruso. También es el nombre del diario más fuerte de la entonces URSS y ahora de Rusia, fundado en 1912. En 1917, apareció Izvestia, el otro gran diario soviético durante el siglo XX. Izvestia quiere decir algo así como noticias. Había un chiste común, considerando la fuerte carga ideológica de los diarios, que los rusos repetían más o menos en voz baja: no hay pravda en Izvestia ni hay izvestia en Pravda. En 'occidente', aunque se festeja el chiste con autocomplacencia, la broma no funcionaría . Más púdica, o cínicamente, los diarios de estas partes del mundo apenas mencionan la palabra verdad.