domingo, 17 de marzo de 2013

Attenti al lupo


Hace pocos días dije del ahora Papa Francisco "es un hombre conservador en materia doctrinaria pero con una gran preocupación social, heredada de viejas convicciones de su juventud. Sin embargo, nunca fue, ni siquiera, la derecha del Episcopado argentino. Siempre tuvo del otro lado a la derecha más dura: el sector encabezado por Héctor Aguer y, por ejemplo, Esteban Cacho Caselli, embajador menemista ante la Santa Sede y con fuertes contactos en la línea ultaconservadora del otrora poderoso secretario de Estado de Juan Pablo II, Angelo Sodano, y que apostaba por el cardenal milanés Angelo Scola. Ni siquiera es el más ortodoxo de los posibles latinoamericanos: está menos a la derecha que el brasileño Odilo Scherer o que Oscar Rodríguez Madariaga, por ejemplo." Y que era "la menos mala de las opciones que había entre los cardenales del cónclave".

También escribí que el Vaticano tiene problemas más urgentes que los gobiernos populares. A saber: el escándalo sexual de los sacerdotes pederastas, la falta de vocaciones en Occidente, la corrupción del Banco Ambrosiano, la abulia de los sacerdotes, el rol de la mujer, la complicidad de los obispos con el poder económico en todos los países, la crisis económica europea, las necesidades de reforma que provienen de África y América Latina, la competencia con el protestantismo anglosajón, con las telesectas, el Este milenario chino. En fin, la Iglesia Católica tiene que comenzar un nuevo diálogo con la modernidad, con el siglo XXI, y no simplemente modernizarse comunicacionalmente como lo hace el Opus Dei.

La elección de Bergoglio tiene un solo riesgo para la Argentina. Que Francisco quiera volver a ser de vez en cuando Bergoglio. Que empequeñezca su figura metiéndose en la política local de los países latinoamericanos a los que tan bien les está yendo sin la intromisión de ningún poder supraestatal. Esa sería una verdadera mala noticia, porque los Estados nacionales se verían amenazados por un nuevo poder. Una cosa es pelear fronteras adentro con una corporación con terminales en Roma. Y otra muy distinta es pelearse con otro Estado nacional que, además, tiene parte de sus soldados ideológicos "infiltrados" en el propio territorio del otro Estado nacional. Para que se entienda: una cosa es pelarse con Norman Osborn y otra muy distinta es hacerlo con el Duende Verde, para poner un ejemplo (valga el ejemplo para los seguidores del Hombre Araña).

Ya no se trata de una cuestión ideológica, simplemente. Se trata de una cuestión nacional. Un Estado europeo –monárquico y teocrático– no tiene ningún derecho a inmiscuirse en repúblicas soberanas latinoamericanas. De todas maneras, no creo que esto ocurra. Supongo que Bergoglio no va a desperdiciar la oportunidad de convertirse en un Francisco Magno con relieve internacional para devenir en un Bergoglio mínimo. Es demasiado inteligente para eso, ¿o no?

- ¿Ve?

- ¿Qué? ¿Qué me quiere mostrar? ¿Y de dónde sacó eso...?

- Está en Tiempo Argentino de hoy, es de Hernán Brienza. Una nota que se llama El Vaticano vs. el Estado Nación. Le doy el final, nomás. El resto es igual o muy parecido. Vaya y léalo, no crea que es gran cosa. Pero si se lo muestro es para que vea...

-  Parece una nota escrita por Tomás Cromwell o por Eduardo Wilde... ¿Y qué quiere que vea ahí?

- Dicho con cariño, que un poco chambón es; a usted me refiero, qué le puedo decir...

- ¿Por?

- Para empezar a la nota le sobra de todo y le falta de todo. Tiene un sumario de cosas que luce completo y sin embargo le falta casi todo y lo más importante. Y aunque tuviera todas las piezas -que no las tiene- el aparato estaría mal armado lo mismo, tanto que al mirarlo terminado da un monstruo de 5 cabezas y sin pies, con la boca en la nuca, el ombligo en la frente y con seis dedos en la única mano... Y, ¿ve?, cabeza, mano, pie, boca, nuca, ombligo y frente tiene. Y sin embargo da una cosa que no es. Pero busque la notita si le interesa y dígame si estoy equivocado. Eso es lo que hace la mirada cuando la ideología -de cualquier tipo y pelaje...- se cuela en la retina. No deja ver lo que es, deforma lo que es y lo que no es, y no deja ver siquiera lo que no es. Una verdadera desgracia...

- ¡¡Pero y a mí qué me dice si yo no pienso nada de eso de lo que dice este animal ahí...!! ¡¡Todo lo contrario!! ¡Usted se volvió loco!

- Precisamente, cumpa, precisamente... Lo que quiero mostrarle no es contenido: es continente. No son las uvas, es el trapiche y los toneles. No es la harina, son las manos que amasan, es el horno. No son las cosas, es la mirada y el modo de pensarlas y hasta de quererlas. No son las cosas: es el filtro, son las categorías, es la hermenéutica. Porque entonces ya no importa si piensa buenas cosas, no importa si dice las palabras correctas, no importa si el objeto en cuestión es excelente y sus intenciones -llegado el caso y si fuera el caso, claro...- son blancas como la nieve. Si ve mal, si piensa mal, si juzga mal, no hay tu tía... Y no le digo nada si lo que ve es mostruoso, o está deformado hasta ser veramente irreal, y los ojos son bizcos y su amor es de mala madera y sus intenciones son malevolentes.

- Oiga, momentito, momentito... Usted me está embarullando y me está pasando gato por liebre... ¿Entonces qué? Vamos a ver y dejémonos de milongas: Bergoglio -el Papa, digo-, ¿es bueno o es malo, a la final?

- ¡Attenti al lupo, amigazo! ¡Attenti al lupo! ¿Ve? ¿No le digo? Usted cree que no, pero me parece que ya está un poco como Brienza, el animal ése que usted dice...

- Mire, me viene con esas cosas justo ahora que tengo poco tiempo... Pero esto me lo va a tener que explicar, esto no va a quedar así...

- Eso es seguro, mi amigo. Esto no va a quedar así.